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Si 'algo se muere en el alma cuando una amigo se va', imagínense cuando lo hace un hermano que es a la vez inspiración, balsa, soporte y compañero de aventuras. Es lógico que se apague la música en situaciones de terremoto emocional, pero siempre vuelve ... la calma para poner firmes los pies en el tablao, y mientras haya una razón para la expresión, ahí que hay un concierto. Por ello, la vuelta de Pepe de Lucía a los escenarios pilla a todos sus admiradores con una sonrisa inquebrantable, porque después de siete años de ausencia se le echaba de menos, más aún si ese regreso se complementa con novedades. El cantaor y compositor algecireño, y ya a sus 75 años, sigue en óptimas condiciones para enfrentarse a un espectáculo lleno de una verdad ahora más dulce que amarga; 'Un nuevo universo' que recuerda, reflexiona y maravilla, que es a la vez una práctica terapéutica para volver a la escena.
La luna creciente de julio le daba la bienvenida a una plaza de toros de La Malagueta distinta, con un sutil aire fresco que envolvía el ambiente para crear recuerdo: el segundo verano de pandemia, con la VII Bienal Flamenca de Málaga dando sus primeros pasos y la admiración encendida de un público variado. Así llegaban las melodías de copla y flamenco cuño del artista, con nuevas perspectivas a temas emblema como 'Se me partió la barrena', de Camarón de la Isla, interpretada con el más puro sentimiento y la rabia del arrebato, sobre todo en partes clave como cuando entona «el corazón se me parte cuando pienso en tu partida».
'Un nuevo universo', álbum con ocho temas que ha producido el mismo Alejandro Sanz, tomaba mucho más vértigo desde su lanzamiento porque este, el de la Bienal de Málaga, suponía su estreno absoluto y la vuelta de uno de los cantaores más queridos del panorama flamenco.
Además, se desvelaba sincero y honesto con su público, pero agradecido por el reencuentro y con ese cosquilleo en el estómago más que justificado: «Esta es una tierra de muchísimo aire y respeto del pueblo. Me encuentro un poquillo así, pero voy a hacerlo lo mejor posible», comentaba tras un carraspeo para comenzar a entonar por alegrías, uno de los palos flamencos que más dominio vocal requieren. Sobradamente, De Lucía salió ileso del riesgo, mérito también de los músicos que le arropaban en escena: guitarra, palmas, coros y en muchos momentos piano y baile.
Fueron unas 450 las miradas atentas a su maestría, que días antes, además, se había aderezado con algunas jornadas dedicadas a la figura del cantaor: una charla junto a Juan José Téllez el lunes, una clase magistral de José María Bandera y Carles Benavent sobre la incorporación del bajo al flamenco el martes o la explicación de Juan Ramírez y Rubem Dantas sobre el cajón el miércoles.
De vuelta a escena, una breve retirada de todos los músicos dejó a Pepe de Lucía solo ante su público bajo un foco blanco que hacía aún más increíble ese momento a capela acompañado del baile de Pastora Galván: la emoción brotaba de los ojos del artista, que se fundía en un abrazo con la bailaora.
Después, sin dejar de cantar, llamó al escenario al artista Arcángel para interpretar juntos 'Loco loquito', un tema de su álbum 'El corazón de mi gente' (2002) que interpretaba en un comienzo con Parrita y que ahora, junto al onubense, cobraba un sentir distinto. La colaboración con Clara Montes entonando juntos 'Al alba', fue uno de los momentos con más sentir del espectáculo del cantaor: ambos se miraban mientras cantaban uno de los temas emblema del artista. Minutos después y sin inmutarse, el cantaor toledano Israel Fernández ocupó todo el escenario del brazo de De Lucía para ejecutar juntos la conocida e icónica 'Como el agua', canción que Pepe y Paco compusieron junto a su padre.
La última sorpresa de la noche llegó con David Palomar y su quejío más profundo, animando al público a cantar con el cuadro flamenco mientras ellos se dejaban la voz y la piel para hacer partícipes a los asistentes de su pasión. Como colofón de gracia y arte en estado puro, colaboraciones y músicos inundaron el escenario, con baile, cante y palmas. Una auténtica fiesta de talento que enmarcaba uno de los muchos renaceres artísticos de Pepe de Lucía, y esperemos que no el último.
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