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Una de las salas que muestra la colección de instrumentos de todo el mundo, como el sitar. salvador salas
MIMMA, 20 años del museo que se puede ver y tocar
Aniversario

MIMMA, 20 años del museo que se puede ver y tocar

El Interactivo de la Música cumple en unos días dos décadas de su revolucionaria propuesta expositiva que ruega al visitante tocar la guitarra, la batería o la caja flamenca. Más de 1,2 millones de visitantes ya han dado la nota en estas dos décadas

Sábado, 29 de abril 2023

«Yo solo soy un comerciante». Así, sin música, la frase puede sonar a falsa modestia. Pero no. Miguel Ángel Piédrola Orta lo dice en serio. Sus tiendas –hasta diez con la mítica Río de la Plata al frente– vistieron de boda y de diario a varias generaciones de malagueños. Lo que pocos sabían, incluso en su familia, es que desvestía los maniquíes y vendía hasta el cuello de las camisas para vestir otro santo. Bueno, más bien, una pasión. Desde que se compró hace algo más de 70 años su primer instrumento, una bandurria para tocar en la tuna, este 'comerciante' no ha dejado de comprar pianos, guitarras y todo tipo de artefactos sonoros hasta reunir más de mil piezas de todo el mundo y constituir una de las mejores colecciones de España. «Jamás pensé en un museo hasta que mis amigos me lo dijeron y me animaron, como Gonzalo Martín Tenllado, Manuel del Campo, Francisco de Galvéz, José Miguel Fernández Pelegrina o Toni Romero», cuenta este devoto de la música que convirtió aquel empuje en su sueño. Y aunque tardó y su proyecto dio algún que otro bandazo en la década de los noventa, aquella idea visionaria cumple ahora dos décadas desde que se hizo realidad. Veinte primaveras como las de Vivaldi que sitúan al Museo Interactivo de la Música (MIMMA) como uno de los pioneros que impulsó la Málaga cultural, junto al Museo Picasso y el CAC. Y el introductor además de un revolucionario concepto expositivo: 'Se ruega tocar'.

El lema del museo sigue haciendo escuela. Solo hace falta pasearse por su sede en el remodelado Palacio del Conde de las Navas para comprobarlo. En una de las estancias rojas en la que los instrumentos pasan de mano en mano de los visitantes, un chaval aporrea un teclado, su compañero de al lado entona la estopera «Fui a la orilla del río» y el resto de compañeros se parten de la risa. «Esto fue cosa de mi hijo, yo lo hubiera montado para que la gente lo viera y punto, pero él supo ver que había algo más y que un museo de la música tenía que ser interactivo para que los visitantes lo experimentaran y lo disfrutaran», cuenta el coleccionista, que no tarda en recordar a Miguel Ángel Piédrola Lluch, fundador, creador y director del MIMMA hasta su fallecimiento hace poco más de un año. Ambos hicieron tándem y se lanzaron a esta aventura en un espacio un poco estridente y marciano, el parking de la plaza de la Marina. Un museo subterráneo entre el humo de coches que solo tenía de positivo su situación y que se podía aparcar con facilidad.

113.827

personas recibió en sus salas el MIMMA en su mejor año, 2019. A continuación, llegó la crisis mundial del covid de la que salió el centro expositivo el pasado año, último con restricciones, con 73.315 visitantes, después de que la asistencia en 2020 cayera a mínimos con 16.582.

10%

se ha incrementado la visitas del público en los meses de enero y febrero de 2023 con respecto a las mismas fechas del mejor año prepandémico, 2019. De mantener este porcentaje, el museo espera que este año de su 20 aniversario también sea el mejor de su historia y supere la barrera de los 120.000 usuarios.

«Le echamos valor y me gasté una fortuna en arreglar aquello, que no era el mejor sitio, pero teníamos tantas ganas...», rememora Piédrola padre, que siguió al pie de la letra los postulados de su libro de cabecera, 'Querer es poder', de Orison Swett Marden. Lo cierto es que aquella primera sede, aunque pequeña y enterrada, supuso el origen definitivo de un museo con una armoniosa colección y original propuesta expositiva que el próximo 7 de mayo celebra sus veinte años con cifras que avalan su trayectoria: 1.245.000 personas se han apuntado al ver, oír y tocar que promulga este templo musical. Un aniversario doble ya que también este 2023 se cumplen diez años de la mudanza del MIMMA desde las catacumbas de la Marina al luminoso y rehabilitado palacio del Conde de las Navas, en la esquina de calle Beatas con Cárcer. Un espacio en el que la colección de piezas se ve y se escucha como una gran orquesta.

'Se ruega tocar'

«Buscábamos una nueva ubicación y fue de nuevo Miguel Ángel padre el que vio este edificio en demolición y habló con el Ayuntamiento que lo adquirió para rehabilitarlo y cederlo al MIMMA», explica Marta Izquierdo, que lleva en el museo desde su fundación, pero ha dejado la zona de sombra para dar un paso al frente y asumir la dirección tras el fallecimiento de su marido e impulsor del proyecto, Miguel Ángel Piédrola Lluch. Un legado que, según reconoce, sigue vigente y a pleno rendimiento. «La obsesión de Miguel Ángel era que este museo se adaptara al público y que no fuera solo para aficionados, sino también para familias y niños que de hecho son nuestros principales visitantes con un 65% de las visitas», cuenta la nueva responsable que nos acompaña a una visita guiada. El ambiente que allí se ve y se escucha le da la razón. Es lunes, la jornada en la que cierran casi todos los museos, pero este palacete de la música está abierto y la chiquillería de un colegio anda descubriendo instrumentos de todo el mundo en las salas negras que exhiben la colección y probando cómo suenan en las dependencias rojas del 'se ruega tocar'.

Marta Izquierdo toca el cajón flamenco en una de las salas rojas en la que los intrumentos tienen el cartel 'se ruega tocar'. salvador salas

«A veces coincide aquí gente que sabe de música y se montan conciertos improvisados e irrepetibles», apunta la directora que, tras insistirle el fotógrafo Salvador Salas, se sienta en un cajón flamenco para golpearlo, aunque advierte que lleva el museo en las entrañas pero, en su caso, mejor ir con la música a otra parte. Interpretar no es su fuerte. Pese a ello, Izquierdo le da ritmo al cajón y casi como disculpa dice que es de los instrumentos más agradecidos ya que con unas pocas nociones se aprende a llevar el ritmo. «Mira el rey que bien lo hizo en Cádiz cuando se puso a tocarlo», recuerda la directora que aprovecha para decir que el MIMMA es «un museo de la música, más que de instrumentos». Esto de experimentar y sentir una melodia es lo que da singularidad a este centro cultural que ha vuelto a recuperar su esplendor sonoro tras la pandemia, que atacó doblemente al museo malagueño. No solo se enfrentó al descenso de visitantes que sufrió todo el sector expositivo, sino que tuvo que eliminar su principal seña de identidad al prohibir el 'tocamiento' de instrumentos.

«Toda la cultura se vio afectada, pero además nosotros no podíamos hacer uso de ese lema del 'se ruega toca' que nos había hecho diferentes, por lo que tocó reinventarse y apostamos por contenido virtual, grabaciones y actividades en 'streaming' que nos mantuvo en contacto con nuestros visitantes y aficionados», cuenta la directora del MIMMA, que añade que ya han recuperado el programa persencial a pleno rendimiento, con encuentros, conferencias, actuaciones flamencas coincidiendo con la visita de cruceristas o grupos de extranjeros –aunque están abiertas a todos los visitantes– y hasta un programa europeo de emprendimiento musical en colaboración con la Fundación Paideia y el Gobierno de España. «Nunca hemos parado y por algo nos dicen a veces que más que el interactivo somo el museo hiperactivo de la música», cuenta con humor Marta Izquierdo, que tira de los datos de asistencia.

Así, en 2022, el museo cerró con 73.315 visitantes, lo que supone la recuperación de más del 64% de los usuarios del mejor año prepandémico, 2019, en el que este centro de cultura musical registró 113.827 personas en sus salas. «Pensábamos que la recuperación se iba a ralentizar, pero el 2023 da susto de lo bien que ha empezado. No paramos. Enero y febrero han sido los mejores de nuestra historia con porcentajes de incremento del 10 y del 13%, respectivamente, con respecto a los mimos meses de 2019, que fueron los mejores», ilustra la responsable que hablando de datos llega a la zona de la antigua tienda, por donde pasan los planes de ampliación del MIMMA. Así, tras el cierre de este espacio y el traslado de la salida a la misma calle Beatas por la que se entra, el museo ha ganado esta zona, donde proyecta crear una sala de música mecánica –organillos, pianolas, cajas musicales...– y sobre la relación con el cine, que también permitirá redistribuir la siguiente dependencia sobre música grabada y electrónica.

La amplitud de la milenaria colección permite estas ampliaciones del Museo Interactivo de la Música, nos cuenta Marta Izquierdo. Con la charla, hemos vuelto al punto de partida del recorrido expositivo, donde se exhibe precisamente el instrumento al que Miguel Ángel Piédrola Orta tiene más cariño, un piano de comienzos del siglo XX del fabricamente malagueño Juan López y que fue el instrumento de la niñez del coleccionista en casa de sus padres. Unas teclas con historia que seguirán dando la bienvenida en esta efeméride del 20 aniversario que se celebra el próximo fin de semana, 6 y 7 de mayo, con visitas guiadas especiales. Una oportunidad para descubrir o para volver al museo que mejor suena de Málaga. Y en el que nadie nos llamará la atención si se nos va la mano.

  1. El museo en sus instrumentos más emblemáticos

Pianos López-Griffo

En el siglo XIX, las familias burguesas malagueñas se apuntaron a la moda de un piano en casa como signo de distinción. Eso propició el desarrollo de hasta tres firmas locales, con el pionero Adolfo Montargón y su taller de los Mártires, al que continuó su discípulo Juan López en el siglo XX, que se asoció con Griffo, que llegaron a tener tiendas en Sevilla, Granada y Almería. El piano de Juan López que exhibe el museo fue el primer instrumento de la colección de Miguel Ángel Piédrola.

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Piano López Griffo tocado por Manuel del Campo:

Chancletófono

Fabricado por el propio museo, este instrumento produce música con tubos de PVC y la suela de una chancla que, según el cilindro que golpee, produce una nota del 'Do' al 'Si'. Esta pieza es de las que 'se ruega tocar', ya que se encuentra en la primera sala roja del MIMMA en la que los visitantes pueden (y deben) probar la sonoridad de los aparatos musicales que han visto previamente. En este espacio en concreto, el chancletófono se muestra junto a otros 'juguetes' que ilustran los fundamentos de la física, como las ondas sonoras, la frecuencia o la vibración.

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Chancletófono:

Mano de Guido

No es un instrumento, pero es uno de los espacios más populares del museo. Esta instalación reproduce la mano del visionario Guido D´Arezzo, que en el siglo XI no sólo denominó las notas musicales tal y como hoy las conocemos, sino que para coordinar el canto de los distintos integrantes de su coro, recurrió a su propia mano para dividir las falanges de los dedos e identificar una nota al señalar cada parte y guiar a los cantantes. Esta pieza también se puede tocar para ver de forma práctica el funcionamiento del sistema.

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Mano de Guido:

Máquina de flamenco

Se llama 'Carmen' y solo hay tres ejemplares en el mundo. Este instrumento es capaz de crear el sonido del taconeo flamenco y reproducir el equivalente a 20 bailaores a la vez. Toda un rareza creada por Ignacio Rodríguez que es capaz de reproducir el ritmo de los diferentes palos flamencos. También se exhibe el equipo -con dos pies de madera incluidos- previo a este último modelo.

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Máquina de flamenco:

Arpa

Este instrumento de la prestigiosa casa francesa Érard está fechado en 1819 y fue fabricado para la casa real gala, como indica una placa en la parte superior. El arpa fue donada al MIMMA en 2014 por la escritora inglesa Marion Leigh, residente en la Costa del Sol, que explicó que la pieza fue encontrada en un granero de Pensilvania (EE UU) en muy mal estado, por lo que fue restaurada. Un viaje de Francia a América, para volver a la vieja Europa y exhibirse en la colección malagueña.

Ocarina

Lla pieza más antigua de las que se exhiben en el museo. Dé época precolombina, fue encontrada en una guaca o sepulcro, a cinco metros de profundidad, en el río Guachicono (Colombia). Estos instrumentos de viento llegaron a Europa tras el descubrimiento y, por su tamaño, se consideraron un juguete. Fue donada a esta Colección en 1981 por el Embajador de Colombia.

Gramófono

La música grabada que suena a través de Spotify o cualquier otra app de música, tiene su prehistoria en los fonógrafos y la versión mejorada del gramófono de Emile Berliner a finales del siglo XIX, que supuso un gran avance en el registro y reproducción del sonido. El gramófono grababa los sonidos sobre un disco que era plano y estaba hecho de goma dura, a partir del cual podían realizarse miles de copias. Permitía al usuario hacer sus propias grabaciones, lo que fue una revolución en su época y parte de su éxito.

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Gramófono:

Sintetizador

El uso de los osciladores de frecuencia, empleados desde los años 20 del pasado siglo, marca los inicios de la música electrónica. Tres décadas después aparecieron los primeros estudios de creación de música electrónica y los primeros sintetizadores que controlaban los tonos a través de un teclado, como el RCA Mark II (1957). Posteriormente, surgieron los sintetizadores Buchla, que fueron de los primeros en ser comercializados, a partir de 1966, alcanzando su popularización en los 80 y 90 con múltiples versiones domésticas.

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