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Ser optimista está de moda. Lo dicen los gurús de la felicidad, los 'influencers', las marcas y los 'bestseller' de las librerías. La religión del 'jodido pero contento' se ha instalado en nuestra rutina y no permite disidentes. Creer en ello de forma auténtica es otra cosa. Adivinar en la silueta de cada día un motivo para mirar al futuro con ganas y certezas es casi un trabajo hercúleo. Predicar la bondad sin tener miedo a parecer naif, una odisea. Ataviada con las ganas de quien lleva casi un año sin respirar (desde octubre no se subía a un escenario), la cantante Rozalén se presentó anoche en la cantera de Starlite como una profeta de la alegría y desató una tormenta de optimismo y vitalidad que arrastró a un público hechizado por su autenticidad.
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Para el arranque le prestó la voz Benedetti, con el poema 'No te salves'. «No te llenes de calma, no dejes caer los párpados pesados como juicios, no te salves», repitió María casi sin moderación: «Ay, qué ganas, hoy no prometo nada, me cuesta contener las emociones». Parecía estar gritando «¡sigue, levanta, no te dejes caer!» a los desesperados que maldicen este 2020 que ha llegado torcido y aciago. «Queríamos empezar estos conciertos extraños de la nueva normalidad con Benedetti porque hay que decirlo, no te salves ahora», explicó, y añadió que «hay veces que pensamos que lo controlamos todo, y hacemos unos planes, pero la vida tiene otros; y nos ha tocado parar de verdad».
Su 'Vivir' retumbó en el auditorio como un hachazo, un «levántate y anda» más que imperativo, un conjuro hilvanado a través de una de las voces con más verdad del panorama pop español. «Y si me levanto y miro al cielo, doy las gracias», rezaba Rozalén mientras más de mil lázaros se desataban y hacían vibrar la platea con el repiquetear de los zapatos de gala.
Rozalén cree en lo que canta, no es un eslogan, ni siquiera cuando roza lo político. «Mi padre siempre me dice que nadie da lo que no tiene, nadie puede dar amor si no se quiere a sí mismo, y es importante saber de dónde se viene para saber a dónde se quiere ir», apeló María a la memoria, a la histórica y a la emocional, la que le dejó en forma de narraciones su abuela desde que era una niña. «Sin odios ni venganzas, que ella de eso tenía poco», aclaró, y se apresuró a cantar la historia de su 'Justo', un familiar que desapareció en la Guerra Civil cuando tenía 18 años. Gracias a esta canción la abuela pudo encontrar la fosa en la que estaba enterrado y llevarle una flor, dijo la cantante, y declaró que el tema le sirvió para «comprender qué ocurre cuando se habla de cosas que siguen doliendo tanto». La dedicó «a tantísimos 'Justos' que sigue habiendo en este país».
El aplauso de justicia poética dio paso a otro tipo de magia, la de las hadas. Porque asegura la albaceteña que 'Las hadas existen' y que están alrededor sin que nadie se dé cuenta. A ellas debió conjurarlas para homenajear con tanta altura a dos de los totems de la música española, Cecilia y Luis Eduardo Aute. Sonó el 'Nada de nada' a caramelo amargo, fiel al espíritu frágil y celestial de la dulce Cecilia.
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Para entonces ya había congelado Rozalén al auditorio al calor de estos versos inmortales, cuando nacieron los de Aute para terminar de generar un síndrome de Stendhal melódico con 'La Belleza'. Las mascarillas no alcanzaron a ocultar los gestos compungidos ante tal derroche de verdades incómodas: «Negociando en cada mesa ideologías de ocasión, siguen todos los raíles que conducen a la cumbre, locos por que nos derrumbe su parásita ambición». Ante la miseria moral y la tentación de los poderes, Rozalén invocó ese espíritu de Aute: «Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo». No se conformó con este asalto al corazón y a continuación le cantó a sus padres, al amor prohibido entre su padre, que dejó el sacerdocio después de diez años de cura, para unirse a su madre, de quien se había enamorado.
Sublimados por la emoción de estas letras, el público se acostumbró rápidamente al cambio de registro de María, quien después de la intensidad se pasó al cachondeo. Se acordó de su hermano El Kanka para entonar 'Me arrepiento' e inventar una nueva forma de bailar a medio cuerpo. «Si me queréis, no quitarse la mascarilla», guiñó a la platea apelando a la responsabilidad de todos.
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La fiesta continuó con 'Tu nombre' y '80 veces'. En la estela de ese hacer desde lo pequeño dio paso Rozalén a 'Aves enjauladas', una canción que nació durante el confinamiento y que finalmente ha decidido incluir en su próximo disco, que se publicará en un par de meses. La recaudación de este tema se destinará, dijo, «a la gente que lo va a pasar aún peor que el resto».
Predicando con el ejemplo se despidió al ritmo de los 'Girasoles': «Así que le canto a los valientes, que llevan por bandera la verdad, a quienes son capaces de sentirse en la piel de los demás, los que no participan de las injusticias». Tienes en los ojos girasoles, Rozalén, y en la voz un antídoto contra el miedo.
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