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CRISTINA PINTO
Sábado, 6 de agosto 2022, 00:04
Ya estuvo en el primer festival malagueño de la temporada. La versión más eléctrica de Zahara arrasó a finales de mayo en el Oh, See! Málaga y ahora vuelve a la provincia. Directa a Alhautor, el festival que se celebra en la Finca El Portón ... de Alhaurín de la Torre, la cantante jiennense revolucionará al público esta noche con 'La puta rave', esa segunda gira de un disco que se adentra en las historias más personales de la artista. Pero causó alguna que otra polémica, como la de que Vox pidiera la retirada de su cartel y la cancelación del concierto en Toledo. Eso fue en 2021, ahora el concierto de Zahara hace que problemas como esos se aparten a un lado y que el escenario ravero se convierta en una pista de baile donde solo ella misma es dueña de su cuerpo y sus pensamientos. El que haya ido a una rave sabe lo que se vive. Felicidad en su máximo exponente.
–Hace unos meses, se vio en Málaga a una Zahara rompedora que dejó sobre el escenario una bomba de emociones.
–Es que como estamos en el segundo año del disco es como la evolución de 'Puta' y hemos aprovechado el concepto de festivales y el verano para llevarlo a un lugar mucho más de celebración. Durante todo el año pasado tocamos este disco, que es un viaje bastante dramático por mi vida, y estaba acompañado por una puesta en escena con muchísimo dolor, aunque también había un poco de euforia y baile. Ahora, después de un año, las historias siguen siendo igual de dolorosas pero mi relación con lo vivido va transformándose y el cuerpo me pedía llevarlo a otro lugar más reposado en lo emocional pero mucho más enérgico en lo musical y físico.
–Hay un contraste fuerte con lo que dicen las letras y la energía que se transmite en directo. ¿Es una celebración por haberlo superado?
–Bueno, superarlo no se supera nunca, el error para las personas que hemos sido víctimas de abuso o de maltrato es pensar en la superación como algo que puedes dejar atrás, como huir de tus propias vivencias. Para mí la expresión que más me cuadra es 'aprender a colocarlo' en un lugar en el que puedas verlo pero hacer vida a la vez. Y hacer este disco supuso un poco eso. Más que haberlo superado, lo que ha pasado es que he aprendido a lidiar con ello, a convivir con mis propias historias y con los traumas de mi vida. Para mí este disco es sentirme dueña de mí, de mis historias, mi cuerpo, mi vida y de lo que quiero hacer. Además, hacerlo en ese concepto ravero es como decir: 'Ya lo hemos llorado, ahora vamos a vivirlo, a bailarlo y a mirar hacia otros lugares que no solo sean profundos y dolorosos'.
–Salió de Universal, algo que menciona en la canción 'Merichane', para poder gestionar su propio trabajo sin que nadie le cohibiese.
–Para mí, tener el control de mi carrera ha sido fundamental precisamente para eso, para hacer lo que he ido sintiendo cada vez con más determinación, capacidad y emoción de expresarme como he querido. Y ya no solo en las canciones, sino también a nivel estético, en el formato de los discos, en los videoclips... Es muy emocionante tener un disco y pensar cómo lo vas a compartir, aunque sea una inversión económica y de tiempo (risas), pero da muchas satisfacciones. De esta forma trabajo con las personas que yo quiero a mi lado y con gente que me respeta y me apoya sin ningún tipo de corte, presión o manipulación.
–Eso es lo que hace en 'Puta', se desnuda para hablar de su pasado con temas como el acoso escolar, la ansiedad, el maltrato... ¿Le costó contarlo?
–No. O sea, sí. Me ha costado toda la vida y me ha costado porque fue un disco compuesto en el confinamiento estando aislada y deprimida por faltarme mi rutina, como pasó a todos. Me llevó a una depresión muy profunda y gracias al acompañamiento de mi psicóloga, con la que venía tratándome un año para gestionar y entregarme a esto, todo desembocó en este disco. Entonces no me costó hacerlo aunque me haya costado toda la vida porque es algo que he mantenido absurdamente en secreto por miedo, temor y presión. Cuando me di cuenta de que podía contarlo y necesitaba contarlo fue como abrir una caja de la forma más sencilla.
–Eso también fue parte de la terapia.
–Claro... La terapia profesional me ha salvado la vida y me ha ayudado muchísimo, pero sí que es verdad que escuchar música y producirla también puede ser terapéutico o al menos nos ayuda a abrir algunas cosas. El arte nos hace expresar cosas que quizás de otra forma no sabríamos hacer. Pero no se consigue nada de eso sin una profesional que nos ayuda a expresar lo que estamos sintiendo; por eso siempre estaré de lado de la salud mental y de la ayuda profesional. Me he sentido muy afortunada de poder tener las canciones como refugio y como lugar de expresión, pero todo ha cambiado por la figura de mi psicóloga que llegó y revolucionó.
–El acoso y el intento de suicidio fueron cuando era pequeña, ¿no?
–Sí, más o menos con unos 12 años. Yo que soy del 83, mi generación adolescente era la del 95 más o menos y ahí, de alguna manera, los adultos justificaban el comportamiento con 'son cosas de niños'. No, perdona, que estén haciéndole pasar a alguien un momento malo no se puede justificar con eso. Eso solo alimentaba mi sentimiento de culpa.
–¿Qué le hacían o decían?
–Muchas cosas. La que provoca y lleva a este disco es que me decían puta. Eso fue algo que me persiguió durante mucho tiempo, además de otras tantas que prefiero acotar aquí. Ese insulto fue muy condicionante a la hora de relacionarme con chicos o chicas toda mi adolescencia y juventud. Sigue pasando, hay niños que se quieren cambiar de colegio porque lo pasan muy mal. Todavía queda mucho por hacer.
–¿Cómo ha cambiado Zahara de 'Con las ganas' a la de 'Sansa'?
–Precisamente 'Con las ganas' es una canción a la que siempre estaré agradecida pero con la que ahora tengo cero conexión porque es como morirse de amor y ponerse en las manos del otro. Esa soy yo porque expresaba lo que sentía, pero ahora observo esas canciones compuestas desde la desesperación, dependencia y culpa y me doy cuenta del cambio. En 'Sansa' precisamente de lo que hablo es todo lo contrario, de alejarse de las personas tóxicas y girar el foco hacia la complacencia de una misma.
–Las críticas que recibió, el intento de cancelar el concierto y vetar un cartel por parte de Vox... ¿Cómo lo gestionó?
–Fue un shock. Que en el momento en el que estamos la palabra censura relacionada con algo artístico siga existiendo me da pavor. Justo esa portada que querían censurar fue una crítica a la sociedad heteropatriarcal, a la presión que ejercen las mujeres. Lo que hice fue desconectar las redes, dejé el móvil, aprendí que las redes sociales no son la vida real. La vida sigue más allá de ofender...
–La vida sigue más allá del odio.
–Lo que hay que hacer es saber que ese odio tiene que ver más con las personas que lo están sintiendo que con los que lo recibimos. Así que... que se pregunten ellos: ¿Por qué?
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