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Navarro posa en la plaza de toros de La Malagueta. Marilú Báez
«Este negocio es muy cruel; tengo que aprender a ser una tigresa»
Diana Navarro - Cantante

«Este negocio es muy cruel; tengo que aprender a ser una tigresa»

La cantante malagueña regresa al Cervantes para rendir homenaje a Concha Piquer y celebra el vigésimo aniversario de su debut discográfico

Jueves, 6 de febrero 2025, 00:51

Repite que está en el mejor momento de su vida. Y debe de ser cierto. Porque Diana Navarro (Málaga, 1978) habla con la calma de quien ya conoce las dos caras de la moneda. Experimentó el éxtasis del triunfo masivo con 'No te olvides de mí' (cientos de miles de discos vendidos, Premio Ondas, nominación a los Grammy Latinos, más de un centenar de conciertos en apenas unos meses...) y le vio los colmillos al lobo de la soledad, estafada en el bolsillo y el corazón. Tuvo que aprender a quererse y ahora, cruzado el ecuador de los cuarenta, recoge lo sembrado: encendió el alumbrado navideño en su ciudad y en abril celebrará el vigésimo aniversario de su debut discográfico con su concierto más ambicioso en el Teatro Real, espectáculo que ha titulado, como un aviso a navegantes, 'Ya no estoy sola'. Antes regresará a las tablas del Teatro Cervantes (10 de febrero, todas las entradas vendidas) con 'De la Piquer a la Navarro', el trabajo con el que rinde homenaje a la mítica cantante valenciana: «Y habrá sorpresas».

–¿Por qué consideraste necesario reivindicar a Concha Piquer?

–Fue empresaria, feminista… Se puso el mundo por montera en una época en la que las mujeres no tenían derecho a hablar. Y ella, desde su posición, hizo muchísimas cosas, ofreció un mensaje de libertad y emancipación femenina que creo que aún sigue siendo necesario escuchar. Es un personaje muy, muy interesante. La he investigado en profundidad y no sólo no me he cansado de ella sino que la admiro más si cabe. Y eso que somos muy diferentes, pero creo que descubrir su personalidad me ha ayudado porque yo soy más pudorosa, más tranquila, y ella, que sufrió el hambre y la pobreza, que tuvo que sacar adelante a su familia cuando su padre murió, de alguna forma me ha transmitido toda su fuerza.

–¿Qué ha aprendido de ella?

–A decir que no y a tener ego artístico.

–¿Eres ahora más descarada, como ella?

–Sí, pero siempre con respeto. Concha me ha ayudado mucho a la hora de darme a valer.

–¿Te costaba decir que no? Siempre está ahí el síndrome del agradador, ¿no?

–Siempre he tenido una relación un poco insana conmigo misma en el sentido de que me felicito pocas veces. Eso provoca que nunca me conforme, pero a veces no es sano. Y ella, aunque entiendo que en la intimidad también tendría sus dudas, mostraba un poderío que me ha hecho querer mirarme en su reflejo.

«Siempre he tenido una relación insana conmigo misma; me felicito pocas veces. Y ahora me quiero, pero antes no lo hacía»

–Hay que saber soltar el látigo también.

–Sí, el látigo está bien para hacer las cosas con excelencia, pero también hay que saber decir: «Ya está, no pasa nada».

–El disco 'Resiliencia' fue un punto de inflexión en esa reconciliación contigo misma.

–Totalmente. Me ayudó a conocerme, a casarme conmigo misma y aceptarme como una persona normal, imperfecta. Ahora me quiero. Antes no lo hacía.

–¿Qué encaje tiene una personalidad como la tuya en un mundo como el discográfico?

–Yo soy una persona altamente sensible. Tengo que aprender a ser una tigresa y voy intentándolo, ¿eh? Pero en la intimidad todavía me duelen muchísimas cosas. No me gusta competir salvo conmigo misma; a mí me gusta compartir y admirar al resto de compañeros. Y en la industria hay cierta energía de hipercompetitividad que me descorazona mucho. Pero bueno, es parte del negocio y tengo que aprenderlo.

–Pero es un negocio que puede ser muy cruel.

–Sí lo es, sí lo es. Y no he tenido muy malas experiencias, ¿eh? Y eso que me han robado, me han engañado y han utilizado mi deseo de ser cantante para beneficiarse. Pero eso le ha pasado, diría, a todos los artistas. Gracias a Dios, yo he vendido mi voz, mi manera de interpretar; no he vendido juventud o físico, y esto veo que le pasa factura a artistas quizá más jóvenes que han basado su carrera en la estética. Y la belleza y la juventud caducan, acaban. Y esta industria es muy edadista, además.

«Me han robado y se han beneficiado de mí... A la Diana de hace veinte años le diría: 'Búscate un buen abogado'»

–Sobre todo con las mujeres.

–Sí, sobre todo con nosotras. Es cierto que cada vez hay mayor democratización de los cuerpos y una conciencia generalizada de que cada uno es como es, pero todavía hay que luchar muchísimo porque la crítica siempre está ahí, el látigo está siempre preparado contra nosotras y tenemos que escuchar o leer eso de: «¿De qué va disfrazada?», »¿Qué lleva puesto?», »Qué mala cara…». Eso a los hombres no se lo dicen.

–¿Qué consejo le darías a esas artistas que basan sus proyectos en la belleza?

–Que sean conscientes de que eso puede durar, como mucho, diez años, y que su propuesta probablemente tenga una fecha de caducidad más temprana que un proyecto con bases espirituales, poéticas o trascendentales, por decirlo de alguna manera. Y si lo aceptan y quieren hacerlo así, adelante. Pero que sean conscientes y lo elijan por sí mismas. Que hagan lo que más les satisfaga a ellas, no a otros.

–¿Te da vértigo que hayan pasado ya veinte años desde 'No te olvides de mí'?

–Veinte años, madre mía. Claro que me da vértigo. Es la edad de mi sobrino, que ya es una persona independiente. Pero aquí sigo gracias al público, que merece todo mi trabajo y mi respeto. Veinte años es toda una vida. Conmigo sólo puede Dios.

–¿Lo vas a celebrar de alguna manera o no eres nostálgica?

–Soy súper nostálgica, pero lo celebraré mirando al futuro. Haré un concierto especial el 6 de abril en el Teatro Real con sinfónica, cuadro flamenco, coro, invitados, sorpresas... Será muy impresionante y ojalá pueda traer el espectáculo a Málaga porque quiero que mi tierra lo vea. Pero en principio es un único concierto porque el presupuesto es inviable.

Marilú Báez

–Has tenido que volverte empresaria.

–Sí, pero gracias a eso estoy haciendo lo que ni las compañías ni los managers se han atrevido a hacer, como por ejemplo este espectáculo del que te hablo, en el que he puesto mis ahorros. Y lo volvería a hacer aunque no recuperase nada porque no lo hago por ganar dinero sino para presentar una propuesta única y que el público la disfrute. Para sentirme Beyoncé una vez en la vida. (Risas). Aunque no me cambio por nadie, ¿eh?

–Si pudieras hablar durante un minuto con la Diana de hace veinte años, ¿qué le dirías?

–Que se espabile, que no deje nunca de aprender, que se rodee de gente que la quiera… y que se busque un buen abogado.

–¿Te has sentido sola?

–Muchas veces. Yo he vivido la soledad del artista. Ahora disfruto de la otra cara de la moneda, que es tener una familia. Y no lo cambio por nada.

–¿El éxito no abriga?

–El éxito está muy bien, pero cuando se cierran las puertas del teatro y tienes que volver a casa o al hotel y estás sola… Eso es muy triste. Y le ha pasado a grandes artistas, que lo han confesado: llenar los escenarios y luego no tener con quién celebrarlo.

–Y eso suele llevar a la autodestrucción.

–Totalmente. Yo me he sentido sola muchas veces. Muchísimas.

–¿Y cómo saliste de ese pozo?

–Dándome cuenta de que estaba en un sitio que no era el adecuado con una persona que me malquería. Empecé en terapia, descubrí la meditación, recé y poco a poco me fui dando cuenta de que tenía que salir de ahí. Pero no es fácil. Los seres humanos nos hacemos trampas constantemente. He tenido que aprender a quererme como soy.

–¿Y nunca pensaste en tirar la toalla?

–Eso nunca, nunca. He pensado en transformar mi carrera, en ser más selectiva, en priorizar a mi familia… ¿pero dejar la profesión? Jamás. Mientras al público le guste lo que ofrezco, aquí estaré.

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