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Era uno de los grandes nombres del cartel de Starlite, y su presencia en Marbella volvió a causar el furor habitual. Sting aterrizó anoche en la cantera de Nagüeles con su sonrisa habitual, aunque en este caso con un sorprendente compañero de viaje que ... le dio al recital un aroma distinto al que suele brindar el británico. El jamaicano Shaggy, una estrella rutilante de los años 9 y principios de los 2000 acompañó al exlíder de The Police con su reggae, sus ritmos caribeños y sus 'looks' imposibles. Una mezcolanza extraña a la que costaba acostumbrarse al principio, sobre todo porque escuchar 'Englishman in New York' con sintonías muy poco británicas era un ejercicio de paciencia para el fan de Sting.
A pesar de esta fusión, el nivel del concierto fue de menos a más. Shaggy (cuya colaboración con el británico forma parte de una gira y no de un solo recital) no dejó pasar la oportunidad de recordarnos por qué es famoso. A muchos el título de 'Angel' puede decirles bien poco, pero la canción fue todo un 'hit' en el año 2000. Por ello, y sin previo aviso, el imaginario del público (que llenó sin medida las gradas del auditorio) se trasladó a sus vidas 20 años atrás. Un ejercicio en el que visualizar que hay muchas canciones que no envejecen todo lo bien que uno cabría esperar.
Resulta complicado averiguar hasta qué punto Sting y Shaggy comparten seguidores. O, dicho de otro modo, que si es compatible que a uno le gusten ambos estilos al mismo tiempo. Lo que sí evidenciaron ambos fue la buena relación entre ellos, que incluso se tomaron la libertad de practicar alguna dramatización carcelaria sobre el escenario. 'Crooked tree' quedó resuelta como una obra de teatro de un solo acto en el que Sting hacía las veces de preso y el jamaicano las de juez, peluca en la cabeza y martillo en mano.
Afortunadamente para el fan de Sting, las dos estrellas no tardaron mucho en interpretar 'Message in a bottle', el primer tema en el que el británico dio buena cuenta de su voz, que sigue teniendo ese timbre especial que lo hace reconocible pasen los años que pasen. Mientras, Shaggy hacía las veces de animador ayudando en los coros de los temas de Sting. Estas labores las iba compartiendo con dos coristas (un hombre y una mujer) cuyas voces añadían un tercer matiz -el del soul- al recital. Y por supuesto, no podía faltar ese momento propiedad de la generación millenial (a pesar de los individuos que había sobre las tablas del auditorio) en el que 'Fields of Gold' servía de excusa para que el jamaicano pidiera al público que sacara los móviles y encendiera las linternas. En este punto, resulta más que evidente que la edad media de la audiencia hacía que costara algo más crear un efecto que otros cantantes (como el caso de Pablo Alborán) consiguen con la práctica totalidad de los asistentes. Con este panorama, era imposible no acordarse de la actitud tremendamente beligerante de Chrissie Hynde el año pasado, cuando 'regañaba' a diestro y siniestro a todos los que osaban sacar el móvil durante el concierto de The Pretenders.
Sin duda alguna, uno de los mejores momentos de todo el recital llegó de la mano del tema 'So lonely'. Acostumbrado -uno que ya lleva alguna edición que otra de Starlite a cuestas- a cierta parsimonia entre al audiencia, fue llamativo cómo el auditorio al completo (incluido el exprimer ministro francés, Manuel Valls) saltaba mientras ambos (ahí sí que Shaggy estuvo de diez) se vaciaban con una energía más propia de jovencitos recién llegados. Por eso, mosqueó un poco que justo antes del primer corte para los bises se 'cargaran' de esa manera un tema como 'Roxanne', que decidieron mezclar de forma totalmente desafortunada con 'Boombastic', el mayor éxito de Shaggy; un tema venido de otra época y en la que mejor se hubiera quedado.
Por suerte, el público tuvo la oportunidad de resarcirse con un final protagonizado por 'Every Breath You Take' o 'Fragile', dos muestras de por qué Sting va a seguir encabezando cualquier festival en el que participe. Fue un concierto divertido, pero quizás, para la próxima vez, tampoco nos importaría que volviera Sting. Pero él solo, sin ritmos caribeños.
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