
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Lo de este hombre continúa siendo algo de otro planeta. La luz que más iluminó la noche malagueña emanaba de su garganta y fue capaz de llenar un estadio entero. Se trataba de la parada del 'Tour REsinphónico', otra de sus giras interminables que se solapan y se entrelazan en un bucle que es infinito porque este artista empezó a girar el día en el que le parieron hace ya 76 años.
Eran las 22:08. Como siempre, vestía de negro riguroso y con una chaqueta que le duró dos canciones. Gracias a las pantallas supimos que otras dos fueron suficientes para disparar los primeros botones de su camisa. El de Linares trazó un repertorio que duraría más de dos horas y en el que, ya lo veríamos, habría algunas sorpresas. Empezó con algunos temas más o menos nuevos como 'Infinitos bailes', que sirve para abrir la gira después de una introducción instrumental, y luego 'Loco por cantar'. Poco a poco, la historia de la música y de una vida entregada a ella se volvió a desplegar ante nosotros.
'REsinphónico' es un disco que retuerce el concepto de su anterior trabajo con versiones orquestales y que incluye una parte electrónica, nocturna y más o menos enfocada a la pista de baile. Con 'Inmensidad', una canción relativamente desconocida, empezaron a sonar los primeros 'beats' de fondo y la gente se ponía de pie y bailaba, sí, pero que nadie piense que aquello se convirtió en una discoteca de Berlín, aunque en el algún momento lo pareciera. Así pasó en 'Estuve enamorado', un clásico de su repertorio que anoche sonó con un estruendo encantador.
Gracias a esta gira hemos descubierto que Raphael bailaría techno de la misma manera que cualquier otro estilo musical. Y no importa, porque todo le queda bien. Teniendo en cuenta la trayectoria clásica de este artista, el invento de mezclar orquesta y electrónica podría catalogarse como algo rompedor. Pocas veces se ven estos tótems de la canción española en este contexto. La intención de renovarse, desde luego, está ahí.
Pese a que estamos ante un artista que es el rey del escenario y que es quizás la persona que mejor recibe aplausos del mundo, la condición tan enorme de un estadio no invitaba a la cercanía. Se hicieron esfuerzos notables de iluminación, pero las visuales no resultaron del todo espectaculares. Hay, de repente, siluetas de naves espaciales que sobran y lo mejor seguían siendo los primeros planos. Todo el mundo cantó y bailó 'Digan lo que digan', y las que vendrían después, y cada vez un fervor mayor hacía que nos levantáramos de nuestros asientos. Hubo espacio hasta para tangos, villancicos y canciones muy lentas. Esto tampoco podría convertirse en un 'in crescendo' de dos horas y media porque entonces habríamos acabado todos bailando en la luna. Lo importante de esta noche es que Raphael sigue haciendo de su vida un auténtico 'remix'.
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