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Estamos frente a un mundo onírico y cercano a lo extrasensorial en el que pocas cosas son lo que parecen, una propuesta de sensaciones lanzadas ... a un paisaje emocional. De hecho, el título de esta exposición de Janaina Tschäpe (Múnich, Alemania, 1973) es 'Yo soy mi propio paisaje' –como si la naturaleza pudiera proyectar nuestras emociones, sugiriendo la identificación de la artista con aquello que pinta–. La muestra, comisariada por la directora artística del CAC Málaga, Helena Juncosa, reúne 120 obras producidas durante las últimas dos décadas y que incluyen diferentes técnicas, entre pinturas, dibujos, grabado y fotografías, y está disponible para su visita hasta el 3 de diciembre, con entrada gratuita. Se trata de la segunda exposición de esta artista en nuestro país después de una individual que protagonizó en el Reina Sofía hace más de 20 años.
La primera obsesión más nítida de la artista es la naturaleza entendida en su sentido más amplio, mares, bosques, montañas, plantas, flores, pero también la devastación del paso del tiempo. Es un arte que imita a la naturaleza, pero tergiversándola, modificándola con el peso de las emociones. Es sabido que Tschäpe es coleccionista de libros sobre botánica y ha investigado la biología marina. En una de las piezas más antiguas de la muestra, mediante la fotografía crea escenarios que muestran especies vegetales y hongos inventados, de colores y formas imposibles, con apariencia de realidad y unos nombres como 'Phallos impudicus', 'Floribunda nocturna' o 'Melancholicus Strelatus'.
Es importante señalar la importancia que tiene la doble nacionalidad germano brasileña en la obra de Tschäpe. Nació en Múnich y estudió Bellas Artes en la Academia de Hamburgo, aprendiendo el arte europeo, con artistas pertenecientes al movimiento Fluxus, con referencias como Joseph Beuys, por lo que sus primeras obras estaban orientadas hacia la performance, mientras que sus trabajos más recientes están basados en la experimentación del diálogo entre dibujo y pintura. Después de cursar sus estudios, se instaló en Brasil, empapándose de la cultura local, de su leyenda y de su mitología y, por supuesto, de la imponente naturaleza del país. Influida por el surrealismo, su obra no puede entenderse sin la unión de estas dos culturas, observando la mezcla entre el barroco brasileño y el romanticismo alemán, el paisajismo y la abstracción. Puede que ese sea el motivo por el que sus obras tienen tanta facilidad para provocar tanto asombro. Una de las series más destacadas de la exposición, 'I am my own landscape' (2018), el mismo título de la muestra, es un muro con 36 acuarelas, una suerte de autorretratos, pero sin representación figurativa, representando emociones que surgen en el mismo gesto de pintar. Algo parecido sucede con otra serie de autorretratos, realizados a modo de diario, en 2020, durante la pandemia, y sus estancias en Nueva York, Copenhague o en Bocaina, en la frontera entre Río de Janeiro y de São Paulo, donde se encuentra un enorme parque nacional. En su obra también trata de representar la complejidad de las relaciones humanas y, en definitiva, los viajes interiores, el descubrimiento de nuevas formas, posibles o no, de la naturaleza; formas y colores que sirven para expandir la percepción y rendirnos a lo sublime.
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