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Era la fiesta, sin más etiquetas. Un momento de comunión con la música y los colegas que se vivía bailando de forma enérgica, con movimientos expresivos y repetitivos. De fondo sonaba una electrónica que rompía con el patrón rítmico del 4/4, con notas sincopadas que hacían que el cuerpo danzara prácticamente solo. Y lo más importante: tras cada pausa, un subidón. Pausa y subidón, pausa y subidón.
El breakbeat se convirtió a mediados de los 90 en Andalucía en un fenómeno imparable e incomprensible en cualquier otro lugar del mundo. Había que estar aquí para entenderlo. Ese subgénero minoritario y absolutamente underground en Inglaterra y EE UU se transformó en 'mainstream' en el sur de España, con una ruta de fiestas por los pueblos de jueves a domingo, djs locales que arrastraban a más fieles que los artistas internacionales y un sentimiento de comunidad entre la juventud que marcó a una generación. Ahora, tras un largo letargo, el breakbeat despierta.
Break Nation. La electrónica que bailó Andalucía
David Pareja
Movistar+
Un documental disponible en Movistar+ ('Break Nation. La electrónica que bailó Andalucía', de David Pareja) y el festival Híbrida (20 de julio en el recinto Málaga Forum) reviven la historia de esta movida genuinamente andaluza que se acabó de un plumazo el 2 de marzo de 2002. Esa noche dos jóvenes murieron por sobredosis de éxtasis en una fiesta organizada por el programa de radio Mundo Evassion en el Palacio de los Deportes Martín Carpena: falló la seguridad de una manera escandalosa, se sobrepasó por mucho el aforo y se tiró por tierra el trabajo que decenas de productores y djs habían hecho durante una década para colocar Andalucía a la vanguardia de la música. «En los 2000 éramos la auténtica peste. Nos costó la vida sobrevivir a aquello», admite Jason Fox, impulsor con Nicolás Santiago y BrianMartin de la escena electrónica con Satisfaxion, la primera productora de grandes eventos al estilo anglosajón. «Fue una hecatombe, se paró todo», recuerda Jesús Guillén, Dj Wally, uno de los más carismáticos dj de breakbeat de los 90. Los ayuntamientos les cerraron el grifo de golpe: «No quiero aquí otro Carpena», les decían.
Ha tenido que llegar una nueva generación, libre de ese estigma, sin el recuerdo de aquella tragedia, para que el breakbeat vuelva a protagonizar fiestas multitudinarias en Málaga. Hasta 6.000 personas aspira a reunir Híbrida Fest el próximo sábado en el Málaga Forum.
Festival breakbeat actual y retro en Málaga
20 julio. Málaga Forum
Enradas desde 25,90 euros
En cartel, 30 artistas que defienden el sonido retro (Wizard, Altern 8, Future Funk Squad, Aquasky vs. Masterblaster, Ed Solo, Jan-B, Kultür, Dj Killer, Wally) y el actual (Norbak, Jose Rodríguez, Breaksmafia, Mutantbreakz, Shade K, UFO Project, Mbreaks) para recorrer los 30 años de ritmo roto en Andalucía.
Viajemos en el tiempo. De 1994 es una imagen mítica de la Marbella de Jesús Gil: el entonces alcalde irrumpía al grito de «borrachos», «escoria» y «drogadictos babosos» en el Banana Beach, el chiringuito a donde él mismo había empujado a la juventud para dejar libre la zona de copas del puerto deportivo. Ponía fin así a una fiesta con unas 8.000 personas que duraba ya 24 horas y que pasará a la historia por ser la primera vez que The Prodigy actuaba en España.
La hazaña la consiguieron unos jovencísimos Jason y Nicolás llamando al número que aparecía en el vinilo del grupo británico, tras pinchar el teléfono de un vecino. «Éramos unos grandes soñadores», dice hoy Jason. Y lo que pasó fue revelador de muchas cosas. Por un lado, del urbanismo desaforado de Marbella: el Banana Beach se demolió después de eso y en su lugar se levantó un complejo de apartamentos sobre suelo no urbanizable. Por otro lado, de una movida que llevaba años gestándose en 'raves', clubs y fiestas por toda la provincia. Aún no era puramente breakbeat lo que se bailaba, entonces todavía dominaba el sonido constante del house y el trance, pero ya había ecos de un ritmo nuevo que acabaría explotando en 1995 con el 'Higher state of consciousness' de Wink. A partir de entonces, entró de lleno en los sets de discotecas. En Anubis, Palladium, Atmosphere, Pincho Luna, la Sala Caracho…
«Fue una locura», recuerda Rafa Alcántara, Dj Killer, uno de los integrantes de Nätural, la productora fundada por Juanma Ramírez que creó marcas como Break Nation. «Eran años de no dormir, de hacer muchos kilómetros y de llevarte muchas alegrías: ver cómo crece un movimiento cultural del que participas, es muy satisfactorio», añade Dj Wally. Porque la misma música que en Madrid no provocaba ninguna reacción, en Andalucía hacía que el público saltara como un muelle. Hasta los productores británicos alucinaban cuando veían el fervor que desataba. ¿Cómo se explica? «Es algo ancestral que llevamos en nuestra forma de festejar», reflexiona el director David Pareja tras haberse entrevistado con 120 personas para su documental 'Break Nation. La electrónica que bailó Andalucía'. Los ritmos rotos, defiende, están en la base de nuestra tradición musical, en los mismos verdiales y en el flamenco. Ese sonido, además, invita al baile como un ejercicio colectivo y compartido; frente a una cultura techno más introspectiva, con el público con la mirada al suelo en un hangar industrial.
Pero el breakbeat no cayó de la nada a este lado de Despeñaperros. «A la Costa del Sol la música llegaba antes que a otros lugares, porque entonces la música viajaba en avión», cuenta David Pareja. Desde finales de los 80, el turismo británico traía al sur las novedades musicales e incluso organizaba sus fiestas, sentando las bases de una incipiente escena. La discoteca Pink de Fuengirola empezó a pinchar esa innovadora música electrónica y se convocaban las primeras 'raves' de Málaga, de la mano de Polonio y Ramón Navas (Fly Fluss), fundadores de Rave Age. Jason y Nico dieron el salto al siguiente nivel con la creación de Satisfaxion, la productora que hizo las primeras grandes fiestas de electrónica usando efectos audiovisuales, espuma, cañones de luz… La A-92, que conectó Sevilla con Almería para la Expo del 92, se convirtió en la vía natural por la que esa música y la fiesta corrían como la pólvora por Andalucía.
Satisfaxion se estrenó con un evento fundacional en Aquapark en septiembre 1993. Ese día les llovió «chirimiri». «Fue nuestro bautismo», recuerda con una sonrisa Nico. Sus eventos, con ese inconfundible logo de dos cuerpos que se funden, se extendieron por toda la provincia, con convocatorias emblemáticas en Mollina y en los estudios de cine de Coín. Viajaron por la región, el país «y acabamos haciendo fiestas en Rusia, hasta allí éramos famosos», cuenta Jason. Él y Nico llevan hoy caminos separados, ambos dentro de la producción musical, pero el próximo sábado 27 de julio volverán a unirse en el 31 aniversario de Satisfaxion, con Maceo Plex como estrella, en Marenostrum Fuengirola.
Y ojo: allí no sonará breakbeat. Ellos, amantes de todos los géneros de la electrónica, siempre intentaron resistirse al avance imparable de los ritmos rotos, «pero era una batalla perdida». En festivales con grandes nombres internacionales como Orbital o Roni Size a los que pagaban un dineral en cachés, el grueso del público se iba al escenario B donde pinchaba breakbeat un dj local. «Para mí el breakbeat fue el principio del fin. El inicio de la llegada masiva de gente con motillos, pelados chusmas y mal ambiente», relata Nico. No iban por la música, solo por la fiesta. Incluso por el mero disfrute de liarla. Lo que se llamó coloquialmente 'cani', como retrata el documental. La electrónica, con una popularidad disparada entre la juventud gracias al altavoz de programas como Mundo Evassion en Canal Fiesta Radio, dejó de ser 'cool' y empezaron a ser más frecuentes las peleas en los eventos y los malos rollos. Y donde hay mucha gente, se mueve la droga. Pero, insisten todos, no más que en otros contextos de fiesta, suene la música que suene.
Hoy, de hecho, «hay más gente a la que le gusta esta música y no le motivan las drogas», dice Jason. La electrónica vive en los últimos años un renacer, en general. Y el breakbeat en particular. En la productora Heat Pro han visto de cerca esta evolución. En 2010 celebraron su primer evento breakbeat en la Sala París 15. Habían pasado ocho años de la tragedia, pero la herida seguía abierta: estaba previsto celebrarse en el Club Hípico, pero les cancelaron cuando supieron que era «el mismo estilo que el del Carpena». Desde entonces no han dejado de hacerlos en el polígono San Luis: a los primeros iban unas 300 personas, ahora superan las 2.200. Especialmente, tras la pandemia, confirma José Rodríguez, dj y uno de los promotores de las fiestas Heat Pro. «Hay relevo», garantiza.
En unos días, después de su paso por Híbrida, José Rodríguez pinchará por primera vez breakbeat en el Monegros Desert Festival, en Aragón, y gigantes del sector como el Dreambeach de Villaricos se estrenaron en los ritmos rotos el año pasado. Allí estuvo DJ Killer: «El resurgir entre los jóvenes es brutal», asegura. «Pero de distinta manera», añade. Lo que vivió su generación en los 90 era algo más auténtico, un movimiento cultural. «Ahora es más show, más espectáculo», explica. Hasta se mueven diferente. «Mi lumbago no soportaría bailar así. ¡Son unos atletas!», exclama Dj Wally. Y además tienen 30 años menos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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