Una vez más, un incombustible Manolo García en estado puro, pese a sus 68 años, volvió a demostrar anoche que sigue en la brecha del panorama musical español ante más de 14.000 incondicionales que disfrutaron de más de tres horas de concierto en el ... Marenostrum de Fuengirola.
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El artista catalán desembarcó en el escenario a orillas del Mediterráneo alternando nuevos y viejos temas, sin olvidar canciones de 'El último de la Fila', la mítica formación musical que lideró junto a Quimi Portet y que se disolvió hace más de dos décadas, además de las canciones de su último trabajo de estudio que está compuesto por un doble álbum y que incluye los títulos 'Mi Vida en Marte' y 'Desatinos Desplumados'.
Así, como si fuese un estreno, aunque el tema fue compuesto en 1986, García arrancó con 'Insurrección', acompañado de su guitarra española y un pañuelo al cuello, y el público, en su mayoría cuarentañeros y cincuentañeros procedentes de diversos puntos de la geografía andaluza, comenzó a cantar al unísono «¿dónde estabas entonces cuándo tanto te necesité?», para continuar con 'Nunca el tiempo es perdido', uno de sus clásicos en solitario.
«Los malagueños no cambiáis nunca. Que energía tenéis, macho», se dirigió el cantante a sus seguidores mientras los fans coreaban «Manolo, Manolo». Fue cuando Manolo García volvió a interactuar con los asistentes y dedicó el concierto a los grupos malagueños Chambao y Danza Invisible, además de a los autónomos del país, en un espectáculo con una innovadora puesta en escena.
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Con 'Llanto de Pasión' revolucionó a las personas más cercanas a las tablas, sobre todo cuando bajó las escaleras para perderse entre el gentío, y con la calma y los sonidos de violín cuando sonó 'Como quien da un refresco' se metió a la gente en el bolsillo que, entregada, aplaudía con euforia sin parar de bailar y saltar contagiada por el veterano maestro, que brilló con luz propia.
Asimismo, pidió la participación del público para que tocaran las palmas cuando salió a escena una bailaora con un gran abanico para bailar con tintes más flamencos al interpretar 'La Maturranga', canción de su reciente 'Desatinos desplumados'.
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También agitó a las masas con 'Pájaros de barro' y 'Lápiz y tinta', del mismo modo que con el tema 'A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando', y volaron sobre las cabezas una nube de grandes globos de colores desde la grada superior del recinto, mientras animó a que dejaran los teléfonos móviles para disfrutar de la música en directo buscando su complicidad, antes de arremeter contra las redes sociales.
Hizo una pausa de «unos minutos para hacer pipí y beber agua» y regresó para volver al pasado con las nuevas versiones de 'Lejos de las leyes', 'Aviones plateados', 'A veces se enciende' o 'Como un burro amarrado a la puerta del baile', de 'El último de la Fila', para regocijo de los presentes que movían los brazos en el aire.
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En la recta final, el catalán interpretó 'Prefiero el trapecio', 'Si te vienes conmigo' y 'Nunca el tiempo es perdido' pero no había visos de cansancio ni atisbos de abandonar tanto en el escenario como en las localidades, pese al viento y al frío que se apoderó de la madrugada junto al mar, cuando el cantante recordó la primera vez que él y su banda actuaron en Málaga hace muchos años en Coín y, posteriormente, en la plaza de toros de La Malagueta.
En los compases finales cerró con la ranchera 'Sigo siendo el Rey', por si alguien lo dudaba, y 'Para bailar la bamba'. Y es que los clásicos nunca mueren y Manolo García es un vivo ejemplo de ello.
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