Ver 22 fotos

'La comulgante' (1914). Salvador Salas

El Picasso restituye a la enigmática María Blanchard, la gran dama del cubismo

No encajaba en el canon ni como artista ni como mujer, y eso le pasó factura. La exposición descubre a una creadora excepcional ignorada por la historia que tuvo la audacia de evolucionar hacia un estilo propio

Lunes, 29 de abril 2024, 18:26

Buena parte del relato de María Blanchard se construye sobre suposiciones, indicios y también alguna leyenda. No se sabe por qué se apartó de esa forma del cubismo, cuentan que murió pobre pero no hay datos que lo corroboren y ni siquiera se conoce hoy ... todo su catálogo. Hay pérdidas, vacíos y décadas de desidia. «Pero está su obra», insiste José Lebrero en medio de una sala con más de 80 piezas. El Museo Picasso Málaga hace justicia con la pintora española con un recorrido por sus escasos 20 años de creación, dos décadas en las que María Blanchard se convirtió en la «mejor cubista» de la historia para después evolucionar hacia su propia vanguardia artística.

Publicidad

'María Blanchard, pintora a pesar del cubismo' -hasta el 29 de septiembre- descubre a una artista excepcional tratada por el sistema del arte de forma «condescendiente», cuando no ha sido directamente ignorada. Su vida nunca fue fácil. Era una creadora en un mundo de hombres, la única cubista del París de los primeros años del siglo XX. «No va a ser ni modelo, ni musa, ni amante, ni esposa de los genios». Pero tampoco se integra en los círculos femeninos e intelectuales de la época con referencias como Gertrude Stein. Era además una mujer triste y atormentada, atrapada en un cuerpo deforme por una cifoescoliosis de nacimiento que doblaba su espalda. Y, por último, era una «expatriada», en el sentido literal por su marcha a París y también en el figurado, porque su salida del cubismo «no encaja» en el canon de los discursos dominantes. «Queda entre varios mundos y la historia le pasa factura», reflexiona Lebrero.

Miguel López-Remiro, director del Picasso, saluda al exdirector José Lebrero. Salvador Salas

La exposición, con patrocinio de Fundación Unicaja, es fruto de una investigación aún en curso desarrollada por José Lebrero y simboliza su vuelta a casa en calidad de comisario tras 14 años al frente del museo, cargo que dejó en diciembre. Por primera vez, exdirector y nuevo director, Miguel López-Remiro, coincidían en público y se cruzaban palabras de elogio. «Le deseo lo mejor, sabiendo que hará muchas cosas», le dedicó el gestor, que recibía después las felicitaciones de López-Remiro por esta «soberbia» exposición. Una muestra con casi 50 prestadores, entre instituciones museísticas y colecciones privadas (algunas de ellas han prohibido tomar imágenes de sus piezas), que ofrece una imagen renovada de Blanchard con pinturas nunca vistas. No hay que olvidar que esta es solo la tercera retrospectiva que se le dedica a la enigmática Blanchard, la anterior fue hace doce años en el Reina Sofía.

La propuesta del Picasso se divide en tres secciones. Nacida en 1881 en una familia acomodada de Santander, una joven Blanchard se traslada a Madrid para iniciar sus estudios de arte. De esa etapa son los pequeños retratos académicos y herederos del XIX que abren el recorrido, con temas clásicos como la gitana o la bretona. Pero entonces una obra rompe con todo lo anterior: 'Mujer con vestido rojo' (1913). Ya no es un modelo real, entramos en el mundo «de la ilusión, donde se está construyendo una visión de la mujer». Blanchard ha estado ya en París (llega por primera vez en 1909) y ha contactado con la radicalidad estética de Juan Gris, Diego Rivera o el propio Picasso, y eso se refleja en unas formas marcadas y en un uso poco realista del color.

Publicidad

Tres retratos femeninos que reflejan la evolución de María Blanchard. Salvador Salas

El siguiente paso surge de forma natural y ocupa casi la mitad de la sala. Es la María Blanchard «más canonizada y reconocida», la cubista. No en vano, ella es la primera mujer en España en adoptar este estilo geométrico y fragmentado que representaba la más absoluta modernidad. Aquí se exponen 'Composición cubista', uno de sus cuadros estrella en el Reina Sofía, y 'La dama del abanico', una réplica de la obra que llevó a la polémica exposición cubista de Madrid, 'Los pintores íntegros', organizada por Ramón Gómez de la Serna en 1915. Las críticas demoledoras que recibió la impulsaron a abandonar definitivamente España y fijar su residencia en París. En su fase cubista pinta principalmente bodegones, pero también figuras femeninas con niños, que anticipan sus posteriores retratos de la maternidad.

Una pieza anticipa el cambio definitivo de Blanchard. 'La comulgante' (1914), con ese rostro dramático que ella maquilla de una forma singular, hace de bisagra hacia su etapa poscubista y su regreso a la pintura figurativa, pero con un estilo y una temática totalmente diferente a la de sus coetáneos. Aquí se acentúa el universo femenino de Blanchard, que pinta a mujeres leyendo y trabajando, en el entorno doméstico y en escenas costumbristas, con otras mujeres (maravillosa 'Las hermanas') y en la intimidad. Están la cocinera, la bordadora, la lavandera o la echadora de cartas, esta última con una composición a la italiana o al modo del barroco español que revela sus profundos conocimientos de la historia del arte. Y captura a la mujer en el almuerzo, en el tocador y frente a la maternidad, con varias 'tomas' de mujeres dando el pecho con una estética alejada de lo habitual, poco naturalista y con sombras marcadas.

Publicidad

Algunas obras de la María Blanchard cubista. Salvador Salas

En este paseo por la nueva Blanchard destaca 'La boloñesa' (1922-1923), la obra que desató la guerra entre el Prado (que la compró) y el Reina Sofía (que consideraba que por periodo histórico correspondía a su colección); y tiene especial valor el pastel sobre papel 'Joven en la ventana abierta' (1924), que guardaba el Courtauld Institute of Art de Londres y que ha sido restaurado para la ocasión. Nunca se había expuesto fuera del Reino Unido, como jamás se habían mostrado antes 'El almuerzo' (1922) y 'La niña de la pulsera' (1922-1923), una de las muchas pinturas que hizo de niños una mujer que no fue madre.

En sus últimos años crece el pesimismo y la pena de Blanchard. Los rostros de sus retratos se difuminan y sus expresiones revelan tristeza, como se aprecia en ‘La bretona’ (1928-1932). Son cuadros que hablan de un final «doloroso» a nivel físico, con su cuerpo ya maltrecho. María Blanchard falleció en París, en abril de 1932 con 51 años. Se dice que murió pobre, pero no hay constancia de eso. «Lo que sí se sabe es que no murió rica, tuvo una vida modesta», cuenta Lebrero.

Publicidad

Pese al maltrato de la historia, Blanchard era considerada por Picasso una de los suyos. Tenían un origen común, ambos nacieron en 1881 en la periferia y ambos se marcharon jóvenes a París para experimentar con las vanguardias. Apenas había información documentada sobre la relación entre ambos, pero durante esta nueva investigación, Lebrero ha encontrado un testimonio revelador: una carta que el poeta chileno Vicente Huidobro escribe a su madre tras el funeral de «la pobre» Blanchard en 1932. En esa misiva le relata la tristeza de todos sus compañeros por su temprana muerte, también la de Picasso, que le dice: «Cómo va disminuyendo nuestro grupo, nuestro primer grupo batallador y heroico, cuán pocos quedamos».

‘María Blanchard, pintora a pesar del cubismo’ sigue la estela de otras exposiciones del Museo Picasso que ayudan a reescribir el arte con la aportación de las muchas mujeres silenciadas. «No es una ocurrencia ni un gesto de unirse a la moda», aclaró Lebrero, que animó al nuevo director a que «continúe esta línea de trabajo».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad