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Cuatro amigos con camisetas negras en las que se puede leer 'Manuel García' le dan un último trago a sus bebidas antes de que comience la alegría 'manolera', ese espíritu de amistad y unión que despierta el artista entre sus seguidores más veteranos. «¡Venga, Manolo, ... joe!», grita una niña de unos 15 años desde las gradas cuando pasan las diez de la noche, hora de la cita. Desde luego, el Auditorio de Málaga estaba anoche irreconocible, deslumbrante, con un bullicio propio a tiempos prepandemia, con una energía muy eléctrica, casi sagrada, tanto que erizaba la piel. También ayudó el despliegue de medios que Manolo García y los suyos habían creado en el escenario: luces formando figuras enredadas decoraban la parte trasera y la superior, pantallas a ambos lados del escenario y paneles lumínicos se distribuían por el espacio.
Puede que por ello no le hiciera falta al protagonista de la noche una entrada de asombro. Entre la penumbra del escenario Manolo García sostenía su guitarra y cantaba para empezar la noche una de sus canciones más populares: 'Insurrección' levantó al público de la grada, y no importó que fuese la primera canción porque en esta noche de recuerdos la timidez era anecdótica. Los sitios en la grada quedaron vacíos cuando la motivación llegó a la cúspide de su baremo al escuchar aquello de «Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?». Sin duda, un acierto para abrir un concierto con unas de 8.000 personas entre pista y grada que estaban deseosas de escuchar los temas de siempre del catalán, que sonreía cómplice al fondo del escenario.
En esta ocasión García presentaba sus dos últimos discos, que además sacó al mismo tiempo en este 2022: 'Mi vida en Marte' y 'Desatinos Desplumados' suponen una nueva oportunidad de ver en directo al rey de la poesía con ritmo de canción: «No olvidaré nunca la primera vez que vine a Málaga, a Coín exactamente. La siguiente fue en la Malagueta y fue la hostia. Gracias por ese recuerdo y gracias porque no ha pasado el tiempo, estáis aquí, estamos aquí», gritó para entonar otro tema de El Último de la Fila, 'Lejos de las leyes de los hombres'.
El cariño expresado durante todo el espectáculo fue superlativo: cualquier cosa que dijera el artista tras la canción era aplaudido y motivo de grito. A Manolo le dio tiempo, incluso, de recomendar una película: «Tenéis que ver la peli de Elvis, os va a molar porque vais a ver rock and roll, vais a ver lo que es estar aquí. La realidad de la vida, la emoción de la vida», recalcó.
Hay que decir que de esa muestra de afecto también fueron cómplices sus músicos: siete en escena con teclados, batería, dos guitarras clásicas, una eléctrica, un bajo y un violín.
Uno de los puntos fuertes del show fue la cercanía de García con su público, con quienes se mostró familiar e incluso deslenguado, utilizando algunos tacos cuando se dirigía a ellos: ¡Qué alegría después de tanto coñazo de pandemia, veros las caras de una alegría! No sé si va a sonar falso, pero os he echado de menos, cabronazos», reconocía entre risas.
En un variado y agradecido 'set list' (los temas programados que tocaría durante el concierto) no faltaron algunas canciones con solera y otras más recientes, todas bien recibidas igualmente: «No podemos vivir en el pasado, por eso hacemos entre canciones antiguas y otras un poquito más nuevas. ¿Os parece bien?», preguntaba Manolo, llevándose un sí unánime y rotundo que sonó con mucho empaque.
Uno de los momentos más esperados del concierto es su parte acústica: los músicos se sientan en fila, con Manolo en el centro, para crear un instante de comunión mucho más íntimo si cabe. «Ejercicio número uno», adelantaba para tocar las palmas al ritmo de 'Pájaros de barro', universal, todo hay que decirlo.
Las escaleras visibles en uno de los laterales en el escenario daban una pista de que en cualquier momento Manolo bajaría para cantar entre el público, como suele hacer en todos sus conciertos. Tras dar un pequeño paseo mientras cantaba la canción, paró el tema para volver al escenario: «Me gustaría ir a todos lados ,hasta la grada, pero no puedo. Es un sentimiento al que no me acostumbro, porque nosotros somos igual que vosotros, gente que busca la emoción de la vida», se sinceraba mientras su público estaba en la cresta de ola. Tras este momento improvisado, retomó el tema.
'Un poco de amor', uno de sus éxitos más recientes, siguió la estela del subidón musical que sembró con el anterior. Los bises no desmotivaron al público, que seguía esperando el «¡otra, otra!» con la misma energía que a las 22.00 horas. Con 'Nunca el tiempo es perdido' Manolo García actuó como un director de orquesta para bajar la intensidad de sus músicos y dejó que el público cantara el estribillo con fuerza, gestó que derivó en una imponente marea de voces que sonaban al unísono: «Es un placer enorme volver a esta tierra siempre vale la pena. La música es para olvidarnos de ese acoso al que estamos sometidos las 24 horas del día, necesitamos un ratito de esparcimiento», reivindicó el artista.
Cuando parecía que la noche se acababa con 'A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando' mientras todo el Auditorio botaba al mismo tiempo, aún quedaba alguna que otra sorpresa más para cerrar este reencuentro que supo a gloria y que sonó de una forma loable, mérito de los músicos y los técnicos: la ranchera de Vicente Fernando, 'El rey' fue la última sorpresa e 'Insurrección', de nuevo, se cantó a modo de acústico para dejar con los ojos brillantes a los 'manoleros' empedernidos.
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