![Al periodismo, una sonrisa](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202011/25/media/cortadas/humo03-RmRDMJjUdos4pDeXtZCp2DL-1968x1216@Diario%20Sur.jpg)
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Lina Morgan se cruza con Nietzsche camino de encontrarse con Chiquito de la Calzada, Quevedo, César Gozález-Ruano y el penúltimo capítulo de 'La que se avecina'. Informadores y humoristas, la Academia y la calle se han dado la mano (virtual) esta mañana de miércoles en las jornadas 'Humor y periodismo' organizadas por la Fundación Manuel Alcántara, que han desplegado dos suculentas mesas de debate para analizar los vínculos y las tensiones entre las tareas de informar y alegrar, unidas a la postre en la vocación de la reflexión y el análisis de lo que nos rodea.
Anécdotas, chistes, recuerdos y reflexiones han ido trufando los encuentros telemáticos que han servido para reivindicar, también en medio de los rigores de una pandemia mundial, la pertinencia, casi la necesidad, de afrontar una parte de la labor informativa desde la perspectiva lúdica, pero también crítica, del humor. Porque a menudo «el humor es un ariete que rompe la mentira», en palabras de la columnista en los diarios de Vocento, Rosa Belmonte, moderadora de la primera de las dos mesas en las que se han repartido las jornadas.
Desde la perspectiva de la atalaya que da la veteranía, Alfonso Ussía reivindicaba en ese primer encuentro cómo «el humor desnuda» la realidad, si bien ponía tierra de por medio a la hora de sentarse a juntar palabras con ese objetivo en el horizonte. «No se puede intentar escribir con humor, es una sensibilidad», defendía el articulista antes de sostener que el humor «puede herir más que la seriedad» si se ejerce con justicia y justeza.
«Estamos en una época bastante ceniza, por eso los destellos de humor con más necesarios que nunca», terciaba la periodista Luz Sánchez Mellado, defensora -y poseedora- de esa «mirada lateral» necesaria para encontrar la nota capaz de convertir cualquier cita informativa en una ocasión propicia para un relato desde el punto de vista menos solemne. Claro que de ahí a la falta de la valoración del humor en la escritura hay un paso a menudo muy corto: esa petición de «los jefes» glosada por Sánchez Mellado para hacer una pieza «ligera» y «de color» que acompañe a contenidos, a priori, más relevantes. «Parece que están arrinconando el humor al entretenimiento y el humor puede ser una radiografía, una colonoscopia de nuestro interior», lanzó la cronista.
De ese hilo argumental tiraba Edu Galán para denunciar «la banalización a través del entretenimiento» que pueden sufrir los contenidos menos acartonados. Una «táctica de utilizar el humor para aguar las cosas serias» que lo mismo emplea Donald Trump que los dictadores latinoamericanos, por seguir el argumento de Galán. Porque, «el humor también se utiliza para el 'aborregamiento' del personal», en palabras de Galán durante el primer encuentro de las jornadas celebradas con la colaboración de la Diputación Provincial y de la Universidad de Málaga (UMA) y dirigidas por el periodista y profesor Agustín Rivera.
El humor en las procelosas aguas de la industria audiovisual y las redes sociales era el asunto de la segunda mesa. Con la profesora de la UMA Natalia Meléndez Malavé al timón, la especialista en comunicación y humor recordó la conveniencia de confundir a este último con la ligereza. «Lo contrario de divertido no es serio, es aburrido», remataba Meléndez Malavé durante el coloquio que reunió al dibujante Ángel Idígoras y al humorista y productor Manu Sánchez con los periodistas Ángeles Caballero y José María de Loma.
«Reivindico con enorme fervor la frivolidad, porque creo que muchas veces la vida pesa demasiado y con las redes sociales, todavía más», lanzaba Caballero, practicante de un humor cargado siempre de sensibilidad y empatía, ajeno a ese «periodismo faltón» que tanta fortuna parece recibir en algunas audiencias.
Porque «se puede hacer periodismo muy serio desde el humor», en palabras de Manu Sánchez, quien comparó la tarea de los humoristas con la que los trapecistas, obligados a mantener el equilibrio. «Nuestro trabajo es caer de pie. Tenemos que asumir ese riesgo», ofrecía Sánchez sin olvidar que, más que la censura, para el humor y el periodismo quizá sean más peligrosas las malas condiciones laborales que a menudo acompañas el desempeño de ambas tareas.
«Me alegro de que ahora nos chirríen algunas formas de hacer humor -seguía Sánchez-, porque eso quiere decir que estamos avanzando como sociedad». Y uno de los mayores chirridos que siguen sonando tienen que ver con el machismo y con esos «señores que explican cosas» sin que nadie se lo haya pedido a los que han aludido tanto Luz Sánchez Mellado como Ángeles Caballero.
Ese 'Mansplaining' convive con la «falta de comprensión lectora» a la hora de identificar la ironía en las redes sociales, como apostillaba José María de Loma antes de reivindicar ese «humor fino» marcado por una saga de autores en las que ha glosado a Julio Camba, Manuel Alcántara o César González-Ruano. Humor para lanzar, también, verdades dibujadas, como en las viñetas cotidianas de Ángel Idígoras. «En mi vida quiero alegría y que me rodee la alegría», recordaba el dibujante, convertido ya en clásico contemporáneo en las páginas de SUR.
Alegría en momentos difíciles como estos, a los que quizá haya que pedirle al periodismo, aunque sea de vez en cuanto y cómo decía aquella campaña turística, una sonrisa. Humor incluso ante la muerte si a quien se despide es a un genio como Chiquito de la Calzada. Lo recordaba Manu Sánchez este miércoles por la mañana: cómo el cura comenzó el funeral sin darse cuenta con la frase «Reconozcámonos todos pecadores», cómo el empleado de la funeraria que le dio a Chiquito el último 'Hasta luego' se llamaba Lucas.
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