CRISTINA PINTO
Domingo, 24 de abril 2022, 23:07
En la tarde del domingo se vivió un fenómeno de masas en el Teatro Cervantes que desde minutos antes de las siete ya se empezaba ... a intuir. Dos filas -llenas de gente joven- esperaban en la plaza de Jerónimo Cuervo su turno para entrar al espectáculo que cerró el ciclo 'Flamenco lo serás tú'. Israel Fernández y Diego del Morao les estaban esperando tras el telón con 'Ópera flamenca'. Ese nombre directamente hacía viajar a aquella época del arte jondo que fue desde los años 20 hasta mitad de los 50, un tiempo clave para un flamenco que empezaba a salir de los patios y las reuniones en salones entre amigos para dar un paso a los teatros y plazas de toros. Se convirtió en un fenómeno de masas en mitad del siglo XX, como el que se vivió ayer en Málaga con Israel Fernández y Diego del Morao.
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Escenario a oscuras y una luz que indicaba que ahí estaba uno de los protagonistas: Diego del Morao junto a su guitarra tocaba las primeras notas para empezar a hipnotizar al público que llenaba todo el Teatro Cervantes. Al fondo, otro foco que anunciaba que Israel Fernández pisaba las tablas del escenario para, con delicadeza pero a la vez fuerza en su voz, seguir hipnotizando a los espectadores. Con 33 años, el cantaor ha estado nominado en 2021 al Mejor Álbum Flamenco en los Grammy Latinos por 'Amor'; es reconocido como una de las voces más prodigiosas del flamenco actual y su garganta lo dejó claro en Málaga. El flamenco de Israel Fernández no dejó indiferente a nadie.
Cada uno en su silla y en el centro del escenario. Entre fandangos y bulerías Israel Fernández y Diego del Morao cautivaron, no necesitaban mucho más con ellos. El guitarrista miraba al cantaor, que movía constantemente hacia un lado su voluminosa melena para indicar que todo estaba en orden. No había distancia entre ellos, estaban fusionados por el duende del flamenco. Incluso sus pies llevaban el compás con una coordinación tan exacta que llamaba la atención desde lejos. La mano de Israel Fernández, a veces en la rodilla y otras agarrando el aire, marcaba la magnitud del flamenco que salía de su garganta. Era totalmente puro cuando cerraba los puños y casi que saltaba de su silla.
Lo de Diego del Morao también fue de otro mundo. O eso quisieron decir los constantes aplausos y 'olés' tras sus solos en el escenario. Lo dijo también Israel Fernández: «Que Diego esté a mi lado es un seguro de vida». Y es que el jerezano acariciaba con sus manos a un guitarra con la que hizo lo que quiso para conducir 'Ópera flamenca' de una forma mágica. Magia: de eso hubo mucho durante la casi hora y media de concierto. Magia que llegaba a su máximo exponente cuando el cantaor se quedaba a solas con el piano. «Qué bueno esto, madre mía», decía una mujer desde una de las plateas del Cervantes.
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Para ir terminando, una silla y ellos dos a solas con un fandango. Entre gritos de «otra, otra», el cantaor toledano dedicaba unas palabras al público malagueño: «He cantado con mi corazón y humildad, con todo el respeto que tenía. Lo he dejado todo aquí sin guardarme nada», confesaba Israel Fernández. Poco después, tras agradecimientos, terminaba con su pequeño discurso: «Estoy nervioso, a mí me da vergüenza hablar, así que vamos a cantar otra vez». Volvió a poner en pie al Cervantes, que marcaba el compás de las palmas para que hasta Diego del Morao soltase la guitarra y se arrancase a bailar. Acababa la hipnosis que esta pareja flamenca creó en el Cervantes. Y empezó la fiesta.
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