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Detrás de las grandes cifras de la inmigración, hay rostros, historias y dramas que se diluyen entre la frialdad de los números y de las declaraciones políticas. Y es ahí donde encuentra su espacio el periodista de proximidad, el que está a pie de puerto, el que trabaja sobre el terreno y el que mantiene el contacto con el entorno. Porque, como quedó de manifiesto esta mañana, este es un fenómeno global y general que exige una mirada local y en detalle que asumen los medios de comunicación de la provincia. La Fundación Manuel Alcántara, en colaboración con la Diputación, sentó en una misma mesa a redactores de los tres periódicos de Málaga para analizar la información de cercanía sobre la inmigración en la segunda sesión del VI Congreso Internacional de Periodismo.
Ana Pérez-Bryan, redactora de diario SUR; Leonor García, jefa de local de 'Málaga Hoy', y José Antonio Sau, periodista de 'La Opinión de Málaga' –en una mesa moderada por la periodista y exdelegada de Médicos sin Fronteras en Andalucía, Carmen Escalante- coincidieron en el crucial papel de denuncia que ejercen los medios de comunicación locales y en su obligación de «dar voz» a sus protagonistas. «Además de ser fiscalizadores de cómo funcionan las administraciones públicas y de tender la mano a las ONG, los periodistas tenemos que ser los ojos y las voces de esas personas, tenemos que meternos en los zapatos de Aylán», aseguró Pérez Bryan, recordando aquella imagen del pequeño muerto en una playa de Turquía que marcó «el despertar de la conciencia de esa adormilada Europa».
«Hace mucho tiempo que los periodistas dejamos de ser neutrales, estamos empezando ser equidistantes», añadió Sau, que apostó por «piezas analíticas y contextualizadas» frente a las «informaciones despersonalizadas». En ese «ejercicio de empatía» que debe hacer el periodista, Pérez-Bryan puso nombres propios al drama, aunque muchos mantengan el suyo real en el anonimato. Recordó la historia de M., un refugiado sirio estudiante de ingeniería que huyó con lo puesto; de Ruslan, que tenía a su hija menor retenida por las autoridades de Azarbaiyán para obligarle a volver; de Marwan, que no encontró «lo que esperaba» a este lado de la frontera; y de Orphelin, que eligió ser llamado 'huérfano' en francés y que perdió de vista a su pequeña sobrina cuando su patera naufragó. Testimonios como este último marcaban el cambio de los flujos migratorios, «y comenzamos a mirar al mar».
Como puntualizó Leonor García, según las ONG, la mayoría de quienes llegan al puerto de Málaga están de paso. «Por eso debemos enfocar nuestro trabajo a la denuncia de los déficit que existen para darles una atención adecuada en ese paso hacia su destino», apostilló, recordando la falta de recursos para acoger a estas personas durante las 72 horas que están a disposición de la policía, la falta de intérpretes y la «pelea política» que le sigue. «Y tenemos que sacarle los colores a la administración que sea», añadió. Tanto García como Sau ejemplificaron el poder de la denuncia local con casos como el CIE de Capuchinos. «Las condiciones eran vergonzosas y la prensa estuvo ahí», señaló García. Finalmente se cerró y, como recordó Sau, «todavía no hay uno nuevo».
Junto a la denuncia, como dijo Pérez-Bryan, los medios pueden hacer una «profunda labor de pedagogía». «Tenemos un papel importante para atajar el racismo y por eso es importante el enfoque y la sensibilidad que demos a nuestras informaciones», añadió García. Para ello hay que dedicar también páginas a contar los logros de quienes un día cruzaron el mar o saltaron la valla, su integración, su cultura… En este sentido, Sau observa que la prensa evoluciona hoy «hacia enfoques más positivos» en el tema de la inmigración. Con dos máximas, en palabras de Pérez-Bryan: «Rigor y humanidad».
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