Marilú Báez

Los rockers detrás del Rockin' Race Jamboree

Guille y Vivi llevan treinta años juntos, las mismas ediciones que cumple uno de los festivales del género más potentes del circuito. En febrero Torremolinos volverá a ser el Memphis de los 50

Jueves, 14 de diciembre 2023, 00:13

Él viste unos Levis vintage, unas botas originales de Chicago y una camisa vaquera con patrón de los años 50 comprada en Japón. Ella no rehúye las marcas conocidas por todos, pero respetando siempre la estética retro. Posan para la foto junto a un tocadiscos, ... una guitarra Hofner de los 60, vinilos y pósters de Jonhy Cash en la que es su segunda casa, la tienda Sleazy Records. Aquí no hay nada impostado ni forzado. Son rockers en estado puro. Guillermo Jiménez y Vivi Milla han hecho de su pasión por la música y el 'look' americano de los 50 y 60 su estilo de vida. Y lo comparten con el mundo. La pareja impulsa desde hace tres décadas el Rockin'Race Jamboree, el festival que cada invierno transforma Torremolinos en el Memphis de hace setenta años. Este 2024 volverá a hacer su magia del 1 al 4 de febrero (99 euros el abono).

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Rockin'Race Jamboree cumple con la tradición de inaugurar el circuito de los festivales rockabilly del mundo. Es el primero del año y uno de los más deseados de la tribu rockers por el buen ambiente y el clima privilegiado de la Costa del Sol. La imagen de chicas 'fifties' con los pies en la piscina en pleno invierno es ya un clásico del evento. Muchos reservan su estancia de un año para otro, sin ni siquiera conocer un nombre del cartel. Después de 30 ediciones saben que habrá nivel.

Este febrero la fiesta del rock and roll celebra su aniversario con 42 bandas -la mayoría internacionales- repartidas en cuatro días sobre cuatro escenarios diferentes. Con mucho rockabilly, por supuesto, pero también garage, punk, rhythm and blues… «Somos de los más arriesgados de la escena europea. Muchos quieren venir porque aquí les descubrimos bandas», apunta Guille. Habrá espacio para la nostalgia patria con Los Sírex, roqueros de traje de chaqueta que firman éxitos inolvidables como 'Si yo tuviera un escoba' y 'Que se mueran los feos'. Para grandes roqueros americanos que nunca antes han pisado España, como el tejano Reverend Horton Heat. Y, además, estará Linda Gail Lewis, la hermana de Jerry Lee Lewis. Y grupos actuales como The Surfrajettes, cuatro chicas que destilan un rollo californiano de los años 60. Hasta la banda tradicional de bluegrass The Po' Ramblin' Boys.

Marilú Báez

Torremolinos se convierte esos días en el punto de confluencia de la familia rockers, «donde te reencuentras con tu amigo mexicano, japonés o australiano que solo ves de festival en festival», explica Vivi. También los músicos son amigos. «Y te tomas una copa al lado del que acaba de cantar. No son estrellas que después se van a su hotel», añade. Hasta 5.000 personas al día pasarán por las diferentes sedes del Rockin: la piscina del Hotel Barracuda con la 'pool party' de las mañanas (el establecimiento agota sus habitaciones con esta cita), el Auditorium Municipal Príncipe de Asturias para los conciertos de la noche, la Plaza del Remo para las actuaciones gratuitas en el pueblo y el Paradiso Dancing Hall, la pista de baile retro con suelos de madera, terciopelo y espejos traída el año pasado por primera vez expresamente de Holanda.

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Y todo empezó como una fiesta entre amigos que se les fue de las manos. Hace más de 30 años, cuando los rockers y los mod rivalizaban por ser el grupo dominante, nacía en la calle Beatas el Rock and Roll Club, una asociación de aficionados a la música de los 50 que intercambiaban discos y organizaban conciertos de grupos que si no fuera por ellos jamás pisarían Málaga. «O te lo montabas tú, o no venían». La afición crecía y necesitaban un espacio nuevo para sus fiestas. «Un mod amigo nuestro nos dio el contacto de un bar de Torremolinos donde ellos organizaban las suyas. Al final, los rockers hicimos el festival gracias a los mod», recuerda Guille. Ironías de la vida. Apenas tenían 18 años y los carteles se enviaban por correo ordinario. Con el tiempo y el boca a boca, el evento crecía y al mismo tiempo aumentaban las exigencias, las responsabilidades y las tensiones en el colectivo. El club original se disolvió y Vivi y Guille asumieron la continuidad de un proyecto que no ha dejado de expandirse para responder a la demanda de público y grupos.

Marilú Báez

Ellos se conocieron en el instituto Gaona justo un año antes del primer Jamboree, y desde entonces no se han separado. Tampoco del barrio. Justo enfrente, al otro lado de la calle Dos Aceras, la tienda de discos y sello discográfico Sleazy Records resiste a las modas, las plataformas y los vaivenes de la economía. Es el éxito del trabajo y la constancia, pero también de un género ya inmortal con un público extremadamente fiel que valora el producto físico por encima de lo virtual. Solo venden discos de primera mano, reediciones de clásicos y álbumes de bandas que les gustan que ellos mismos editan y distribuyen por todo el mundo. «Algunos grupos que tocan se van después del festival directamente a Hollers Studio a grabar en analógico y sacan el disco con nosotros». El rock and roll les ocupa todo el día. «Por eso a veces cuando llegamos a casa por la noche nos ponemos un disco de jazz», dice Guille mientras Vivi ríe.

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