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La oscuridad nunca había estado tan electrizada. Cuando se apagaron las luces del escenario del Marenostrum Castle Park, a los pies del Castillo Sohail de Fuengirola, los gritos de las 14.000 almas que esperaban a Jennifer Lopez sonaron llenos de excitación. La oportunidad era única; ver de nuevo a la súper estrella neoyorquina era más que improbable, por eso anoche había que darlo todo. Eso sí, la alegría llegó tras unos 30 largos minutos de retraso, adornados con sonoros abucheos y chiflidos de rechazo, que se intensificaron cuando en las pantallas se proyectaron dos anuncios: uno del 'talent show' World of Dance, en el que la cantante participa como jurado y la película 'Hustlers', protagonizada por ella. Finalmente se deshizo la luz a unas impuntuales 22.31 horas y una voz introdujo a J.Lo: «¡España, ya empieza el show que os hemos traído, vamos a hacer lo de siempre, pasarlo bien!». El libro estaba abierto y Jennifer Lopez se disponía a escribir sus páginas en la historia musical de la Costa del Sol.
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El maestro de ceremonias pidió a los asistentes que encendieran las linternas del teléfono móvil (prácticamente ya estaban todos grabando la escena) y dio paso al cuerpo de baile que, ataviado con trajes plateados y portando botellas de champán hicieron un épico pasillo para la llegada de López, que apareció por primera vez elevada por los aires en brazos de sus secuaces. 'Medicine' fue el tema elegido para inaugurar «la fiesta del siglo» por su cincuenta cumpleaños. En un pseudo 'drum and bass' dentro de la propia canción, la cantante mostró sus argumentos: sobre el escenario pocas bailan como ella. Una coreografía envuelta en humo sirvió además de transición para 'Don't cost a thing', un himno de las pistas de baile que no ha perdido fuelle desde su lanzamiento en 2001.
«¡España!, ¿cómo se siente?, ¿estáis listos para el party?, ¿lo han oído? It's my birthday!». En sus primeras palabras, la cantante se esforzó por hablar en el idioma de sus invitados, aunque un Spanglish fluido fue más que suficiente: «Voy a intentar hablar en español todo lo que pueda, si la cago no os enfadeis», bromeó. «¡Os quiero mucho!». El público rompió a cantar cumpleaños feliz, a lo que J.Lo respondió más en inglés que en castellano: «Tenéis que pasarlo en grande esta noche; cuando ustedes hacen una fiesta en casa ponen reglas, ¿verdad?, pues yo también, tienen que cantar y bailar y pasarlo genial!». Con las cartas sobre la mesa sonó 'Get right', uno de los éxitos más próximos al R&B de López.
El escenario del Marenostrum Castle Park, modesto en tamaño si se compara con los estadios y grandes auditorios que suele frecuentar la artista, no se quedó pequeño gracias a un despliegue audiovisual medido hasta la última bombilla y una ejecución técnica sólo disponible para las grandes estrellas. Además de la fundamental aportación de los músicos que acompañaban a J.Lo, capaces de llevar el ambiente de lo más latino al electro comercial de sus últimos hits. Con la misma soltura, el cuerpo de baile, compuesto por decenas de profesionales, vestía cada rincón de las tablas, asumiendo gran parte del protagonismo en las transiciones.
Siguió la noche con clásicos como 'Jenny from the block', 'I ain't your mama' y otros éxitos memorables, desde 'Booty' hasta versiones de 'Gravity' y 'Si una vez', además de algún que otro 'mix' más pensado para bailar que para cantar. El espectáculo de anoche formó parte de la gira 'It's my party: the live celebration tour', un desfile global con más de treinta fechas que ha pasado por Israel, Rusia y Turquía antes de llegar a Fuengirola. Hoy actúa en Egipto y mañana finalizará en San Petersburgo.
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Antes de que Jennifer Lopez saliese al escenario, la pista de la loma del Sohail era una fiesta. Un espectáculo de DJ y baile mantuvo animado a los asistentes durante las casi dos horas que tardó en llenarse el recinto. Pero no había prisa, la recompensa merecía cualquier espera, y calentar a base de clásicos latinos como 'Danza Koduro'. «¿Estáis listos para J.Lo?», lanzaba el pinchadiscos de vez en cuando, arrancando los gritos del público, ansioso por descorchar una noche que estaba predestinada a ser inolvidable antes incluso del primer acorde.
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