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Desde hace un tiempo en su 'playlist' se mezclan Chopin con los Cantajuegos, un aria de ópera con una nana. Hace diez meses nació Mencía ... y Salvador Vázquez (1986) ha sumado a su profesión de director de orquesta el rol de padre a tiempo completo. Sonríe con los ojos tras la mascarilla cada vez que la menciona. Ella y su familia son su primera pasión. Después viene la música. El malagueño se afianza en el atril de los principales directores españoles jóvenes en el circuito nacional. Es director artístico de la Joven Orquesta Barroca de Andalucía (JOBA), director titular del Coro de Ópera de Málaga y cada mes de esta temporada ha sido invitado por alguna orquesta profesional. Además, le han visto en la pequeña pantalla, levantando la batuta frente a la Sinfónica de Castilla y León en las tres temporadas del talent-show de TVE 'Prodigios', centrado en el canto, la danza y la interpretación musical (solo fue baja en los dos últimos programas por contacto estrecho con un positivo en Covid).
–Después de tres temporadas en 'Prodigios'. ¿Cómo ha sido la experiencia de compaginar dos mundos tan diferentes?
–Muy buena. Maravillosa. Es todo lo que lleva la palabra experiencia. No es fácil. Cuentas con unos medios técnicos con los que no contarías en un concierto normal, o en una ópera incluso. Ni siquiera en un foso me ha costado tanto trabajo sacar esto adelante. Hay un eco que rebota, tengo un pinganillo por el que me están hablando, estoy escuchando a los nenes medio segundo tarde... Es muy difícil que todo se cuadre. Y no hay que olvidar que no dejan de ser niños, que a algunos chicos les abruma la orquesta. Esto te curte. Pero la experiencia más importante que me llevo es con la danza, porque en este país, salvo con la Compañía Nacional, no existe la posibilidad de acompañar desde el foso.
–En tiempos de pandemia, esto le habrá mantenido ocupado.
–Soy un afortunado. Justo antes de la pandemia tenía compromisos muy interesantes, pero se cayeron. Pero una vez que se empieza a levantar todo, no he parado.
–Porque un músico puede tocar solo, pero un director necesita una orquesta para funcionar. ¿Cómo ha llevado esta inactividad forzosa?
–Leyendo mucho, estudiando, tocando el piano lo que se puede. No queda otra.
–¿La titularidad de una orquesta profesional es el objetivo?
–Eso siempre es interesante. Cuándo llegará, no lo sé. Y si cuando llegue estaré preparado, tampoco lo sé. Pero ahora mismo, con todo esto que está pasando, el hecho de poder hacer música, de que me estén llamando... Yo no paro de dar gracias porque me están dando oportunidades. Porque si no hago música me muero por dentro. Solo pienso en salir de esto, seguir trabajando y seguir ganando experiencia.
–Con todo esto, ¿llegó a temer por su futuro laboral?
–Claro, y temo. Porque esto no es coger carrerilla y ya. No. En cualquier momento se te cae el castillo de naipes rapidísimo. Tenemos a veces la creencia de que cuando algo funciona, ya tira hacia adelante. Y realmente es un continuo luchar por mantener tu carrera, tu camino... Te genera un desgaste mental importante. Por eso creo que el ir muy rápido es contraproducente. A veces hay que arriesgar, pero intento ir despacio. Esta temporada, de septiembre a junio, todos los meses estoy con una orquesta profesional. Pero el año que viene tengo cuatro o cinco compromisos cerrados y lo demás... pues ya iremos viendo. Y gestionar ese vacío, esa angustia, con tu día a día, porque también eres persona y te llegan cartas de Hacienda, es complicado. Esto es una montaña rusa brutal.
–'Prodigios' tiene el mérito de colocar la música sinfónica en 'prime time'.
–Eso es lo que me gusta. En Twitter he visto a gente que nada tiene que ver con esta música discutiendo si le gusta más el niño del violín que ha tocado Vivaldi o la chica que ha tocado al clarinete el concierto de Weber un sábado por la noche. Me quedo patidifuso. Qué bien que se esté discutiendo de esto y no sobre Kiko Rivera.
–¿Se hace lo suficiente por divulgar la música clásica?
–Se hace mucho, pero a veces no sé si el medio de exposición es el adecuado. Ya no hay espacios como 'El conciertazo', por ejemplo. Somos un sector que no convencemos fácilmente en una sociedad en la que todo va muy rápido.
–Hace unos años decía que si le dejaran, dirigiría en vaqueros. ¿Lo sigue pensando?
–Se dirige muy cómodo en vaqueros (risas). Pienso que el frac hay que quitárselo de en medio ya. Yo me lo he puesto últimamente un par de veces y no me gusta, porque nos da una imagen de inaccesibilidad, de gente seria... Y creo que no lo somos, en absoluto. La gente no viene de etiqueta a los conciertos. Un traje normal, con tu corbata y tu camisa, es elegante pero tiene un toque más fresco y cercano. Todo lo que sea quitar polvo y telarañas a nuestro mundo, nos ayuda.
–¿Dice que los directores no son gente seria?
–Somos educados, pero yo no me considero una persona seria. Cuando me sacas del contexto, soy normal, me gusta reírme, me gusta salir, bromear y contar chistes. Y me gusta mucho leer 'El Mundo Today'. A veces lees una noticia real y parece una parodia, sobre todo de política. Tal y como vivimos hoy, prefiero reírme a estar de otra manera.
–Hay una generación de directores jóvenes al frente de grandes orquestas. ¿Es una moda o es que han cambiado las tornas y ahora se dan más oportunidades?
–No lo sé, igual sí que han cambiado un poco las tornas. También hay más posibilidades de tener formación, puedes ver masterclass de la Juilliard School o del Royal Opera House en Internet. Hay tanta posibilidad de acceso, que la gente está muy bien formada. Pero yo sigo pensando que la experiencia es un grado.
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