Natividad de Rojas se convirtió en 1865 en la primera mujer en estrenar una zarzuela y, según las crónicas, con mucho éxito. Dicen que Adelaida Muñiz y Más tenía 15 años cuando presentó en un teatro su primera obra. Y Lola Ramos de la Vega ... escribía y protagonizaba sus propias zarzuelas, travistiéndose en varón cuando el papel lo requería. Las tres eran malagueñas, mujeres ilustradas y audaces que rompieron estereotipos en el siglo XIX y sobre las que cayó la pesada losa del olvido. La Sociedad General de Autores (SGAE) celebra su 125 aniversario volviendo la mirada a sus orígenes para visibilizar y celebrar a sus pioneras.
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«Y la mayoría de ellas eran andaluzas», apunta María Luz González Peña, directora del Centro de Documentación y Archivo (CEDOA) de la Sociedad General de Autores. Allí, en los bajos del Palacio Longoria, el impresionante edificio modernista que la institución ocupa en el centro de Madrid, la SGAE custodia cientos de partituras y libretos manuscritos de aquellos autores que desde finales del siglo XIX decidieron unirse para defender sus derechos, impulsados por Ruperto Chapí y Sinesio Delgado. Solo con temática andaluza hay identificadas unas 250 obras. Empezaron siendo once fundadores, hoy son 132.000 autores. Y apenas el 20% del total son mujeres, un reflejo evidente de la sociedad.
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Una andaluza, la onubense Casilda Antón del Olmet y López de Haro, fue la primera socia admitida por la SGAE en 1901, solo dos años después de su constitución. Otras le seguirían. Como la almeriense Carmen de Burgos, 'Colombine', la primera periodista profesional en España y en lengua castellana; la sevillana Carolina de Soto, creadora y directora en 1880 del semanario 'Asta Regia' dedicado a las ciencias, las letras y las noticias de interés local; y la también sevillana Blanca de los Ríos y Nostench, escritora feminista y de las primeras socias del Ateneo de Madrid.
Firmaron, principalmente, zarzuelas, el género de moda de la época y el que llenaba los teatros. Abordaban temas costumbristas, pero en sus textos y en sus colaboraciones en prensa dejaban entrever su preocupación por la formación de la mujer. Unas eran más radicales que otras en el análisis de los roles de género, «pero todas tenían muy claro que las mujeres tenían que educarse, era su mantra», señala González Peña, que da luz a sus legados desde los archivos de la SGAE.
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Ese carácter reivindicativo les pasó factura y las condenó a ser invisibles durante el franquismo. Las últimas referencias que se tienen de Lola Ramos, por ejemplo, son de obras de teatro de corte progresista entre los años 20 y 30 del pasado siglo, como 'Morir por un ideal o el triunfo de la República' y 'U.H.P.'. Un posicionamiento que posiblemente «explique el silencio que sufrió tras la Guerra Civil», señala Amparo Quiles, investigadora y profesora de la UMA, en su biografía para la Real Academia de la Historia.
A partir de entonces se pierde la pista –no se sabe ni cuándo ni dónde murió– de una mujer que dejó huella en la escena teatral de su tiempo. Fue soprano, actriz y dramaturga. Con cinco años debutó en la Compañía Infantil de Juan Bosch en el Teatro Principal de Barcelona y a los 14 pasó a la Compañía de Pedro Delgado. Con 16 años era ya tiple de zarzuela y hacía giras por todo el país. Sin dejar nunca la interpretación, dio el salto a la escritura: en 1905 estrenó en el Teatro Eldorado de Barcelona su zarzuela '¡La estocá de la tarde!' con música de Julián Vivas, protagonizándola ella misma, como haría en '¡Del valle… al monte!' (1906). Y así hasta trece títulos más, entre el género chico y los entremeses, en los que interpretaba con la misma soltura papeles femeninos y masculinos. Alcanzó su mayor popularidad en 1929 con el drama 'Málaga tiene la fama', en colaboración con Manrique Gil, que se repuso hasta en tres ocasiones en una misma temporada.
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Sus obras, como recoge Quiles, oscilan entre el tipismo del sainete, generalmente andalucista, y el melodrama populista. «Temáticamente presentan elementos costumbristas y cierto maniqueísmo entre los buenos personajes populares y los malvados ricos, así como ciertas dosis de anticlericalismo y de republicanismo, pero sin llegar a una crítica social en profundidad», añade. Como muchas dramaturgas de su época, colaboró con diversos periódicos. «Y además de cantar, tocaba la guitarra, el piano y la cítara», añade González Peña.
También Natividad de Rojas y Ortiz de Zárate destacó por su formación y por una esmerada educación que le permitió introducirse en los círculos literarios de su tiempo. Se sabe que nació en Antequera en 1813, pero nada se conoce sobre su muerte. Participó activamente en las veladas del Liceo y del Ateneo de Señoras de Madrid; escribió poemas, ensayos y colaboraciones para prensa, pero ha pasado a la historia por su aportación a la zarzuela.
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«En el teatro del Circo se ha estrenado una zarzuela en un acto titulada 'Una apuesta en la velada de San Juan', la cual llamó la atención, aun antes de que se representara, por la circunstancia de ser la letra y la música obra de una señorita. Esta señorita lo es Dª Natividad Rojas, a quien debe haber lisonjeado mucho la acogida que ha obtenido su producción», publicó 'La revista del hogar' en 1865. Era toda una rareza, hasta el punto de que esa pieza, que respondía a los cánones costumbristas del momento (un drama de enredos en la noche de San Juan), está hoy considerada la primera obra de género chico escrita y compuesta por una mujer.
La ovación fue tal que incluso aparece recogida en el texto impreso: «Representada con extraordinario éxito en el teatro de Circo una noche del 24 enero de 1865». Una edición que Natividad de Rojas dedicó a su majestad la Reina Isabel II: «Aspiro a pagar con el humilde producto de mi más humilde ingenio la deuda de gratitud que con V.M. tengo contraída». En 1867, los Reyes asistirían al estreno de su siguiente zarzuela, 'Las mujeres del siglo', de la que hoy no se conserva copia.
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Diez o veinte años después –depende de la fuente– haría su debut como autora teatral Adelaida Muñiz y Más con 'Cambio de cartas'. Tenía solo 15 años. No hay datos sobre su nacimiento, pero todo indica que murió en Málaga en octubre de 1906. De hecho, según informa el Centro de Documentación y Archivo de la SGAE, «numerosos diarios se hicieron eco de su fallecimiento y mencionaban que casi en la agonía compuso una poesía que se leyó en el festival de muñecas que se celebró en Málaga con fines benéficos en aquellos días». Su entierro, cuentan, fue presidido por autoridades de la provincia.
Era poetisa, dramaturga, periodista y pianista. Tras ese estreno adolescente, vendrían muchas otras obras escritas y llevadas a las tablas. «Circunstancia verdaderamente meritoria entre las dramaturgas de aquellos tiempos, casi todas acostumbradas a que sus obras solo fueran leídas en su limitado círculo de amistades o, a lo sumo, representadas en funciones privadas», señala en un estudio Concha Fernández Soto, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Almería.
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En concreto, Fernández Soto llama la atención sobre su obra 'La herencia del Tenorio', presentada en el teatro del Circo de Madrid el 12 de noviembre de 1892 «con bastante éxito». Adelaida Muñiz y Más es la «única mujer que desde su condición problemática de dramaturga en la segunda mitad del siglo XIX» acomete la empresa de parodiar el famoso texto de Zorrilla «con originalidad, desviando la iniciativa argumental a los personajes femeninos de lo obra, es decir Doña Inés y Brígida, relegando a los personajes masculinos a meros comparsas y aportando con grandes dosis de humor interesantes elementos temáticos y metateatrales a la puesta en escena de la obra». Reconocerlo y aplaudirlo, aunque sea más de un siglo después, es un acto de justicia con todas las que, como ella, fueron borradas de la historia.
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