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El público empieza a dar palmas. Por el ritmo bien podría ser la introducción de 'Pájaros de barro', el eterno himno de Manolo García, pero es solo un canto a la emoción de verle actuar. Se acaban de apagar las luces y las 1. ... 500 personas que han agotado las localidades del auditorio Príncipe de Asturias de Torremolinos quieren que el espectáculo comience ya. Entre la oscuridad, un único foco apunta a una violinista que se arranca a tocar melodías moriscas caminando por el patio de butacas. Ya en el escenario, la psicodélica voz del theremin da las primeras notas que invitan al cantante a tomar asiento y a rasgar unos sencillos acordes iniciales. «Buenas noches», saluda, y García comienza a cantar, solo, en un taburete, y se dirige «a los que aman sin pedir nada» con los versos de 'Exprimir la vida'.
Sin siquiera terminar de tocar volvió a dirigirse a los suyos: «Muchas gracias por este reencuentro». Al poco llegó el resto de los músicos, siete en total, armados con instrumentos acústicos en un escenario prácticamente estático pero iluminado en una atmósfera perfecta, Y así, como deconstruyendo los sonidos, los integrantes se fueron sumando para cerrar una balada íntima. Los primeros compases del concierto de anoche, primera de las dos citas del barcelonés con el público malagueño, fueron un auténtico 'streaptease', un canto sincero y desnudo que fundamenta esta gira, su primera vez en acústico.
Con 'Cierro la noche' el embrujo personal de García terminó de cubrir el auditorio. Los siete integrantes del espectáculo funcionaban como uno solo. Dos guitarras, una violinista y corista ocasional, una mandolina, contrabajo y dos percusionistas envolvían los versos teatrales del protagonista - «hay un cielo más allá, mucho mucho más allá»-. En lo visual, la apuesta del cantautor rozaba lo pictórico: los instrumentos tenían el papel principal con sus maderas y tonos cálidos, mientras que el fondo aportaba la mayor parte de dinamismo del conjunto (los intérpretes pasaron sentados la mayor parte del recital), con cambios lumínicos y siluetas veladas. Y colgando del techo, un símbolo fácil de vincular con el universo construido por el último de la fila: jaulas de pájaros suspendidas, con las puertas abiertas.
Pero la clave de todo estaba en el sonido. Limpio, depurado, natural, sin una sola amplificación, cien por cien real. La intensidad no estaba en el volumen, sino en las armonías y en la pulcritud para encajarlas, como en el sinfónico estribillo de 'Sabrás que andar es un sencillo vaivén'.
En lo personal, el cantautor se esforzó por hacer sentir a los asistentes como si estuviesen tomando un café en la sala de estar. Salió varias veces a charlar entre los asientos, para comentar cosas, soltar ideas, tocar la armónica y cantar, como hizo en una mezcla de algunos clásicos entre los que estaban 'Ya no danzo al son de los tambores', de El último de la fila. Tras el primer estribillo se subió hasta lo más alto del auditorio para saludar a los asistentes ubicados en el punto más lejano. El respetable respondió emocionado, poniéndose en pie, aplaudiendo y cómo no, grabando la escena.
Este espectáculo será, probablemente, único, ya que el artista ha pretendido acercarse a lugares menos frecuentados a lo largo de sus varias décadas de carrera. En total serán 55 conciertos y la gira finalizará con varias citas consecutivas en Madrid y Barcelona. En Málaga se ofertaron tres mil localidades en dos sesiones (anoche y hoy), y las entradas se agotaron hace ya semanas. «Creo que conseguimos dos de las últimas que quedaban, mi marido y yo nos hemos tenido que sentar separados», explicaba Concha, feliz por el logro pese a su imperfección. A su lado se sientan tres amigas que estuvieron actualizando la página web durante media hora hasta hacerse con el premio. «Leímos que esta gira merece la pena, así que aquí estamos, cueste lo que cueste».
Los grandes éxitos tardaron en llegar, pero llegaron. Desde los 'Pájaros de barro' hasta 'El oscuro abismo en que te meces', pasando, cómo no, por 'San Fernando', hasta alcanzar las tres horas de concierto.
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