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cristina pinto
Jueves, 2 de septiembre 2021, 00:30
Hace unos tres años que decidió que su destino fijo estaba por tierras andaluzas: en Estepona. Ahora, desde su casa malagueña, Miguel Poveda asegura que « ... se vive muy bien». «Quise venirme por aquí hace como tres años, me gustaba este lugar», confiesa el artista catalán. En uno de sus últimos mensajes de Twitter, el cantaor dejaba un vídeo y celebraba su próxima visita a Fuengirola: «Este sábado por fin nos reencontramos». Y es que a partir de las diez de la noche del 4 de septiembre, este flamenco deleitará al público de Marenostrum con un espectáculo que viaja por la poesía y la canción andaluza. «Y, sin duda, del cante tradicional, que es mi tronco musical», añade Poveda. El flamenco como protagonista.
–Dice que, desde que era pequeño, su barrio catalán tenía algo que le incitaba al flamenco.
–Sí, crecí en un barrio de andaluces, de extremeños, de emigrantes... La música que yo escuchaba desde la ventana era extremeña, andaluza, mucha copla, mucha rumba. Mi barrio era muy andaluz, allí casi que ni me daba cuenta de que era catalán. Yo vivía en una pequeña Andalucía sin saberlo, aunque ya después fui tomando más contacto con la cultura catalana y otras disciplinas que también han hecho que tenga un lenguaje más abierto.
–¿Qué pensaba ese chico cuando veía el ambiente andaluz y escuchaba copla por la ventana?
–Pues yo de pequeño soñaba mucho con que quería volar, viajar y conocer mundo a través de la música. Quería dedicarme a ello pero lo veía como algo imposible, me lo tomaba como un sueño. Pero seguí soñando y al final todo fue sucediendo poco a poco, también gracias a que allí había muchas peñas flamencas y mi madre me llevaba... Por eso pude subirme a un escenario por primera vez y ya una cosa fue llevando a la otra hasta ahora.
–Ahora escuchar a Miguel Poveda es escuchar a uno de los grandes de este arte.
–Sobre todo lo que siento es el privilegio de poder subirme a un escenario y sentirme útil y realizado. Más allá del puesto que ocupe en la música, el hecho de estar en el escenario es como el mayor disfrute del mundo. Imagino que es algo parecido a cuando el hombre pisó la Luna por primera vez. Y más ahora después de la pandemia, que hemos estado a punto de perder todo; ahora cuando piso el escenario es como 'guau', esto es un templo sagrado del que quiero disfrutar en todo momento. Ya lo de que te conozca más o menos gente es para mí más secundario. Lo que me alimenta el alma y el corazón es estar con mis compañeros músicos en comunión con el público, que es cuando se genera algo mágico que no ocurre de otra manera.
–Cuando escuchen las generaciones futuras sus canciones, ¿cómo le gustaría que le recordasen?
–Siempre como una buena persona. Con esa cosa de haber removido alguna conciencia, ya que lo que intento es que a través de la música se puedan inculcar valores. Por eso cada vez mi música tiene muchas más cuestiones de compromiso social, sin ser político ni nada de eso. Y remover conciencias en alguna de esas cuestiones y, que de alguna manera puedan llevarlas a la práctica las nuevas generaciones, es algo que me encantaría. Ese poder que tiene la música de cambiar el mundo, de hacerlo un poco mejor, de vivir en armonía, de crear conciencia sobre el cuidado del medio ambiente, sobre la convivencia, sobre la diversidad... Ya tengo un hijo y sobrinos y pienso mucho en eso, en las nuevas generaciones, así que si estos jóvenes adoptan esos valores, mejor que mejor. Prefiero eso a que me vean como una estrella de la música o algo de eso.
–El flamenco está en plena evolución y los artistas van cambiando.
–Va de la mano. Todo está cambiando y el flamenco no se queda atrás. Todo se va adaptando a los nuevos tiempos, a las nuevas generaciones. Ahora los artistas tienen sus propias herramientas en las redes sociales, se autopromocionan y luego tienen acceso para escucharse los unos a los otros con una inmediatez que no había antes. Tienen una preparación increíble estas nuevas generaciones del flamenco que va evolucionando y en el que cada vez los artistas se ven con menos prejuicios: ya no es raro ver a un músico flamenco tocando con un músico de otra disciplina. Al final el flamenco se está llenando de otras culturas y está aprendiendo, ha salido de ese gueto y ha dejado atrás el miedo de que si salía perdía la pureza. Y es que el flamenco tiene un carácter tan fuerte que eso jamás lo va a perder.
–Ha estado grabando para televisión hace poco, ¿no?
–Sí, Soleá Morente y yo éramos como los presentadores y rodamos diez capítulos para una serie que se llama 'Caminos del flamenco'. Ahí recorremos los lugares más estratégicos de este arte y caminamos al encuentro de otros artistas y músicos tanto de la guitarra como del baile, del cante y también otros que han tenido contacto con el flamenco. Se emitirá a partir de enero y pasamos por Jerez, Sevilla, Málaga, Extremadura, Madrid, Barcelona...
–Sale Rosalía, que ha recibido muchas críticas por catalogar su música como flamenco.
–Sí, está en el capítulo de Barcelona y tuvimos una charla muy bonita. Ella grabó un disco de flamenco y empezó en eso. Luego puede gustar menos o puede gustar más, pero ese fue el inicio para ella y esa música la tiene impregnada en su piel. Rosalía la ha canalizado, la ha metido en su coctelera con otros estilos: la música urbana o la americana, por ejemplo. Y así se ha hecho a sí misma. Me parece que tiene un talento que hay que destacar, eso es indiscutible.
–¿Qué le queda a Miguel Poveda por hacer en la música?
–Yo quiero seguir aprendiendo. Sentir que estoy en continuo crecimiento humano, espiritual, artístico... No quiero dejar de tener esa sensación de aprendizaje a todos los niveles. No me gusta sentirme atascado, soy el enemigo número uno de la monotonía. Espero seguir sintiéndome vivo a través la música y mi aprendizaje.
–Entonces, sigamos vivos por mucho tiempo.
–Sí, por favor.
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