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La noche del viernes el Starlite dejó en Marbella otra mítica noche que quedará grabada en la memoria como una de las grandes. Miguel Bosé (Panamá, 1956) tiró de su inigualable trayectoria para ofrecer un espectáculo que cuenta con la garantía de lo que funciona: ... cuarenta años trufados de éxito que le han convertido en un cantante esencial en la memoria colectiva de la cultura popular española. De nuevo el festival marbellí volvió a agotar sus entradas a base de la generosidad de un público entusiasta y de vida alegre que disfrutó de lo lindo gracias a un repertorio certero que apenas incluyó un par de novedades.
Desde que el cantante pisó el escenario, vestido de negro riguroso y con zapatillas deportivas, mostró una familiaridad inusual con el respetable motivada por la extraordinaria cercanía que ofrece este festival. Arrancó su repertorio con ‘Sereno’ y durante toda la noche estuvo especialmente parlanchín y entre una canción y otra se dirigía a Marbella tratándola de tú: «Mira, Marbella, ya sabes que estoy muy contento de actuar en este escenario y que no vengo a verte todo lo que me gustaría…». Bosé habló por supuesto de la paz mundial, una de sus más míticas obsesiones, e introdujo un largo discurso contra Donald Trump para dedicarle ‘Nada particular’: «Voy a cantar una canción contra los idiotas teñidos de amarillo que quieren levantar muros en lugar de tirarlos. Marbella, te voy a decir una cosa: el rubio teñido le queda muy bien a las mujeres pero sienta fatal a los señores». Como bien es sabido, sus últimas intervenciones en medios de comunicación y en las redes sociales mantienen una actitud activa contra la tiranía y por la paz, «algo por lo que trabajo todos los días», y entre el público una parejita portaba una bandera de Venezuela que no dejó de remover durante todo el concierto. También habló de sus hijos (hace poco confesó a un medio de comunicación que tenía cuatro): «Pensé que iba a dejarle a mis hijos un mundo mejor, pero me temo que no va a ser posible».
La calidad del sonido y la puesta en escena fueron sencillamente perfectos. Es increíble la manera en la que siguen funcionando dos bolas de espejos y una iluminación adecuada, matizadas en este caso por un soporte audiovisual digno de mención. A estas alturas Miguel Bosé, que tiene debe ostentar el récord mundial de los duetos, necesita pocos aliados más allá de sus éxitos, pero las circunstancias que envolvieron toda su actuación resultaron tan míticas como sus propias canciones. El espectáculo, de dos horas de duración, comenzó de forma puntual para desesperación de aquellos que se quedaron atrapados en la larga caravana que se formó en el acceso a la cantera de Nagüeles. Junto a unos músicos excelentes y tres coristas que también hacían las veces de bailarines, con una coreografía perfecta y diseñada al milímetro para cada canción, el artista que encandiló a Andy Warhol fue deshojando sus grandes éxitos con la rigurosidad de un mecanismo de relojería y con la complicidad de un público que estuvo especialmente entusiasta en esta fresca noche de agosto. El repertorio estuvo gobernado por sus grandes éxitos y reveló la ausencia de canciones nuevas, excepto ‘Solo sí’, lo cual por otra parte pone de manifiesto la relevancia popular de sus últimos trabajos, escasa por lo menos en comparación con sus composiciones más conocidas. Cayeron casi todas las canciones que han hecho historia en este país como por ejemplo ‘Duende’, ‘Nena’, o su estimable remezcla de éxitos ochenteros que aunaba ‘Linda’, ‘Hojas secas’, ‘Superman’, ‘Don diablo’ y ‘La chula’, que fueron recibidas con el público en pie y dando palmas. ‘Estaré’, la canción que da título a esta interminable gira que le ha llevado a todos los rincones de España y parte de Latinoamérica (en México actuó ante nada menos que 110.000 personas), fue dedicada otra vez a sus hijos y vino introducida por una especie de manifiesto a favor de la gestación subrogada y los nuevos modelos de familia. Era evidente que en ‘Como un lobo’ todos y cada uno de los tres mil asistentes a este concierto la echáramos de menos a ella, Bimba Bosé, musa a quien el artista dedicó la bellísima letra de ‘Amiga’: «Si he sido lo que soy fue en tu regazo, si he sido vida fue por darte a ti la vida, amiga, qué dulce esa palabra suena hoy».
El tramo final del concierto resultó igualmente apoteósico. Con otro acompañamiento en una audiencia especialmente bailona llegaron ‘Morena mía’, ‘Gulliver’, ‘Bandido’ con un sugerente toque EDM o ‘Hacer por hacer’. En mitad de ‘Este mundo va’ Bosé metió una buena parte de ‘Sevilla’, igualmente coreada sin ningún tipo de complejo. El público ya estaba en éxtasis y no le dejaba irse. La última canción, después de casi una treintena de temas, fue la balada amorosa ‘Te amaré’, y con ella terminamos un concierto cuya mejor definición es el rozamiento de la perfección y que sobrevive gracias a una máxima: no hay por qué cambiar aquello que funciona.
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