Loquillo: «Los artistas revolucionarios pasan el cazo y los artistas humildes, te engañan»

Y presumir, presumió de lo lindo el cantante barcelonés, fiel a su propio personaje, en la jornada inaugural del curso de verano de la Universidad de Málaga (UMA) 'Tres generaciones de música pop en España', que Loquillo estrenó ayer junto al flamenco heterodoxo Francisco Contreras 'Niño de Elche'.

«Los artistas revolucionarios pasan el cazo y los artistas humildes, te engañan», soltó Loquillo en los compases iniciales de su conversación con el director de la revista 'Rockdelux' y del curso de la UMA, Santi Carrillo. Al fin y al cabo, «la provocación forma parte de todo esto», como esgrimió durante el paseo por su amplia trayectoria.

Un cigarrillo en la puerta justo antes de entrar, gafas de sol hasta casi sentarse en la mesa de conferenciantes, un refresco de cola para acompañar la charla, nada de fotos en el interior del salón de actos y el tupé ya cano convertido en icono de la música popular española contemporánea. Loquillo echó la vista atrás sin ira y miró al presente como siempre, es decir, sin morderse demasiado la lengua. «Veo la situación más difícil que cuando empezamos», reflexionó Loquillo antes de lamentar el individualismo de la industria musical.

El cantante reclamó la aprobación de una ley específica para los creadores culturales, lamentó la dolorosa ausencia de una Ley de Mecenazgo útil y denunció que el IVA de los discos siga en el 21%, frente a la bajada aplicada en otras industrias culturales como el cine.

También repasó Loquillo su trabajo junto a los compositores Carlos Segarra, Sabino Méndez y Gabriel Sopeña. Temas que ya figuran en la banda sonora sentimental de tres generaciones, desde 'Cadillac solitario' hasta 'El ritmo del garaje', pasando por 'Quiero un camión' y 'Un hombre puede llorar', por citar algunos de los temas más populares de su amplísimo repertorio.

Una carrera desgranada que le ha llevado del rock canónico a poner música a versos diversos poetas, de los garitos a los teatros y que Loquillo ha puesto en negro sobre blanco en tres libros a modo de autobiografía: 'El chico de la bomba', 'Barcelona ciudad' y 'En las calles de Madrid', también glosados ayer durante su charla en la capital malagueña.

A Loquillo le tomaba el relevo en el curso de la UMA la brillante heterodoxia de Niño de Elche, cuya labor artística ha ido de las peñas y los festivales flamencos a su reciente participación en el Sónar junto a otro verso suelto del arte jondo: el bailaor Israel Galván. «Más que flamenco, me considero exflamenco, en el sentido de reconocer que uno ha pasado por un territorio y toda la intoxicación que uno ha recibido de esos territorios», abrió Niño de Elche antes de rematar: «Como no sabemos qué es el flamenco, cada cual puede cortarse el traje a su medida».

Un traje al que Niño de Elche le ha ido cambiando la patente desde sus primeros discos más próximos a la tradición 'clásica' hasta el celebrado 'Voces del extremo' y su más reciente 'Antología del cante flamenco heterodoxo'. Eso sí, el autor ponía ayer tierra de por medio entre su labor y los intentos por colocarle una etiqueta: «La palabra 'vanguardia' me repele casi más que 'flamenco'».

Porque a Niño de Elche le mientan como referentes a Camarón de la Isla o Enrique Morente y él piensa en Cagancho, Antonio Chacón y Val del Omar. «El flamenco experimental, cuanto más atrás te vas, mucho más lo encuentras», sostuvo el artista en una enjundiosa charla donde reivindicó el afán renovador de los primeros flamencos en contraposición al inmovilismo que Niño de Elche aprecia en los cenáculos del flamenco actual.

Y así, abrochó: «La práctica flamenca tiene una modernidad intrínseca». Otra cuestión es lo que cada cual entienda por flamenco.