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IZAL ha puesto los pies en tierra firme, y nosotros con ellos. Nos quitamos el traje extravehicular y nos colocamos la mascarilla, ¡qué remedio cuando la realidad se impone! El aterrizaje después de dos años sin pisar Marenostrum Fuengirola ha sido duro, pero ... fructífero, satisfactorio y más eléctrico que de costumbre. La vuelta a la Tierra a través de 'El pequeño gran final del viaje' y 'Audioterapia' nos propone un despegue con los pies en el suelo a través de la música, capaz de sumergir hasta al más tímido en la euforia absoluta. 'Autoterapia', un álbum de 2018 que se ha convertido en disco de platino, se despide ahora, de verdad, ante Fuengirola en 'sold out': de punta a punta llenando sonrisas para seguir manteniendo su magia intacta, una esencia musical que se desliza por la envolvente voz de Mikel Izal.
La noche de sábado comenzaba con largas colas a la entrada del recinto bajo la humedad malagueña, la intriga y los brazos preparados para alzarlos al ritmo de cualquier tema; mientras tanto, charlas en grupo, reencuentros y sonrisas con y sin mascarilla para celebrar el comienzo del final. El grupo se reunía en el centro del escenario para entonar en acústico uno de los últimos temas que lanzaron por sorpresa en sus redes sociales: 'Meiuqèr', adelantando un caramelito de ese nuevo 'Hogar' que presentarán en cuanto homenajeen con su merecida despedida una gira y disco que les ha llevado a lo más alto del panorama musical español. A partir de ese primer momento de hermanamiento con el público, su público, ya poco quedaba por hacer para enamorarlos. Con 'Copacabana' llegó el regocijo, el placer musical, el grito colectivo para acoplarse a la voz de su 'frontman': un momento de auténtica comunión entre los cinco en escena y los 3.200 en sus asientos. Hacía tiempo que secuencias de este calibre no se recordaban en conciertos en la era Covid-19, desprendiéndose de la rigidez y de la postura contenida para desatar el éxtasis cuando la iluminación enfocaba al auditorio. «¡Qué ganas teníamos de empezar a sentir que la luz está cerca. Os echábamos muchísimo de menos, sois alimento, nuestra energía, nuestra pasión. Y nos encanta volver a la carretera para compartir viaje con nuestro equipo humano», gritaba Mikel Izal a los mandos de una noche llena de sorpresas, capitaneada por muchos rostros del cine español.
Y esto, sumado a un show que se presentaba esta vez actualizado con la conexión de voces y sonrisas emblemáticas del panorama a modo de vídeo y colaboración virtual se volvía la guinda de un apetecible pastel; algo positivo tenían que regalarnos las reuniones por Zoom.
Santi Millán y Alexandra Jiménez, ataviados con uniforme espacial, tripulaban la nave en la que los chicos de IZAL viajaban a bordo, interactuando con todos los asistentes: ¿Permiso para cantar en directo? Concedido, aunque con algo de esfuerzo por parte del grupo para conseguirlo. Los vídeos proyectados tras ellos a modo de película, introducen al público dentro de una historia que cuentan sus propias canciones, aunque ya cada uno las acople a sus vivencias. Si el ambiente ya estaba idóneo para crear un recuerdo especial, cuando la artista Rozalén hizo su aparición estelar tras el grupo, en una pantalla gigante y en un escenario irreal, el público enloqueció de encanto en una colaboración en 'Mi pequeña gran revolución'. A la narrativa que se sucedía en el concierto, se le sumó el grupo Sidonie en sus 'Temas amables', una dulce colaboración, ecléctica y muy virtual, aunque tan cercana que en todo momento parecía que ambas bandas se hermanaban en el escenario.
La línea de historias tras la pantalla se sucedía con la aparición de la actriz María Pedraza y el actor Jaime Lorente, introduciendo una novedosa forma de mantener al auditorio aún más pendiente del espectáculo: 'Audioterapia 2020 by IZAL' es una aplicación interactiva, que el grupo pide que todos los asistentes se descarguen antes de acudir al concierto y esperen el momento preciso para introducir un código que ellos mismos proporcionan en pantalla. En ese instante, un momento cualquiera se convierte en su momento, en una especie de 'comodín del público' en el que los asistentes deciden qué canción quieren escuchar entre tres opciones posibles. 'Despedida' fue la elegida, tan emocional y llena de recuerdo como acostumbran en temas emblema como este.
También Amaia Valdemoro y Jorge Garbajosa se sumaban a una atípica tripulación con rostros conocidos y momentos de euforia; la artista Mäbu cantaba junto a la banda 'El temblor', una canción mucho más relajada que el cordón de tensión y energía eléctrica que mantuvieron durante todo el show. Hasta Mikel Izal lo reconocía en uno de esos parones entre tema y tema: «Estáis proyectando una energía de la leche, aunque estéis ahí sentados y sentadas», comentaba el artista alzando la voz en plena emoción. Zahara llegó después en la misma dinámica, mientras una luna menguante rojiza se asomaba por el horizonte del mar fuengiroleño. El listón ya no podía ponerse más alto, muestra de ello fue el zapateo constante del público en la grada: un estruendo arropador a modo de aprobación por una noche en cabina, aunque con turbulencias.
Tras la aparición en pantalla de Miguel Ríos con 'El pozo', 'La mujer de verde' produjo un auténtico recuerdo destellante a aquel concierto de 2019 en el mismo lugar: todos en pie, botando en su sitio, con los brazos en alto, cantando junto a la banda al unísono, con los móviles encendidos, las sonrisas eléctricas, la piel de gallina... Un instante atípico: «Si algo hemos aprendido es que no podemos dar por hecho el mañana. ¡Decidle que le queréis!», animaba el cantante al auditorio, para dar paso a una salida del escenario a modo de farsa: Bunbury era la última de esas colaboraciones de la noche en la virtualidad más absoluta, aunque con la 'Pausa' estrictica de un final, la euforia constante de dos horas de concierto se mantuvo hasta el adiós. 'Fly me to the moon', nunca mejor dicho.
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