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Joan Manuel Serrat apareció de negro sobre el escenario del Auditorio, en el que repasó más de medio siglo de canciones de toda una vida en la música.

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Joan Manuel Serrat apareció de negro sobre el escenario del Auditorio, en el que repasó más de medio siglo de canciones de toda una vida en la música. HUGO CORTÉS
Concierto

Serrat se despide de Málaga

Un abarrotado Auditorio de Málaga se despide del artista en un último concierto inolvidable, en el que público y artista disfrutaron de canciones y complicidad

Lunes, 27 de junio 2022, 01:13

Fue una despedida. Pero no sonó 'Adiós con el corazón'. Porque el alma estaba para fiestas. Y aunque hubo que esperar hasta casi el final para cantar «vamos subiendo la cuesta / que arriba mi calle / se vistió de fiesta», la rampa a esa celebración la subió de un salto un público entregado nada más aparecer este domingo Joan Manuel Serrat sobre el escenario del Auditorio de Málaga. Todo de negro. Y ese pelo blanco de cientos de canciones peinadas hacia atrás. Aunque ya alguna se le haya caído, como dijo nada más empezar. Venía a «despedirse como corresponde, personalmente» y «uno por uno», así que prohibió la «nostalgia» y decretó la «fiesta» porque a partir de ese momento «todo lo que viene es futuro».

No, no hubo nostalgia en este punto y final. Y si hubo lágrimas, fue «cuando nadie nos ve», como nos recordó 'Aquellas pequeñas cosas' que, ayer más que nunca y cantada con el público, se hicieron grandes, enormes, emocionantes. Como no, el artista que mejor canta los versos de los poetas arrancó con Miguel Hernández y su 'Dale que dale' que anticipaba las dos horas de espectáculo y sentimiento que íbamos a vivir con Joan Manuel Serrat. Juan Manuel. El Nano. Porque anoche volvió el Nano. Con esa marca de la casa parlanchina entre canción y canción, y esa media sonrisa que siempre ha sido el espejo de la otra media en la cara de su público. Mitades que ayer se fundían en una cuando cantaban a la par 'Señora', 'Tu nombre me sabe a yerba' o el caminante no hay camino de 'Cantares'. En otras, la mitad a este lado del escenario callaba para escuchar al «maestro» o al «guapetón», como le gritaban.

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Tampoco faltó el Nano guasón, como aquel del concierto en el Cervantes de hace años que le bajaba los humos a sus músicos después de que se le hubieran venido arriba porque la crónica de SUR había destacado lo bien que sonaba la banda. Ayer, tras la tercera canción, paraba la parrafada para dirigirse a un par de espectadoras: «Yo que estaba orgulloso de que un espectáculo en Málaga por fin empezaba puntual y ustedes me llegan tarde». También tuvo tiempo de imitar a Cantinflas y de bromear con lo que le dice su cardiálogo de que esté dando tantos conciertos en esta gira final: "Como me pase algo, me dirá eso de 'te lo dije'",

El Nano también se puso entrañable al recordar a sus amigos José Luis Martín Lorca -"no lo verán en un concierto, pero sí donde hay becerros"- y el fallecido promotor de espectáculos Antonio Rodríguez, que lo trajeron a Málaga por primera vez allá por 1967. Al hotel Miramar. Y ya que estaba en clave sureña, aprovechó para personalizar la 'playlist' de la gira y cantó 'La Saeta' con imágenes de fondo del trono de lo Gitanos y de la Semana Santa de Málaga que fueron muy aplaudidas.

Sin silbidos

También se paseó por el escenario el Nano reivindicativo que cantaba lalalás en catalán en tiempos de Franco. Aunque no hace falta irse tan lejos. Todavía le silbaban en los 90 en la plaza de la Malagueta cuando entonaba una canción, una, en su otro idioma. El de casa. No lo recuerdo bien, pero creo que fue la bellísima 'Paraules d'amor'. Nunca ha dejado de hacer lo que ha querido, creído y cantado con esa firme amabilidad que le define tanto como su voz mediterránea. Como tampoco ha dejado de cantar en español cuando le han tocado a rebato el independentismo. Anoche entonó la bella 'Cançó de Bressol' y la ecologista 'Pare'. No hubo silbidos. Lo consiguió. Al fin normalidad, pese a los tiempos extremos.

En este punto del 'Mediterráneo', entre Algeciras y Estambul, no cabía anoche una ola más en esta última fiesta en el Auditorio de Cortijo de Torres. Ya fuera solos, en pareja o familias enteras, desde los coetáneos del artista a esos locos bajitos de sus nietos, pasando por adultos de todo pelaje y calvaje, el concierto fue una barra libre de canciones de toda la vida. Y el tipo que las cantaba, una rockstar, pero sin rock ni chupa de cuero que además hacía mucha calor –se agradeció el insistente vientecito–. El más grande de nuestra canción nos dijo adiós en un noche inolvidable en la que volvió a convertir en música el mar, el sol, el amor, la vida, la memoria. Y el catalán disfrutó tanto como el público, su público, dejando caer el manojillo de escarcha del 'Romance de Curro el Palmo', la más bella historia de amor de 'Lucía', el montón de palabras gastadas de 'No hago otra cosa que pensar en ti', el árbol talado de 'Para la libertad' o ese café y esa broma que se gasta 'De vez en cuando la vida'. Sí, ayer fue fiesta de guardar y, como pudo ser un gran día, lo fue.

Nadie quería que se acabara aquello. Serrat tampoco. Entraba y salía para cantar. Faltaba 'Penélope', con su bolso de piel marrón, que se hizo de rogar hasta la última fanfarria y comenzó a sonar por petición popular. Y pese a la resistencia y los aplausos, se acabó. «Se acabó/ el sol nos dice que llegó el final / por una noche se olvidó / que cada uno es cada cual / vamos bajando la cuesta / que arriba en mi calle / se acabó la fiesta». Al fin y al cabo, entre ese tipo del escenario y el público hubo ayer algo personal. Porque siempre lo hubo. Y lo de anoche fue un adiós colectivo en el que, como prometió, el artista estrechó su mano de uno en uno a los presentes a golpe de voz. Esa misma que nos recordó que habíamos llegado al final del camino machadiano en el que todo pasa y todo queda. Así que fuera nostalgia y siempre nos quedará el disco o el 'spoty'. Gracias, Nano.

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