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Luz, en la plaza de toros. Dani Maldonado
Luz Casal: «Hay gente que piensa que para mí todo es pan comido ya. ¡Será para ti!»

Luz Casal: «Hay gente que piensa que para mí todo es pan comido ya. ¡Será para ti!»

La cantante aterriza este 12 de julio en la plaza de toros, una nueva «prueba de fuego» para una artista acostumbrada a empezar de cero: «Sé que tengo cierto cariño asegurado, respeto, pero ya está. El resto me lo tengo que currar»

Domingo, 30 de junio 2024, 00:49

No puede pasear unos metros por La Malagueta sin que la paren. «¡Guapa!», «¡Eres la mejor!», «¡Me encantan tus canciones!», «¿Eres tú?», «¡Te queremos!». Un hombre pregunta: «¿Te molesta mucho si me hago una foto?». «Molestarme no, y molestarme mucho menos todavía», responde ella, siempre con la retranca gallega a punto. «¿Has probado los boquerones de Málaga?», pregunta otro. «Claro», contesta con la naturalidad de quien, por vínculos familiares, lleva más de media vida haciendo de esta tierra uno de sus puertos base. Porque Luz Casal, en gira casi permanente desde hace décadas, a lo Dylan, ha hecho de la carretera su casa. Un viaje constante que afianza su condición «de músico ambulante», como canta en su último tema, una adaptación de 'El canto del gallo', de Radio Futura, y que este 12 de julio hará parada en Málaga.

Será en la plaza de toros, a las diez de la noche, como parte del 101 Music Festival Costa del Sol. Una noche que tiene todos los ingredientes para sumarse a la lista de conciertos memorables que ya son parte de la historia reciente de la música en vivo en la ciudad: la celebración del octubre picassiano en una plaza de la Constitución abarrotada, el emocionante recital benéfico en la plaza de toros tras el cáncer, el homenaje a Rockberto en la París 15 o aquella noche en duelo en el Cervantes por su madre recién fallecida.

–¿Recuerdas la última vez que tocaste en La Malagueta?

–No, no me preguntes por fechas. Tengo una memoria bastante frágil. No me parece imprescindible saber en qué año grabé tal canción o di tal concierto. Pero tengo presentes las sensaciones, que en Málaga suelen ser poderosas. Recuerdo una noche en la plaza de toros, saliendo de un momento duro de salud, sintiéndome muy acompañada y no sólo porque hubiera invitados en el escenario. También me viene a la memoria otra actuación en la plaza de la Constitución por el octubre picassiano. Y varias noches en el Teatro Cervantes, que se ha convertido en un lugar importante, frecuente.

–Con un repertorio tan amplio, ¿a qué obedece la elección de unas canciones u otras?

–Hemos incluido canciones que llevábamos años sin tocar, como 'Jazmín'. La seguridad, sobre todo en el escenario, no me provoca... Me gusta tener, por así decirlo, el culillo apretao. Prefiero la sensación de aventura. Muchos colegas me preguntan por qué no uso prompter (la pantalla donde aparecen las letras de las canciones). Pero es que yo quiero cantar de manera orgánica, como si fuera la primera vez, aun con el riesgo clarísimo de despistarme, yo que soy despistadísima. Y soy consciente de que eso provoca que el resto de músicos en el escenario estén pendientes, diciendo «¿Qué va a hacer ahora?» o «¡Si se ha saltado una estrofa!». Pero eso, a su vez, permite que siempre ocurran cosas, que no haya dos noches iguales.

–Eres imprevisible.

–No soy AC/DC, que sabes que vas a empezar dando cabezazos y no vas a parar hasta volver a casa. Tengo un repertorio tan diverso que el dibujo de cada concierto es así (traza con el dedo una curva con subidas y bajadas). Sé que eso exige cierto esfuerzo al público, pero creo que es enriquecedor. Como intérprete, es un sueño: ahora soy macarra, ahora soy dulce, ahora soy basta… Lo contrario sería cortarme las alas.

«Sé que tengo un cierto cariño asegurado, un respeto, pero ya está. El resto me lo tengo que currar»

–¿Siempre has hecho lo que te ha dado la gana?

–Elijo las canciones porque quiero expresar una emoción, una situación o un deseo determinados. Por eso hay diferentes estilos. Si estoy catalogada como cantante de rock, ¿no puedo hacer un reggae? Siempre hay una melodía o un género por descubrir, como siempre hay sitios, partes del mundo, por ver. Hay gente que piensa que para mí ya todo es pan comido. ¡Será pan comido para ti! Para mí cada concierto, cada disco, es una prueba de fuego.

–Una vez dijiste que estabas acostumbrada a empezar de cero.

–Casi no vale lo que hayas conseguido. Lo que hice ayer no sirve mañana. Soy consciente de que tengo seguidores fieles, gente para la que una canción determinada ha sido importante, pero aquí se empieza de cero cada noche.

–¿Eso es injusto o liberador?

–Puede parecer descorazonador en el sentido de que, a pesar de todas las vivencias que tienes, resulta que estás empezando cada día, pero cuando posees un sentido de la aventura tan desarrollado como el mío resulta un placer. O sea, sé que tengo un cierto cariño asegurado, un respeto, pero ya está. El resto me lo tengo que currar.

Dani Maldonado

–El otro día leí una frase de Andrés Neuman: «Una vocación es una misión permanente».

–Sin duda. Es una definición perfecta. Hay gente que está convencida de qué fórmulas funcionan. Yo no lo tengo tan claro, y además no sé si me interesaría. Canto 'Piensa en mí' sin moverme, pero si tuviera que hacer un concierto entero sin moverme no me subiría al escenario. Necesito pegar saltos como una cabra loca, mover la cabeza, irme a un lado u otro sin saber muy bien por qué... Necesito sentirme libre. Por eso nunca he hecho una coreografía.

–En uno de tus últimos temas cantas: «Ya sé qué hay detrás de la fascinación». ¿Qué hay?

–La inocencia de quien mira. Creo en la capacidad de seguir sorprendiéndonos. Vengo de escuchar una canción con una letra sencilla pero poderosa que describe a alguien al lado de un almendro, luego de una higuera… Creo que aún es posible la pureza de que hasta la hoja de una planta te sorprenda porque tiene tal forma o la luz entra de determinada manera.

–La inocencia, de hecho, es una constante en tus canciones.

–Es cierto. Me parece algo esencial. Como la ilusión. Creo que es posible mantenerlas casi intactas. Nunca me ha interesado esa cosa de saber qué va a suceder cada día. Me gusta, sin aspavientos, la sensación de que cada día es único, que no lo viví ayer y no voy a volver a vivirlo mañana. Esa actitud es la que me gusta.

«Creo que voy a tener la suficiente intuición para, si llegara el momento, dejar los escenarios. Nadie lo sabrá antes que yo»

–¿Cómo mantienes el ego a raya?

–Escuchando a grandes cantantes, leyendo… El otro día, por ejemplo, leí algunos poemas de Alfonsina Storni, a quien llevaba tiempo sin leer, y pensé: «¡Qué barbaridad!». Luego comparas tus propias letras con esos poemas y piensas que son una simpleza.

–Bueno, tú, que sueles cantar al amor desde la supervivencia y no desde el victimismo, podrías haber escrito eso que escribió Storni: «Si él llama nuevamente por teléfono, / le dices que no insista, que he salido»...

–Ya, ya, pero no. El ego no puede hacerte olvidar el terreno que pisas. Tomé pocas clases de interpretación, pero una de las múltiples lecciones que aprendí es que tienes que saber la textura del lugar donde te sientas y hasta el material del suelo que pisas. Cuando sabes ese tipo de cosas te das cuenta de que quizá representes lo inalcanzable para alguien, lo superior, pero estás en un proceso de aprendizaje constante. Así me siento yo. Y cuando tienes esa sensación no puedes creerte la más alta ni la más guapa ni la más lista.

Dani Maldonado

–Acabas de grabar 'El canto del gallo', una adaptación de un tema de Radio Futura. Me llamó la atención que dijeras que te sientes identificada con el músico ambulante, vagabundo, de la letra.

–Me siento totalmente identificada, sí. Quizá no con toda la letra, por eso con permiso de Santiago (Auserón) he suprimido la estrofa en la que él se acerca a la ventana y le canta a una chica. No me siento identificada con esa relación, casi de tonadilla, pero nosotros vamos a muchas ciudades que están en fiestas y tú eres la extranjera. Creo que la canción refleja muy bien nuestra profesión, además de ser una historia bellísima. Por eso tuve el impulso de grabarla.

–Y con Bronquio como productor, un músico joven que viene del trap y la electrónica...

–Quería trabajar con él desde hace tiempo. Llevábamos meses tanteando la posibilidad. Hacer la canción con banda me parecía una solución muy simple. Me parecía más arriesgado, más entretenido, incluir sonidos más electrónicos.

–¿Has sufrido ansiedad?

–No, no... (Piensa). No.

–Me llama la atención, teniendo en cuenta tu agenda.

–Con la agenda hago como con el ego: no creérmelo. Sé que en los próximos meses tengo que ir a México o Luxemburgo, por decirte dos países, pero no pienso más que en los conciertos que tengo mañana y como mucho al día siguiente. Y hasta ahí. Eso me evita ir preocupada. Si me pusiera a pensar en todos los conciertos o compromisos que tengo pendientes quizá no sólo desarrollara ansiedad sino que querría desaparecer. Pero no suelo dejar que haya situaciones que me provoquen ansiedad, miedo o cualquier otra sensación de ese tipo, que sean paralizantes.

–Parece que en ti hay, desde hace tiempo, una búsqueda permanente de la armonía, que es una palabra que usas a menudo.

–Para mí esa armonía es saber conjugar los momentos, ser consciente de que puedes no estar de buen ánimo pero también de que hay algo que te espera y que merece la pena. Y puede ser un postre, por poner un ejemplo rápido. Y tener eso presente hace que veas las cosas de otra manera, que pienses: «Bueno, no está tan mal». Sí, creo que hay un propósito constante de armonía, pero también de otros elementos que me ayudan.

–¿Por ejemplo?

–Aun reconociéndome impaciente para muchas cosas, tengo claro el sentido de lo que debe ser esperar o tener paciencia. Es como un juego delicado que no siempre aciertas a manejar. Pero al menos lo intento.

«En la industria musical hay mucho blablablá. Pero es un mundo elegido, no puedo maltratarlo aunque tenga una visión crítica»

–Hubo algo que me hizo gracia porque, con ironía, decías muchas cosas en una sola frase. Te dieron un premio y en el agradecimiento dijiste: «Estoy en el ecuador de mi carrera». No sé si eso tiene que ver con el aprendizaje del que hablabas antes, con la determinación de que nadie piense que te has pasado el juego.

–¿Sinceramente? Creo que voy a tener la suficiente intuición para, si llegara el momento, dejar los escenarios. Creo que no habría nadie que lo supiera antes que yo ni de una manera más clara. Pero tengo muchísimas cosas por descubrir todavía. Y sólo hablo del escenario. La música sé que va a acompañarme hasta un segundo antes de irme. Y en ese momento, por cierto, espero decir alguna frase para que quienes estén presentes piensen: «Joder con esta tía». Pero la necesidad de aprender está implícita en mi inconformismo. No estoy conforme con lo que sé. Cuando, por ejemplo, hablo de literatura contigo y citas un verso determinado, como has hecho antes, pienso que tengo enormes problemas para retener versos. Y eso hace que quiera esforzarme. Es algo que me ocurre con todo lo que me interesa.

–En la industria musical, ¿todo se reduce a un eterno blablablá, como dices en una canción

–Hay mucho blablablá, muchísimo ruido. Siempre he tenido la sensación de ir a contracorriente. Busco justo esa frase sencilla de tres o cuatro palabras que me provoque algo, que cuenta algo.

–¿Y cómo lo llevas? Porque al final todo ese ruido forma parte de la industria en la que trabajas...

–Estoy en esta industria porque quiero. Es un mundo elegido, no puedo maltratarlo. Pero eso no impide que tenga una visión crítica. No desde la experiencia de lo vivido, sino desde lo que respiro en el ambiente. Lo que hago es mantenerme firme, fiel a lo que considero, pero acomodándome a cada situación. Tener más o menos éxito no depende de ti. Si la tendencia es opuesta a lo que estás haciendo, es jodido pero te tienes que aguantar... ¡Haber pedido muerte!

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