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Lo último de Juan Manuel Montilla no es un disco ni una película, pero tiene título: La Tasca del Langui. Y allí pillamos a este ... rapero, actor y gourmet televisivo que une un nuevo oficio a su currículum, el de hostelero, con su nombre propio por taberna. Una aventura de mesa y mantel que no debería extrañar para un tipo que ha echado los dientes del barrio madrileño de Pan Bendito. Lo sorprendente es que el ganador de dos Goya por 'El truco del manco' ha montado su bar en San Pedro de Alcántara, una localidad que se ha convertido en su tierra adoptiva, como descubre en esta granizada. Una parálisis cerebral forjó el carácter cercano y luchador de este músico, que saca también su lado bromista para trolear al periodista.
–¿Lo de abrir la tasca es para tener una excusa y venirse de vacaciones a la Costa del Sol?
–Pues hubiera estado bien, pero vacaciones pocas.
–¿Y por qué eligió San Pedro?
–Tengo 42 años y llevo desde los 18 pasando los veranos en la Costa del Sol. Uno de mis mejores amigos nos decía que, cuando cumpliéramos los 18 años, su abuela que era de San Pedro nos iba a dejar el piso en el barrio de la Campana para que viniéramos todos. Y como había prometido, su abuela nos dejó el piso a once chavales del barrio de Pan Bendito. De ahí salieron muchas de las canciones que después formaron parte del primer disco de La Excepción.
–¿Y cómo sigue por aquí?
–Es que la madre de mis hijos también es de San Pedro. Hemos pasado en Marbella todos los veranos y, al final, con la pandemia decidimos quedarnos a vivir aquí. Estoy empadronado y ya soy un boquerón adoptivo. Y con el Ave me muevo siempre rápido.
-Siempre se ha dicho que los artistas se metían a camareros para subsistir. ¿Tan mal le va la cosa?
–Ja, ja. Lo de la gastronomía es un vicio y siempre me había gustado el tema de las tascas. Llevaba un par de años dándole vueltas a montar algo. Era meterme en un sarao que no es el mío, pero aquí está La Tasca del Langui.
–¿No se ha arrepentido todavía?
–Desde que hemos abierto no he parado. Hasta la noche no llego a casa porque ahora hay que estar al pie del cañón para afinar y trabajar mucho. No sé si me lo debería haber pensado más, porque bastantes cosas llevo para adelante. ¡Para qué coño me he metido en esto! La pandemia nos ha atacado a todos los del espectáculo y, para llevar 25 años en esto, me sigo manteniendo. No me puedo quejar. Lo que pasa es que soy inquieto.
–Desde luego a usted le pega más una tasca que un restaurante con estrella Michelín.
–He montado esto porque me fascina la restauración. Es un mundo difícil en el que hay que echar muchas horas y tiene muchos quebraderos de cabeza, pero todos lo tienen. En la música detrás de un concierto hay también muchas horas. Pero he llegado a esto sin pretensión alguna y porque me apetecía. Mi cocina no tiene más intención que la de tomar un buen refrigerio y un tapeito de cosas que me gustan.
–¿Si voy este fin de semana qué me tengo que pedir?
–Pues unos chicharrones especiales receta del Pichi de Cai que es una taberna gaditana en el corazón de Málaga. Un atuncito en manteca o una brochetita de la Almadraba. Y con la cerveza te voy a poner un papel de estraza con una buena tapita.
–Me ha convencido. ¿Y es una tasca con banda sonora?
-Eso siempre. Suena flamenco, rap, carnaval... Camarón, La Excepción y hasta Deep Purple.
–¿Y usted qué escucha en casa?
–En casa paro poco. Pero siempre voy con mis cascos y una lista larga en forma aleatoria porque me gusta escuchar algo inesperado: flamenco, rock, blues, Mozart... lo que caiga.
–¿Es cocinillas?
–Me gusta, aunque tengo poco tiempo. Soy muy de probar y preguntar cómo se hacen las cosas.
–¿Qué plato le sale de rechupete?
–Yo no hago bien nada, pero me marco unas lentejitas con curry y carabineros mortal de la muerte.
–Las mesas y barriles de la tasca reproducen sus piernas. ¿Hay que tener humor propio para mirarse al espejo?
–El humor es el hilo conductor de mi vida. Si te ríes de ti mismo, estás preparado para lo que te venga. El humor contrarresta el drama y a mi me ha funcionado. Lo que quería es que cuando la gente pasara por la calle y viera todas las mesas con las piernas arqueadas, dijera: ¿coño, qué es esto? ¿'Walking Dead'? Pues no, son las piernas del Langui y molan.
–¿Quién le llama Juanma?
–Pues mucha gente, más de la que crees. Los colegas y la familia me dicen Juanma, pero por la calle también. Mi apodo es también un logo y me encanta, pero mola que me digan Juan Manuel.
–¿De dónde le viene el apodo de 'El Langui'?
–Había una persona con parálisis cerebral en el barrio que era del grupo de mis padres y que le llamaban Langui por lánguido, aunque su nombre era Matías que en paz descanse. Cuando yo era niño veía que entre los mayores había una persona que andaba diferente como yo, pero que era un echao palante y hacía deporte. Y mis amigos, una vez jugando una pachanga de fútbol, fui a rematar, me tropecé y al levantarme, me dijeron: «Vamos Langui». Y con 13 o 14 años me empezaron a llamar así.
–¿Y qué quería ser de mayor?
–De pequeño quería ser futbolista y eso me hizo superarme, aprender a vestirme, a ducharme y a buscar mis propias mañas para levantarme del suelo. Pero yo quería ser futbolista de verdad y puse todo mi esfuerzo, pero cuando crecí me di cuenta de que no iba a serlo. Pese a ello, el deporte me enseñó a esforzarme. A los 14 apareció el rap y me agarré a ello. Y la música se convirtió en lo que era el fútbol. Puse el mismo ahínco en ser rapero.
–Lo de ser actor no estaba en el guion. Y ahora además director con el corto 'Intentando'. ¿Así anda usted por el mundo, probando?
–La película habla de intentar que es lo que hacemos todos: intentar llegar a fin de mes, intentar no perder el trabajo, intentar ser felices, intentar superar una enfermedad, intentar todo el rato... Nos pasamos la vida intentado y eso significa que estas vivo y quieres mejorar. En esta vida merece la pena volverlo a intentar, lo consigas o no.
–¿Dónde tiene sus dos premios Goya? ¿En el cuarto de baño como dijo Amenábar al ganar el Oscar?
–Hostia, esos dos premios los vendí. A un anticuario.
–¿En serio?
–Sí, me dio 200.000 euros por cada uno.
–Se está quedando conmigo.
–Sí, sí. Era un coleccionista que compraba cosas de Michael Jackson y que quería los míos.
–Me quedo atónito.
–Al final lo que cuenta es el reconocimiento. Lo que vale es haber rodado esa película y, como hay que pagar muchas facturas, las estatuillas son solo algo físico. ¿A qué tú sabes que yo tengo dos Goya?
-Sí, claro. Vaya historia.
–¡Qué no hombre, qué es mentira! Ya puedes poner que me he quedado contigo.
–Ja, ja, si lo llego a publicar…
–Lo que sí te digo que si viene uno y me da 200.000 euros, se los doy con los ojos cerrados.
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