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Un derroche de fuerza física, emocional y artística es lo que demostró sobre el escenario de los jardines de la Cueva de Nerja la 'danzaora' de Torre del Mar Rocío Molina, con su espectáculo 'Impulso', en la noche de este pasado viernes, dentro de la ... programación de la 63.º edición del festival nerjeño. No hubo casi palabras, solo movimientos, y el sentido 'quejío' flamenco de José Ángel Carmona al cante, las palmas de José Manuel Cacao y el toque magistral de la guitarra de Francisco Miguel Vinuesa.
Rocío Molina es el embrujo del flamenco llevado a la máxima expresión, traspasando los límites clásicos del género, de la mano de una de las bailaoras más reconocidas por su capacidad de innovar en el arte que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La ganadora del Premio Nacional de Danza en 2010 y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2022 volvió a actuar en el festival nerjeño, aunque esta vez lo hizo en el auditorio Manuel del Campo, en los jardines de la cavidad, y no en su interior, como ya hizo en 2019.
Hace exactamente cinco años, también un 26 de julio, tuvo el privilegio de ser la penúltima actuación en el interior de la cavidad nerjeña, el día antes de la de Concerto Málaga, ya que desde que se retomó el festival tras el parón de 2020 y 2021 por la pandemia del Covid-19, todas las actuaciones son en el exterior por motivos de conservación. Molina empezó en la noche de este viernes su espectáculo sentada junto a una mesa, acompañando el movimiento únicamente con el golpear de los dedos en la tabla, a modo de 'duelo' con el cantaor.
Con un traje rojo, de pocos volantes, fue elevándose, meciéndose y derrochando su fuerza artística en torno a la mesa y las sillas. Las de anea son otro de sus inconfundibles acompañantes en sus movimientos, atrevidos, sugerentes, que traspasan los límites del flamenco más puro para adentrarse en una nueva dimensión, innovando y renovando un arte que desde siempre se ha dejado moldear por los artistas que lo sienten y lo hacen suyo.
La de Vélez-Málaga demostró porqué es «la que manda», como le decían los integrantes del cuadro flamenco en varios momentos, con los que se iba retando en diferentes bailes, enfrente de la guitarra y hasta con un palo de madera, con el que acompañó otro de sus espectáculos. Cuando llevaba unos 50 minutos sobre el escenario Molina se cambió de vestuario, colocándose un traje más típico, de lunares negros sobre tela amarilla.
El público, con casi un millar de asistentes en un aforo de cerca de tres mil, no dejó de aplaudir cada uno de sus movimientos. El taconeo seguía, igual, infinito, tras más de una hora de espectáculo. El derroche físico y artístico era espectacular. La cálida noche nerjeña hizo que la artista de Torre del Mar sudara de lo lindo. Pero Rocío Molina estaba dispuesta a más. Tras un primer saludo, hubo tiempo incluso para un 'bis' de despedida. El taconeo seguía como al principio del espectáculo, del 'Impulso', y habían pasado ya casi una hora y 20 minutos. Rocío Molina es infinita.
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