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Nada más saber que la llamada llega desde Málaga, Paco Ibáñez entona el 'mea culpa'. «Yo tengo una deuda con Málaga», reconoce. La voz de los poetas, el artista que más versos ha musicado, siente que le ha fallado a un autor malagueño al que ... quiere y admira. «Me llega al alma su poesía. Sin embargo, es como si le hubiera abandonado. Nunca le he cantado en público, pero me conmueve». Y entonces empieza a recitar 'Romance del desterrado': «¡Ay, nuevos campos perdidos, / campos de mi mala suerte! / Ahí se quedan tus olivos / y tus naranjos nacientes; / brilla el agua en tus acequias, /surcan la tierra tus bueyes / y yo cruzo tus caminos / y jamás volveré a verte». Paco Ibáñez promete resarcirse con Emilio Prados este 16 de diciembre en el Teatro Cervantes (20.00 horas, entre 14 y 42 euros).
A sus 89 años recién cumplidos y con miles de estrofas en su cabeza, Ibáñez recuerda el poema a la perfección, como si lo cantara cada día. «Se ve que lo canto por dentro. ¡Es que tiene tanta fuerza!», exclama. Por eso, antes de comenzar con la entrevista y hablar de otros temas, él necesita justificar esa ausencia de la que se siente «culpable». Explica que una compleja introducción con la guitarra le hizo borrar el tema de su repertorio «como un imbécil» desde que lo grabara allá por 1978. «Pero me arrepiento y voy a ir a Málaga a pedir perdón (...) Voy con la intención de que me perdonen por no haber cantando a Emilio Prados durante tanto tiempo», reitera.
'Romance del desterrado' será uno de los temas que suenen en '¡Nos queda la palabra!', la expresión de «esperanza y también de rabia» con la que titula la gira que dentro de unos días se detiene en Málaga. «Nos queda la palabra frente a todos los desgraciados que están sembrando idiotez y fútbol, en un mundo futbolizado, idiotizado y frivolizado. No se puede aguantar más esto», expresa con la rotundidad que ha caracterizado su más de medio siglo de profesión.
Nunca se ha callado nada, ya se sabe que este hijo de un republicano exiliado no es un tipo de medias tintas. Activista, defensor de la libertad y de izquierdas, aunque no se case con ningún partido. Ha vivido el destierro y la censura. Pero ahora, dice, vivimos en una «barbarie de falta de sensibilidad». «El espíritu, el sentimiento y todo eso, si no genera dinero, fuera, fuera», repite. La plata manda. «Hay que defender una estética, una moral, un sentimiento. Me parece que hoy todo se convierte en negocio. Da asco, de verdad. Es inaguantable lo que está pasando».
Responsabiliza de esa situación a la gente, que se deja llevar por el 'pan y circo', y también a los medios, «por participar de esa capa de olvido que se está formando». Le cabrea, le molesta y le «duele» este ambiente creado «por quienes se han olvidado de unos valores en los cuales creían y ya dejan de creer porque les ofrecen un poco de pasta». Al segundo matiza su argumento: «Tampoco quiero acusar a la gente de que se deja comprar, pero se deja convencer fácilmente, nada más».
Frente a eso contrapone la potente palabra de los poetas. De Alberti, Cernuda, Góngora, Otero, Celaya, Hernández, Neruda, Quevedo… También Emilio Prados. «La música, la poesía, el sentimiento. Lo que la gente cuando se despierta con un ojo, y si abre los dos mejor, es capaz de sentir y de pensar, de defender unos valores que están ahí y que están desapareciendo. No, no se puede aguantar esto, que no todo es dinero en la vida. Oye, por favor». Pero cuidado, tampoco toda la música vale. «De la música de hoy lo primero que te diría es que no sé dónde está», deja caer.
Pese a todo, Paco Ibáñez no pierde la confianza en que algún día la situación cambiará («A ver cuándo va a llegar ese día, a ver si lo veo»), ni tampoco la ironía. «Vaya baño de optimismo que te ofrezco. Y mira que soy optimista», asegura sin evitar contener la risa al otro lado del teléfono. Y da muestras de su actitud positiva. Aplaude, por ejemplo, la controvertida posición de Pedro Sánchez en la guerra entre Israel y Hamás. «Cuando dice que Israel y Palestina tienen derecho a tener un Estado, tanto los israelíes como los palestinos, eso es un argumento gigantesco. Sánchez ha dado ahí en el clavo. Que haya paz, ¡la madre que los parió!», suelta. Valenciano, residente en Barcelona, Ibáñez también aprueba la polémica amnistía que ha encendido la mecha en una buena parte del país. «¿Qué tienen contra la amnistía? Que han cometido un error, pues se les perdona. Pero se les perdona una vez, no dos, ya está. Y adelante. Estamos juntos, a vivir juntos, a aprovechar y a disfrutar de este regalo que nos han hecho que es la vida», reflexiona.
Él le está sacando todo el partido que puede. «¿Retirada? No sé lo que quiere decir. ¿Jubilación? Tampoco sé lo que quiere decir», responde cuando se le hace la eterna pregunta de si piensa dejar los escenarios. Nada de eso. Mientras gira por España, prepara su siguiente trabajo discográfico, que verá la luz en abril de 2024: 'Érase una vez', un proyecto de canciones «para niños de dos años y niños de 90 años». Como él. «Yo no he perdido la inocencia de un niño, la inocencia de creer en cosas que están ahí, que se presentan y que tú agradeces que hayan llegado porque te han dado un poco de vida. Viva la inocencia».
Y como niño que es, el cantautor se acuerda de sus padres, de su madre vasca y su padre valenciano, que salen a relucir en diferentes momentos de la conversación. De la primera ha heredado ese «pudor vasco» a recibir halagos y tributos. «Yo no estoy para que me homenajeen. Yo estoy para homenajear», afirma. Y a los dos, asegura, les debe la vitalidad de la que presume a sus 89 año. «Uno ha nacido así, con ganas de vivir y dejar vivir a los demás», concluye.
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