Rafael Aguirre saluda al público que abarrotaba el martes el Carnegie Hall. Martí E. Berenguer

Rafael Aguirre, una guitarra malagueña en el Carnegie Hall

El músico recoge el testigo de su paisano Ángel Romero y toca el 'Concierto de Aranjuez' más de 20 años después en la emblemática sala neoyorquina

Jueves, 12 de octubre 2023, 00:13

En lo que lleva de vida musical, su guitarra ha estado ya en más de 40 países. Rafael Aguirre ha dado varias vueltas al mundo. ... Pero esta será la primera vez que lo haga de forma literal, de una sola vez: España-Japón-Estados Unidos-México-Ecuador y vuelta a casa en apenas un mes. El guitarrista malagueño afronta su gira más extensa en kilómetros y una de las más simbólica en citas en el calendario. Ha vuelto al país del sol naciente por cuarta vez, en unos días debutará en dos países (Ecuador y México) y hace unas horas protagonizó una escena memorable, de las que se quedan en la retina para siempre. Aguirre (Málaga, 1984) actuó por primera vez en la sala principal del Carnegie Hall de Nueva York. Ya había estado tres veces en ese templo de la música clásica, pero nunca en el inmenso Stern Auditorium con capacidad para unas 2.800 personas.

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«Muy pocos guitarristas a lo largo de la historia han estado aquí», reflexiona al otro lado del teléfono, a más de 5.800 kilómetros de distancia. El músico, un virtuoso de las seis cuerdas con gran proyección internacional, pisó la noche del martes el escenario «soñado por todos los músicos» junto a la Franz Schubert Philharmonia, una orquesta de Barcelona con la que ha trabajado habitualmente.

Rafael Aguirre, frente a la sala vacía durante el ensayo. Sofía Crespo

Aguirre interpretó una vez más –y ya van más de cien– el 'Concierto de Aranjuez' de Joaquín Rodrigo, probablemente la partitura de guitarra y orquesta que más suena en todo el mundo. Pero, curiosamente, en el Carnegie Hall se ha hecho de rogar. Veintitrés años han pasado desde la última vez que se escuchó en este auditorio su famoso adagio y, casualidades del destino, la tocó otro malagueño, Ángel Romero, de la popular familia de guitarristas malagueños que emigraron a Estados Unidos, Los Romero. «Pensaba que un concierto que se interpreta prácticamente a diario en algún lugar del mundo se hacía al menos una vez al año en una sala tan importante. Pero no, me llamó mucho la atención».

Es la pieza que más le demandan las orquestas, una composición de 163 escalas que domina a la perfección, pero que hoy le sigue emocionando. «Me encanta cómo suena, me tiene muy absorbido. No sé lo que voy a hacer cada vez que la toco, hay tantas variables que resulta imposible tocarla dos veces de la misma manera», declara. En Nueva York, además, la obra formó parte de un recital que reprodujo el mismo programa que se interpretó el día de su estreno en el Palau de la Música de Barcelona, junto con la 'Sinfonía del Nuevo Mundo' de Antonin Dvorák. Hoy, Día de la Hispanidad, repetirá concierto en Washington.

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El guitarrista está inmerso en su gira más extensa con su cuarta visita a Japón y debuts en Ecuador y México

Aguirre gira por Estados Unidos recién llegado de Japón, donde ha ofrecido tres recitales como solista en cuatro días y tres ciudades: Yokohama, Tokio y Osaka. Asia es su lugar de eterno retorno. Desde que debutó en 2016 no ha dejado de volver. «Y lo haré al menos una vez al año», asegura. Allí, cuenta, viven su música con mucha emoción y con un respeto casi reverencial. A la salida de la actuación le esperan para hacerse fotos y pedirle autógrafos. «Son súper agradecidos», les reconoce. Y las salas de concierto tienen una acústica «increíble».

La infinidad de horas de vuelo que acumula en su guitarra no le pesan. «Cuanto más viajo, mejor lo llevo. El 'jet lag' se entrena», dice mientras ríe. En los tiempos muertos, saca el instrumento y estudia sentado en la silla de cualquier sala de espera de cualquier aeropuerto del mundo. Sí se le hace cuesta arriba la logística que conlleva cada desplazamiento. «Mi trabajo no es dar conciertos, sino aguantar el temporal que se crea en cada viaje con todas las gestiones, los visados, los retrasos en los vuelos, las colas...», detalla. Durante años ha funcionado sin agente –salvo en Japón–, pero ahora acaba de firmar con Arabella Arts, una agencia de Nueva York, para delegar parte de esa carga. «Ha sido un buen aprendizaje. Es bueno entender cómo funciona esta industria y el mercado, y cuáles son sus virtudes y sus defectos. Al final, por mucho agente que tengas, tú eres el que tiene que tener el control sobre todo lo que está pasando», defiende.

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Cuando acabe esta gira, habrá llegado a los 45 países conquistados, con las próximas incorporaciones de Ecuador y México. Para quien saltó al circuito musical como el guitarrista que más concursos había ganado en su modalidad, «el verdadero concurso es el día a día». «No tienes horario, no tienes nómina, no tienes nada. Recibes sorpresas agradables y otras que no. Y debes saber lidiar mucho con el rechazo, he tenido y tengo muchos proyectos que al final se van al garete y te lo tienes que tomar de forma deportiva», indica.

Lo importante es mantener la pasión por lo que hace, en el formato que sea y donde sea. «Porque la guitarra es hipnótico para el que toca y para el que escucha. Me meto mucho en lo que estoy haciendo. Medito cuando estoy tocando la guitarra. Todo lo toco como si fuera lo último que hago. O lo primero...». El 16 y 17 de noviembre lo demostrará en casa, en el Teatro Cervantes con la Orquesta Filarmónica de Málaga.

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