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Hijo –nieto– de la diáspora de la guerra civil, Pedro Casablanc (Casablanca, 1963) lleva en su apellido un clásico de película, pero sobre todo la ciudad del protectorado francés que acogió a su familia. Después sus abuelos eligieron Málaga para volver y aquí estuvieron enterrados, ... en el mismo cementerio San Miguel en el que hace tres años rodó el filme internacional 'El arma del engaño'. Esta semana, el actor está de vuelta por partida doble. Sobre el escenario del Teatro del Soho con la obra teatral 'Don Ramón María del Valle-Inclán', en la que se mete en la piel de otro Ramón, Gómez de la Serna, para homenajear al padre del esperpento a partir del viernes. Ese mismo día estrenará en el Albéniz 'Caleta Palace', el esperado documental ficcionado de José Antonio Hergueta que retrata la caída de Málaga a través de los extranjeros que vivieron aquel horror y la huida de la desbandá.
–¿Qué unió a ambos Ramones?
–Les unió las vanguardias y la literatura. Gómez de la Serna era un adelantado a su época. Estoy volviendo a leerlo y es fascinante. Ahora que tenemos libros hechos con inteligencia artificial, no hay color. Y antes que él, Valle-Inclán investigó todo tipo de lenguajes, se fue a México para escribir 'Tirano Banderas' y escribir una literatura que fue un precedente del 'boom' latinoamericano. Antes que García Márquez y Vargas Llosa está Valle Inclán. Ambos fueron dos tipos muy adelantados a su época, que se enfrentaron a la mediocridad del momento y a los autores más leídos en su momento, que incluso tuvieron premio Nobel, pero que ya no se reeditan, como Echegaray o Benavente. Valle Inclán nunca tuvo un premio.
–¿Cómo se ve la vida a través del monóculo de su personaje?
–Bueno, veo la vida a través del monóculo del teatro y la veo muy bien. Esta 'gira del monóculo' me está dando muchas satisfacciones y me estoy encontrando con un público que disfruta mucho de la música, de las canciones y de la vida de Valle Inclán. Y yo me entrego en cuerpo y alma.
–Tras el monólogo de 'Torquemeda', vuelve con este formato aunque acompañado de un pianista. ¿Mejor solo que mal acompañado en el escenario?
–Claro, mejor solo que mal acompañado, pero es que me han ofrecido mucho monólogos, no lo he decidido yo. Sí que es verdad que llevo tiempo haciendo monólogos y estoy muy bien acompañado por las seis personas de la compañía, comenzando por mi amigo y músico Mario Molina.
–¿No hay miedo cuando todo recae sobre usted?
–Hombre, es una obra con un texto difícil, que tengo que repasar cada día. Hay respeto, pero dominar el escenario y entregar el corazón es un disfrute. Y el público nota cuando el actor lo pasa bien.
–Por cierto, a Valle Inclán y a Gómez de la Serna también les unió el humor.
–Gómez de la Serna hubiera sido un gran humorista o un político surrealista. Estaba dotado para el espectáculo e invito a buscar en internet sus imágenes actuando en el Retiro con un discurso absurdo e imitando el canto del gallo. Valle Inclán tuvo un humor mucho más ácido y crítico con la sociedad decadente de la época, pero también es un gran humorista. En el espectáculo cuento muchas anécdotas tanto del uno como del otro y el público no para de reír.
–¿Qué es lo más esperpéntico de Pedro Casablanc?
–Madre mía… pues dedicarme a lo que me dedico es esperpéntico. Y que hayan pasado los años y que todavía siga aquí. Alguna vez me ha tocado hacer mal teatro y eso es lo más esperpéntico que te pueda ocurrir.
–Esa España del nuevo siglo que se narra en la obra, ¿tiene algo que ver con la actual?
–Creo que no. Aunque había esperanza, se vivió una tremenda caída de la moral y las ilusiones por la pérdida de las colonias en aquel momento y se estaba preparando una guerra civil devastadora. La guerra civil sí que rompió España y no el miedo que tenemos ahora de que se va a romper y que hablan algunos. Afortunadamente no tiene nada que ver con la España que estamos viviendo en estos momentos, aunque siempre hay voces que encienden los ánimos, pero somos unos privilegiados con respecto a aquella España del desastre del 98 donde todavía se pasaba hambre y los cafés y las tertulias estaban llenas de serrín y porquería. También había una manera de enfrentarse a la vida que hacía que surgieran este tipo de escritores que reflejaban esas ideas tanto filosóficas, literarias o poéticas. Ahora, te puedes enfrentar a la vida a través de novelas escritas por la inteligencia artificial y la verdad que es un poco triste.
–En las protestas nocturnas contra la amnistía ha habido violencia.
–Son herederos de una manera de pensar con las exaltaciones patrióticas que estamos escuchando, pero no estamos en el mismo punto. Es una especie de reflejo de aquella época, porque la violencia y las malas formas siempre son peligrosas. Pero no creo que estemos en el mismo punto, afortunadamente. Esto va a pasar. Es pasajero.
–Ya que me habla de la Guerra civil, el próximo viernes también estrena 'Caleta Palace', el filme que narra el asedio de Málaga.
–Encarno a Arthur Koestler que es un periodista, espía y personaje muy contradictorio en lo ideológico y lo moral, pero que fue testigo de la caída de Málaga y del tremendo episodio de la desbandá.
–¿Conocía lo que pasó aquí antes de esta película?
–La verdad es que no. Había oído algo, pero no en profundidad. Es verdad que es un suceso que había estado muy tapado. Para prepararlo hablé con gente que dice que aquella masacre fue fruto del enfrentamiento del ejército de Franco contra el ejército rojo. O sea, todo lo contrario a lo que ocurrió en la Desbandá.
–Este episodio se lleva por primera vez a la pantalla. ¿Se acuerda cuando se acusaba el cine español de hacer muchas películas de la guerra civil?
–De Málaga ya tenemos el documental de Hergueta, pero faltan más películas de la guerra civil. Hay todavía mucho que contar y vamos recuperando autores, como Chaves Nogales, Julio Camba o escritores que estaban prohibidos. Hay una literatura escondida y, sobre todo, una obra escrita por mujeres que tiene que ir saliendo poco a poco. Todavía queda mucho por hablar de la Guerra Civil, es la única forma de curar la herida.
–'Caleta Palace' es un documental diferente porque mezcla el lenguaje de la ficción y los actores.
–La película cuenta hechos reales a través de personajes que fueron testigo. A Gerald Brenan lo encarna Fernando Ramallo y a sir Peter Chalmers Mitchell, Miguel Rellán. Fueron extranjeros que adoraban España y el caso de Koestler fue un aventurero que venía a vivir la guerra. La película hace una interesante mezcla de realidad y ficción con un guion bien escrito.
–En diciembre también estrenará en 'Los Farad', una serie en la que encarna a suerte de Adán Khashoggi, el traficante de armas indispensable de las noches de Marbella de los 80.
–Encarno a Leo Farad, que es el patriarca de una familia medio española, medio argelina, que vive en Marbella con sus negocios ocultos. Es una serie de ocho capítulos muy divertida y contada de una forma muy irónica porque es una familia rica donde todo parece amor y felicidad a primera vista, pero por debajo hay un volcán a punto de estallar. Mi personaje, el patriarca de la familia, es el gran capo de los traficantes de armas del momento, que es una invención del guionista Alejandro Hernández y el creador de la serie Mariano Barroso, pero debe mucho a personajes reales que conocimos en los 80 en la Costa del Sol.
–También ha rodado en Casares su debut como director, 'Sacrilegio', un 'western rural'.
–Sí, se basa en un obrita corta de Valle-Inclán y que rodé gracias a la ayuda del Ayuntamiento de Casares al que nunca estaré suficientemente agradecido. Y con un elenco de malagueños en el que están Héctor Meres, Rafa Castillo-Romero, Luis Centeno, Aquilino Gamazo… Ahora mismo estamos en la carrera hacia las nominaciones de los Goya que sería un enorme premio para esta historia de bandoleros en la Serranía de Ronda de finales del XIX, la época de Pasos Largos y que retrataba 'Curro Jiménez'. 'Sacrilegio' habla de redención, de un asesino condenado a muerte, que quiere recibir la extrema unción, pero que se encuentra en un paraje solitario donde nadie para dársela. Y de pronto el asesino experimenta el miedo.
–¿Y la dirección de un largometraje para cuando?
–Ojalá pronto. Me gustaría seguir haciendo cortos porque es un ejercicio de estilo y un aprendizaje fantástico. Yo he dirigido bastante teatro y espero tener noticias.
–Además de todo lo dicho, también ha rodado aquí las dos temporadas de 'Toy Boy' e incluso un proyecto internacional en inglés, 'El arma del engaño'. No para de trabajar en Málaga.
–Y que siga. Es verdad que he rodado mucho aquí. Y la película de John Madden la filmé en el Cementerio San Miguel donde enterramos a mi abuelo hasta que nos lo llevamos a Vélez Blanco que era su pueblo natal.
–No conocía que su conexión malagueña llegaba a lo familiar.
–Yo nací en Casablanca, a donde llegaron mis abuelos de Almería y Granada huyendo de la guerra civil. Y cuando volvieron a España, se instalaron en Málaga y murió aquí.
–Definitivamente le vamos a tener que nombrar actor adoptivo…
–Ja, ja, me encantaría.
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