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Nada más subir a la tarima, situada en una imponente sala del Museo Ruso, Soleá Morente se quitó la mascarilla para poder cantar y justo ahí empezamos a sentir que estábamos, por fin, en un concierto de verdad, en uno que fue capaz de emocionarnos por momentos después de tantos meses en los que la música en directo era sólo imaginada, sin pantallas ni balcones, echándola de menos mucho. Le acompañaba por primera vez el guitarrista Rubén Campos y, rodeándola, se disponían las sillas de los afortunados que consiguieron alguna de las cuarenta invitaciones que ofrecía este Museo, que inauguró anoche su ciclo de conciertos de verano por todo lo alto, y por lo más profundo.
El concierto, de unos 40 minutos de duración, comenzó con 'La Alondra', casi recitando en susurro «En este corazón hay una alondra que canta solo para ti» (homenaje declarado a Sinead O'Connor y su 'In this heart') y apelando mucho a la poesía, por ejemplo con un par de versiones de Paco Ibáñez, con quien tiene pendiente un disco conjunto; una que es la adaptación del poema 'Quisiera esta tarde' de Alfonsina Stormi, y otro de Antonio Machado: «Tus ojos me recuerdan las noches de verano». El sonido era excelente, algo no del todo fácil en una sala creada para la exposición de pintura y ante un aforo diseminado por la distancia social.
Hubo poco espacio en el repertorio para su material propio, esa encrucijada de estilos que pasan por la rumba, el r'n'b o la canción melódica, con colaboraciones con Los Planetas o con La Bien Querida y canciones puestas a disposición de productores pop. Ahí está 'Lo que te falta', con ese deje a lo María Jiménez, o 'Cosas buenas' que son en realidad unas granaínas cantadas con la complicidad declarada durante todo el espectáculo a todo el público, concretado en unos familiares que habían venido a verla. Intentó terminar con 'Olelorelei', una rumba para que nos fuéramos contentos, pero la petición popular de un público encantado provocó al final dos canciones flamencas en forma que eran homenaje a su raíz y a esta ciudad; la primera, compuesta por su padre, Enrique Morente, 'Málaga la bella', y por último 'Amores', otra rumba traída aquí en una voz delicada y que se nos presentó sin máscaras ni 'autotune', demostrando la fuerza lírica y melodías que salen de lugares muy diversos. En esta noche de verano, un concierto íntimo sirvió para sacudirnos el miedo y la muerte. En las paredes había visiones contemporáneas de la lucha obrera y salimos convencidos de que la música en directo es en estos momentos una forma de revolución.
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