El lenguaje «nos construye», mantiene Nuria Barrios. Lo ha hecho desde el principio de los tiempos, desde que una traducción errónea determinó hace casi 2.000 años el orden social en el que vivimos. El término hebreo traducido como costilla en la Biblia hace referencia en realidad al lateral del tabernáculo del templo. «Es decir, cuando se dice que Eva fue creada de la costilla de Adán, debería decir que fue creada al costado, al lado de Adán». Y ya se sabe las consecuencias que se derivan de la primera y equivocada expresión. Es una de las historias que descubre 'La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora', la obra ganadora del XIII Premio Málaga de Ensayo 'José María González Ruiz' que convoca el Ayuntamiento de Málaga y la editorial Páginas de Espuma.
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«Existe una ignorancia militante sobre la importancia de la traducción», defiende Barrios. La escritora madrileña parte de su experiencia personal en el oficio (es la traductora al español de las obras de John Banville y acaba de traducir 'Los muertos' de James Joyce) para hacer un «canto de amor al lenguaje y a la imaginación'' a través de casos de controvertidas traducciones, falsos axiomas basados en traducciones equivocadas y la sensación de impostura que acompaña al desempeño de esta profesión. «Para ser todos tienes que ser nadie», apostilla.
Ella es 'la impostora' en esta especie de diario escrito en primera persona. «Cuando adoptas un rol determinado hay una connotación de impostura porque ese rol no es definitivo, es el compañero de muchos otros roles». Pero la palabra tiene un componente vital, más allá del profesional, es también ese síndrome tan presente en las mujeres que les hace sentir que ocupan un lugar que no les corresponde o que deben justificar constantemente el haber llegado a ciertas posiciones. «Es un juego con todo eso».
Su ensayo, premiado con 6.000 euros y la publicación en Páginas de Espuma, trata de arrojar luz sobre una profesión desconocida, casi invisible para muchos. «Aunque eso afortunadamente está cambiando», se felicita. La traducción está en nuestras vidas desde la infancia, desde los mismos cuentos infantiles, aunque el lector no sea consciente de ello. «Leemos con la engañosa sensación de que han sido escritos en castellano. Hay una curiosa sensación de confianza que se basa en la excelencia de la traducción».
El oficio tiene un «indudable componente creativo», carece de «objetividad científica». Por eso, porque no es una fórmula matemática inamovible, hoy hay tantísimas traducciones de los clásicos: «Porque cada una es una lectura, está ligada a un tiempo, a un contexto, a un momento cultural», analiza Barrios.
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Autora de las novelas 'Todo arde', 'El alfabeto de los pájaros' y 'Amores patológicos' (además de relatos y poemas), Nuria Barrios se define como una «escritora que traduce». Y esa condición le aporta una perspectiva particular sobre la profesión. «Veo el trabajo invisible que hay detrás de una obra, las horas de trabajo hasta la entrega. Para mí nunca la traducción se convertirá en algo mecánico porque lo vivo de una forma vital. Nunca me dirijo al lenguaje como objeto muerto; al contrario, está muy vivo», concluye.
'La impostora' se ha impuesto entre 52 originales ante un jurado presidido por la directora general de Cultura del Ayuntamiento, Susana Martín Fernández, e integrado por la catedrática y ensayista Estrella de Diego; la novelista y ensayista Espido Freire; el catedrático de Universidad y ensayista Javier Gomá; la asesora del Área de Cultura, Berta González de Vega; y el escritor y director de la Casa Gerald Brenan, Alfredo Taján.
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