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Luz Casal conserva las ganas de una principiante EFE
Luz Casal: «Ir a cien por hora todo el rato es igual de aburrido que ir a veinte»
Entrevista

Luz Casal: «Ir a cien por hora todo el rato es igual de aburrido que ir a veinte»

La artista ingresa este martes en la Academia de San Telmo y estrena discográfica: «Nunca he hecho una canción que no haya querido hacer»

Domingo, 3 de abril 2022, 23:46

Ha cantado en China y en Bahrein, en el Olympia de París y en la Acrópolis de Atenas. En su vitrina descansan un Grammy, el Premio Nacional de Músicas Actuales, un Goya y hasta la Medalla de las Artes de Francia. Pero Luz Casal conserva las ganas de una principiante. «Estoy ilusionadísima», confiesa en referencia a la nueva etapa que se abre tras su reciente trasvase de compañía discográfica, de Warner a Virgin. A punto de publicar su primer disco en directo, grabado con la Real Filharmonía de Galicia, y ultimando su próximo álbum de estudio, la cantante de himnos como 'No me importa nada' y 'Entre mis recuerdos' pasará por Málaga, donde hace años que echó raíces familiares, para ingresar este martes en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Aunque avisa: que nadie espere que pase más de cinco minutos mirando al pasado. Tiene demasiado camino por recorrer todavía.

–¿Cómo le llegó la invitación para ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Telmo?

–A través de Suso de Marcos (el escultor afincado en Málaga con quien comparte aldea natal: Boimorto, en La Coruña). No hay tanta gente originaria del mismo lugar donde yo nací, y además vinculada a Málaga. Acepté, claro, aunque lo primero que pensé fue: «¿Esto de qué va?» (Risas). Me siento halagada. En el discurso hablaré sobre música, que es lo que mejor conozco, y sobre la importancia que ha tenido en mi vida.

–Usted no suele practicar la nostalgia, pero estas cosas obligan a echar la vista atrás.

–No recurro al pasado prácticamente nunca, salvo casos excepcionales. No está mal cuando se hace de manera puntual. Ya me ocurrió con 'Imprescindibles' (el documental que Televisión Española grabó sobre su trayectoria el año pasado). Es una oportunidad para reflexionar, para recordar ciertas cosas. Mientras no sea algo habitual, porque me parece que el presente tiene más riqueza que regodearme en lo que ya he hecho o he vivido, no lo evito. Me permite, por ejemplo, recordar que durante un tiempo escuchaba mucho a Burt Bacharach, entre otras cosas porque componía canciones que vocalmente son complicadas. No las puede cantar cualquiera, necesitan voces como las de Dionne Warwick. Pero ya está. Ahora me tiraré tres años sin volver la vista atrás. (Risas).

–Hay quienes piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.

–No, no. Sólo haría esa reflexión cinco minutos antes de irme al otro lado. Considero que cada paso que doy tiene sentido, que seré más interesante mañana que hoy. Por ponerte un ejemplo estúpido: si he perdido volumen capilar y no puedo tener la melena que tenía, en lugar de recrearme en eso prefiero pensar que tengo el rizo más marcado. Quizá soy de buen conformar y pienso que lo que pierdes por un lado lo ganas por otro. No es que siempre vea el vaso medio lleno, pero suelo tener la tentación de equilibrar las cosas.

–¿Siempre tuvo claro que el tiempo es limitado, finito?

–Desde muy pequeña, sí. Perdí a gente cercana, como mi abuela, cuando era una niña que levantaba medio metro del suelo, no más. Me impacta la gente que vive de espaldas a realidades definitivas que por otro lado yo nunca he tenido problemas para percibir, como que nacemos, crecemos, nos entretenemos y nos vamos. Eso siempre lo he tenido claro. También sé que hay dificultades en el camino. Mi madre decía: «No se puede tener todo». No hay felicidad absoluta y, de haberla, sería aburrida.

–Esa mirada ocasional al pasado, ¿la deja zarandeada? En el documental de Televisión Española habló sobre la peculiaridad de su infancia, con una madre y dos padres en casa, algo que ahora puede estar más normalizado pero no en aquella época.

–No entiendo la normalidad en relación a los sentimientos. No es un término que use. La normalidad en las relaciones afectivas es la que necesitas, la que impones, no la que te imponen. Hay tela que cortar ahí. Debemos mantener ciertas pautas de comportamiento para que esto no sea un caos, bien, pero ya está. A nivel emocional siempre me he saltado la normalidad impuesta, y en cuanto necesite volver a incumplirá lo haré. Es demasiado racional.

–¿Pero recordar ese pasado la deja arañada o en paz?

–No, no me araña. En aquel programa hablé sobre mi familia porque dedicamos muchas horas a pensarlo y grabarlo y me parecía que el perfil quedaba cojo si no aportaba algo íntimo. Somos la consecuencia de todo lo que hemos vivido, aunque suene recurrente. Aquello pertenece a mi bagaje, pero hay muchas cosas, penas y alegrías, que están superadas. Ya estoy en otro punto.

–Se aferra al presente más por pragmatismo que por otra cosa.

–Es que no quiero perderme nada. Es como estar en el estudio de grabación: suceden tantas cosas que tienes que estar volcada, no puedo estar pendiente por ejemplo del teléfono. Vivo el presente de una manera intensa porque sé que, como me despiste o dedique dos horas al día a analizar lo que ya hice, me perdería muchas cosas. No es que prescinda del pasado, pero hay demasiados estímulos cada día como para estar atenta al presente, alerta incluso.

–Hay aplicaciones y plataformas que ya permiten acelerar la velocidad de reproducción de los audios e incluso de las canciones. ¿Qué le parece?

–Me gusta paladear las cosas. Hay gente que considera que aprovechar la vida significa acelerarla, pero siempre me ha parecido que hay momentos para todo: para ir rápido y menos rápido, como en una sonata. La gracia de vivir reside en disfrutar de cosas distintas a velocidades diferentes. Ir a cien por hora todo el rato es igual de aburrido que ir a veinte por hora todo el tiempo. Quiero sentir el vértigo de la velocidad pero también el placer de la tranquilidad.

EFE

–Sorprende que le faltara algo por hacer en su carrera, en este caso un disco en directo.

–¡Espero que me queden muchas más cosas por hacer! Parece increíble que nunca hasta ahora me haya decidido a hacer un disco en directo. Siempre pensé que debía tener algo excepcional, incomparable con otros trabajos. Aquella noche en Santiago supe que habíamos hecho un conciertazo y me pareció una lástima que se quedara en la memoria de quienes estuvieron presentes. No me costó decidirme.

–El álbum tiene la peculiaridad, el valor añadido, de contener canciones de rock como 'Un pedazo de cielo' tocadas con una orquesta sinfónica.

–Salvo las canciones de 'La pasión', que son clásicos que conservan sus arreglos, el resto del repertorio lo adaptamos para aprovecharnos de la oportunidad de tener todos los instrumentos de una orquesta y darle a las canciones otra vestimenta.

–Un ensayo sobre Rosalía publicado el año pasado revela que, en sus inicios, cuando le preguntaron «¿Tú qué quieres?», respondió: «Hacer música de calidad, colaborar con James Blake y ser como Luz Casal».

–No lo sabía. (Se queda pensando unos segundos).

–¿No le mola que la consideren un referente?

–No, no, si yo misma tengo muchas referencias. Me honra. Es una mujer interesantísima. ¿Se refiere a que llevo mucho tiempo, quizás? Quienes tenemos una vocación, musical o del tipo que sea, queremos perdurar pero no tanto por una cuestión de ambición, sino porque amamos tanto lo que hacemos que consideramos que lo mejor que nos puede pasar es desarrollarnos en eso. Me podrán ocurrir vicisitudes de cualquier tipo, pero nunca abandonaré la música. Nunca estaré lejos. Si ella es así, somos del mismo palo.

–Pero permanecer durante tanto tiempo en lo más alto de un mundo tan competitivo como la música requiere, además de talento, una entrega diría que total.

–Es un esfuerzo que compensa. Hay momentos difíciles, por ejemplo tras los conciertos. Me quedo reventada, como si hubiera dejado de existir. Lo has dado todo y no queda nada. Pero es una exigencia que tienes que afrontar por disfrutar de otros momentos que compensan, como cuando cantas un verso que te pone los vellos de punta o resuelves la letra de una canción. Y luego hay aspectos más obvios, como el éxito y el aplauso.

–El aplauso es la manera en que ese éxito, que es abstracto, toma cuerpo. Debe de ser reconfortante, no sé si hasta adictivo.

–Para mí el escenario resulta imprescindible. Ahí percibes la respuesta del público de manera directa. En la última gira que hicimos tocamos todas las canciones de 'Que corra el aire' (su último álbum). Enseguida te das cuenta de qué canciones impactan más y cuáles impactan menos. Es una manera de palpar las reacciones, lo que necesito para saber qué llega y qué no. En el directo siempre suceden cosas inesperadas, incontroladas. Las canciones cobran otro cuerpo, a veces hasta me pregunto: «¿Esto qué es?». (Risas). Me parece algo maravilloso.

–¿La reacción del público le permite tomar distancia de sus propias canciones?

–Sí, pero no porque eso vaya a marcar el siguiente proyecto. No me voy a poner a hacer medios tiempos que hablen de la preocupación que tengo por la verdad o la inocencia sólo porque sé que una canción así ha gustado. Ya sé qué temas de mi repertorio emocionan, pero eso no condiciona lo que escribo o compongo. No es imprescindible conocer la reacción del público, pero me gusta saber si lo que hago le interesa a la gente.

–¿Incluso después de millones de discos vendidos en todo el mundo y decenas de premios?

–Los premios me parecen un aplauso concentrado. Y a todos les doy su valor, desde el que te concede una asociación de mujeres hasta el que entrega el ministro de Cultura francés. Significan una muestra de cariño, de respeto y de admiración.

–Lo plantea con naturalidad, pero no ha tenido que ser fácil reivindicar un espacio propio en la música popular española.

–No lo ha sido, pero ahora me permite ir con la cabeza alta. No hay nada que haya hecho por una razón distinta de mi necesidad de mostrar aquello que soy de manera natural. No he cantado en mi vida una canción que no haya querido cantar.

–Pero habrá recibido presiones.

–Hubiera sido más fácil ponerme un vestidito con el que me decían que estaba más sexy que con el que yo había elegido. Sí, claro, pero no me hubiera sentido bien. No estoy a gusto si no elijo lo que hago, desde la ropa hasta decidir hacer una intro de veinte compases y no de diez porque me parece que mola mucho más. A veces tienes que pelear, pero me compensa ese esfuerzo. Prefiero equivocarme por mí misma que por seguir el consejo de otro. A veces te dicen: «Es por tu bien». Como si fueras una niña. Bueno, es por mi bien pero no me gusta. (Piensa unos segundos). No sé, está bien así.

–Acaba de cambiar de sello discográfico. Es una forma de iniciar una nueva etapa.

–No he tenido muchos cambios de discográfica en mi vida, pero creo que Virgin es un sello con un significado importante por su historia. Y percibí que tienen ilusión por contar conmigo. Había otra oferta, pero me incliné por ésta no por condiciones definitivas sino por intuición, por detalles. A veces me muevo por esas percepciones. Y la experiencia me ha ayudado, claro. Sé lo que quiero, lo que me da tranquilidad. Conservar la libertad que siempre he tenido, incluso hacerla más palpable, es básico para mí. El primer trabajo que publicaré con ellos será este disco en directo. Luego vendrá un álbum con nuevas canciones del que ya tengo el noventa por ciento del material, con la puerta abierta a lo que pueda pasar. Estoy bastante satisfecha.

–¿Cuánto lleva trabajando en estas nuevas canciones?

–Desde el día siguiente de acabar el disco anterior. Es lo que hago siempre, aunque es cierto que invierto mucho tiempo porque dejo reposar las canciones. No quiero que suene despectivo, pero cuando publico un disco tengo la sensación de que ya no me pertenece. Estoy en otra película que me interesa escribir, contar y cantar. Siempre ha sido así.

–¿Mantiene la ilusión intacta?

–No tener ilusión sería como dejar de vivir. Hay muchas cosas que no sé y que quiero saber, que no he hecho y que quiero hacer. Conocer a nuevos autores, por ejemplo. El otro día supe que el guitarra de Radiohead, a quien le había perdido la pista, está haciendo bandas sonoras, entre otras de una película que había visto. Pensé: «Joder, necesito saber más de este tío». Puede parecer una bobada, pero me resulta estimulante averiguar por qué ha mezclado esas sonoridades y no otras, si lo ha reforzado con un teclado o si ha metido chelo. Esa ilusión me mantiene activa y así espero que sea siempre. Y si eso acaba no sé qué pasará... Pero tampoco me preocupa.

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