Van Morrison, el león profesional e imperturbable de Starlite

A prueba de modas, señoreó en la canta de Nagüeles con su saxo con los primeros temas como solo lo puede hacer un clásico. Cada músico crea, a su modo, a sus precursores. Y Van Morrison ayer resucitó a Howlin´Wolf, John Lee Hooker o al mismísimo Elvis. Eso sí, a diferencia de este último, su hieratismo se encarnó en un concierto que habría necesitado desde el principio el misterio de la oscuridad y cierto calor entre el público.

A sus 78 años el León rugió, pero no tan fuerte como en otras ocasiones, a pesar de contar con músicos dotadísimos a los que dirigió con mano férrea. No estaba Georgie Fame con el Hammond B, ni los vientos de P.W. Ellis y se echó en falta un poco más de nervio y menos sobriedad. Se escucharon los clásicos del místico Astral Weeks y otros más alegres de Moondance, que era lo esperado.

Tras su declive como compositor a mediados de los años noventa y a pesar de un notorio éxito comercial, Morrison es un monje del R&B, que solo vive para miniarlo a través del blues, el gospel y la música tradicional irlandesa. Sus mejores momentos llegaron al final, antes de que sonora la majestuosa Gloria. Perpetrada con todos sus expresivos rangos vocales, el artista abandonó el escenario y dejó a sus compañeros a cargo del asunto. Grandes profesionales, sostuvieron la pieza durante casi veinte minutos. No hubo bis, como de costumbre, eso yo lo sabíamos, pero faltó en general una conexión más directa con Starlite.