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Rafael Aguirre, profeta en su tierra
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El guitarrista malagueño, tras un éxito rotundo en el Carnegie Hall de EE. UU., aterriza en su ciudad natal para conquistar al público malagueño con una de las obras cumbre del repertorioCarlota Hernández
Sábado, 18 de noviembre 2023, 11:25
El programa número 4 de la OFM estuvo protagonizado por el guitarrista malagueño Rafael Aguirre, que tras un éxito rotundo en el Carnegie Hall de EE. UU., aterriza en su ciudad natal para conquistar al público malagueño con una de las obras cumbre del repertorio.
La primera parte se inicia con la obertura pastoral de «Los esclavos felices», del compositor bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga. Forma parte de la ópera homónima, que fue estrenada en el año 1819 en Bilbao y de la que sólo se conserva esta partitura. Esta versión, ofrecida por el maestro Pablo Mielgo, sabe retratar las distintas influencias que el compositor vasco, conocido como el «Mozart español», dejó patentes en la pieza jugando con el equilibrio entre los pasajes más comedidos -típicamente alemanes- y los más excesivos, propios de la ópera italiana, estando Rossini también entre sus influencias más directas.
Tras ella se interpretó la conocida «Fantasía para un gentil hombre» de Joaquín Rodrigo con el guitarrista malagueño Rafael Aguirre, un concierto para guitarra y orquesta inspirado en las danzas del siglo XVII que Gaspar Sanz compuso para guitarra solista, y que se ha convertido en una de las piezas para guitarra más interpretadas tras del Concierto de Aranjuez del mismo compositor. A pesar de tratarse de un teatro de grandísimas dimensiones, desde los primeros punteados de Aguirre en el Adagietto del primer movimiento conseguimos entrar en una atmósfera íntima y muy evocadora, casi mágica, que el malagueño mantiene de principio a fin de esta suite de cuatro movimientos, poniendo de manifiesto una profunda delicadeza y sensibilidad interpretativa, especialmente en los tiempos lentos. Como colofón a esta primera parte, el guitarrista ofreció dos bises entre los que destacó una versión de la «Campanera» de Joselito, que terminó de meterse al público en el bolsillo.
La segunda parte culmina con uno de los grandes puntales del repertorio sinfónico: la Sinfonía nº 5 en Mi menor op. 64 de P. I. Tchaikovsky. La Filarmónica ofreció una interpretación modélica, con un sonido refinado y muy cuidado, que parecía grabado en estudio. Destacaron sobre todo unos tutti llenos de fuerza e intensidad, pareciendo que los músicos de la orquesta malagueña llevaran toda una vida interpelando a Tchaikovsky, dejando al público extasiado.
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