A su voz autorizada le preceden su compromiso feminista y sus novelas. Dice que hace tiempo que se liberó del castigo que supuso alzar la mirada y expresar su opinión, aunque cuando se puso a escribir 'Siempre han hablado por nosotras' sintió la punzada de esa ley del silencio que forma parte de su memoria, pero que es el presente de muchas mujeres musulmanas que viven sometidas por el machismo y la religión. Por ellas, Najat el Hachmi ha publicado este ensayo, del que hablará el próximo miércoles 25 en la conferencia inaugural del curso del Aula de Cultura de SUR (Museo Carmen Thyssen, 19 horas). En esta entrevista, la también autora de 'Madre de leche y miel' alerta del peligro del fundamentalismo en las nuevas generaciones y pone sobre la mesa la falta de atención a las chicas de origen musulmán en las escuelas españolas. La autora nacida en Marruecos y criada en Cataluña se muestra contundente con la situación de las mujeres, aunque sobre el auge del independentismo prefiere no pronunciarse.
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–¿Denunciar el machismo a través de la ficción le da una distancia que desaparece con el ensayo?
–Supone ir al grano. La ficción es un proceso creativo-artístico y no solo transmite ideas, sino también las vivencias de las protagonistas. En el caso de 'Siempre han hablado por nosotras' se va directamente a la cuestión de la discriminación y a denunciar la situación, con los engranajes social, político y mediático que nos hacen difícil enfrentar esa realidad.
–Usted confiesa en el libro que todavía siente miedo cuando escribe para denunciar el machismo.
–Ese miedo te queda de cuando no podías decir nada, porque hablar tenía consecuencias. Yo puedo escribir sin pagar un precio porque ya saldé esa deuda. Lo que me llevó a dar el paso de este libro es que muchas chicas están en esa situación. Y cuando hablan sufren las mismas consecuencias que hace 30 años atrás o peor.
–¿En qué sentido?
–Con las redes sociales está resultando más difícil, porque los medios para acosar, castigar y represaliar a las que denuncian la discriminación son más amplios. Me di cuenta cuando empecé el libro que, habiendo escrito sobre esto infinidad de veces, todavía me daba reparo hablar sobre estos temas, lo que es un síntoma de hasta dónde ha calado esa ley del silencio.
–Usted relata en este ensayo que denunciarlo se interpreta como una deslealtad al propio origen.
–Ese miedo a hablar del machismo en grupos que son minoritarios dentro de la sociedad se considera dar motivos a los que nos rechazan, no nos quieren aquí o nos quieren expulsar. Pero esa ley del silencio es anterior a ser una minoría dentro de un grupo mayoritario y nace en el mismo momento en el que nacen las reivindicaciones feministas. En la violencia de género, tras la agresión a las víctimas, se les impone una ley del silencio para que no cuenten lo que están sufriendo y eso también forma parte del engranaje de la violencia. Esa sensación de que si cuentas algo lo vas a pagar está en todas las reivindicaciones feministas. Fíjate en el #MeToo o en los casos de personajes conocidos cuando se ha hecho una denuncia. Lo primero que se pone en duda es a las presuntas víctimas, a las que denuncian, a las que hablan.
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–Usted también ha sido criticada por sus denuncias. ¿Cómo lo vive?
–La complejidad que vivimos ahora es que tenemos lucha feminista y también antirracista, la cual también existe y es muy notable. A las que nos posicionamos en contra del machismo, se nos está expulsando de la lucha antirracista porque se nos dice que el feminismo va a provocar más racismo. Pero es al revés, el machismo es el que está provocando más racismo. Me resulta doloroso porque tengo una historia a la hora de escribir contra el racismo y encerrarnos en una sola identidad no es la respuesta.
–Ahí está el debate sobre el pañuelo, un signo de sometimiento femenino que ha sido contestado con el argumento de que es un signo de la libertad de la mujer para llevarlo.
–Ante eso siempre hago la misma pregunta que nadie me contesta: ¿Por qué nosotras sí y ellos no? ¿Por qué tenemos que taparnos e ir más incómodas? ¿Por qué no podemos tomar el sol en la playa como cualquier otro? No sé dónde se ve la libertad. Tú puedes llevar un pañuelo porque quieres, pero eso no le quita el significado y sigue siendo un elemento de discriminación clarísimo. Y me resulta preocupante las chicas que escogen ese pañuelo. Esa marca te determina y establece una diferencia con las mujeres de tu entorno. Penaliza llevarlo y eso no es motivo para defenderlo, sino para ver que caemos en la trampa de batallar por el pañuelo y estar perdiendo la guerra de la integración contra el machismo y el racismo.
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–Esa es una de las tesis del libro, el paso hacia atrás de las nuevas generaciones educadas en España.
–Hay muchos motivos que explican esa situación más retrógrada. Uno de ellos es que la relación que tienen con el origen es mucho más débil y sufren crisis de identidad. No saben muy bien a lo que agarrarse o de dónde son, y ahí los fundamentalistas han sido hábiles y han dirigido los discursos a estos chicos y chicas y los han convencido de que su identidad principal es la religiosa. Pero claro, tampoco los estamos educando frente a eso.
–¿Miramos a otro lado?
–En las escuelas no les estamos dando clave alguna para descifrar la complejidad en la que están viviendo. Yo he leído y releído por iniciativa propia, pero en mi etapa educativa nadie me habló de todo esto.
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–¿Esa actitud distante es solo en la educación o diría que es general?
–Parece que es algo que está pasando en otro país, pero llevamos lo bastante recorrido de emigración norteafricana para que lo consideremos un asunto propio. Siempre está la imagen de que es el momento de llegada, pero no es verdad porque mucha gente lleva muchos años aquí, han nacido aquí y son españoles con DNI. ¿Por qué los dejamos en la estacada?
–Hace un par de semanas, un encuentro en el congreso con autoridades iraníes acabó con la suspensión del saludo protocolario para que no hubiera contacto de las diputadas españolas con estos invitados. ¿Pecamos de sumisos?
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–El mejor ejemplo es esa ajedrecista rusa que le tocaba ir a Arabia Saudí a competir y dijo que no iba. Nos tenemos que hacer la pregunta: ¿La igualdad es un pilar básico de nuestra sociedad? Sí lo es, no puedes permitir que en ciertos casos se imponga la discriminación. Los diplomáticos tienen que hacer su trabajo, pero ver siempre como se cede a los requerimientos de poner en cuarentena los principios de igualdad es decepcionante.
–¿El feminismo es incompatible con la religión islámica?
–No creo que sea incompatible que las mujeres musulmanas sean feministas. El problema es cuando se hace política y se intenta que los derechos de las mujeres se deriven de la lectura del Corán. Se puede tener la opción que quieras a título personal, pero no me hagas discursos públicos en los que justifican la discriminación que está en la religión. Para mí es incompatible, pero entiendo que hay personas creyentes y eso es absolutamente respetable. Lo importante es que la política no se islamice.
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–¿La normalización es cuestión de tiempo?
–Hay una frase de Amelia Valcárcel que dice que «la igualdad no pertenece al orden espontáneo de las cosas». ¿En el futuro se acabará el machismo? Depende de lo que hagamos.
–Se crió en Vic y vive en Cataluña. ¿Le afecta el independentismo?
–Estoy en un proceso de reflexión profunda y no quiero ni hablarlo.
–¿Por qué?
–Necesitamos pausa. Y en eso es en lo que estoy. Han pasado muchas cosas y estoy en reflexión silenciosa.
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