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GABRIELA TEIXEIRA DA ROCHA
Lunes, 21 de junio 2021, 02:00
Su melena parece recién salida de los 80. En su oreja derecha se vislumbra un agujero que no hace mucho fue habitado por unos aros. Las patillas a lo Elvis Presley. Tiene un aire de estrella del rock. ¿Lo es? Siempre ha sido su sueño. ... Desde pequeño fantaseaba con dejarse el pelo largo, fumar porros y hacer sonar la guitarra como Jimi Hendrix. De ahí a convertirse en leyenda faltaba muy poco. Pedro Ramírez, Perico, nació sobre las cinco de la tarde del 21 de junio de 1959 en el Hospital Noble. El viento malagueño le daba la bienvenida. Terral. Frentes empapadas. Quizá por eso no le apetecía salir. Su nacimiento duró casi diez horas y solo los fórceps pudieron traerlo al mundo exterior.
«Me sacaron con unos ganchos. Tenía la cabeza de pepino y mi madre se asustó», cuenta con una sonrisa. Casi siempre está sonriendo. El resto de su infancia fue tranquila. Creció en el Camino de Suárez e iba en busca de aventuras al Monte Coronado. Perseguía ranas. Coloridas, pegajosas, saltarinas. Pronto empezó a interesarse por la música. Su madre, una melómana absoluta, le transmitió esa pasión. A él y luego a sus cuatro hermanos. Su primer contacto con la guitarra fue a los siete años. A los ocho ya estaba matriculado en un conservatorio, acompañado de un instrumento de cuerdas clásico, «malillo» y de color rojizo. La felicidad que le proyectaba aquella caja de madera era inédita. Se volvió adicto.
Corría la década de los 70. «Franco todavía no había muerto, pero ya había un montón de gente peluda, hippie, por todas partes», recuerda Ramírez. «Flipante» es la palabra que usa para describirlo. El mantra 'paz y amor' iba inundando las calles madrileñas, escoltado por pantalones de campana, vestidos de flores, diademas estampadas, música, color y psicodelia. Su estancia en Madrid fue corta. Volvió a Málaga para un festival «impensable» con Wishbone Ash y otros titanes del rock. Fue entonces cuando decidió que se tenía que dedicar a la música y vivir de ello. Como si el destino lo planeara, vio un anuncio en el periódico de que un grupo inglés de Gibraltar necesitaba un guitarrista. No podía perder esa oportunidad. «Fui al Camping Chullera, que era donde hacían las pruebas, y me cogieron. También querían un cantante y apareció Roberto», relata.
Estuvieron un año y medio en esa banda, tocando por toda la Costa del Sol. Jazz, bolero, pachanga. Chachachá. En el camping todo eran risas. Para Perico, el mítico Rockberto fue un gurú. Hasta le «pegó la moda de ducharse todos los días». Era un tipo muy peculiar, anárquico y bohemio. «Traía unos tripis buenísimos de Holanda. Una noche estábamos por la playa y se acabó todo lo que teníamos, y Roberto dijo: esto se arreglaría con un tabletón», cuenta. De ahí surgió la idea de fundar un nuevo grupo. Sin los ingleses, claro. Y fue así, bajo las estrellas, que nació Tabletom. Con M por una ocurrencia de Ramírez, que llevaba consigo el símbolo 'OM': el sonido del universo. Todo parecía estar predestinado.
Se instalaron en una casa de la madre de Roberto, que de pronto se convirtió en una comuna agro-hippie. Tenía dos habitaciones: en una ensayaban y en la otra dormían. No había baño. Solo los más atrevidos se duchaban con una manguera. .
De eso hace más de cuarenta años, aun así Perico lo recuerda como si hubiera ocurrido ayer. La primera actuación de Tabletom fue en un aula del Colegio León XIII. «Sin escenario ni nada». Ya en el 77 dieron un concierto en el Colegio de San Agustín, cobrando algunos duros por entrada. Desde entonces nunca han parado de tocar. Siempre han sido irreverentes, ingeniosos y únicos. Paradigmas de lo 'malaguita', mezclando rock, blues, reggae, jazz e incluso clásica. «Hacemos música étnica-malagueña», define Ramírez. Porque Tabletom es Málaga.
Sus conciertos preferidos empiezan por la gira histórica en los 80 a favor de la autonomía de Andalucía. Llena de banderas, multitud y sonidos amplificados. También se divertía cuando tocaban en las ferias, «con Hamburguesas Uranga de fondo». Y recuerda con cariño el homenaje al fallecido Rockberto. Luz Casal, Kiko Veneno y Pablo López, entre otras grandes voces, se subieron al escenario para despedirlo. La energía fluía por cada rincón de la sala París 15.
Los hermanos Ramírez han mantenido el grupo con vida, haciendo lo que mejor se les da: componer, tocar y transmitir. Son los que persisten, aunque es larga la lista de los que pasaron por la formación. A lo largo de los años han cantado en inglés, en español y en ininteligible. Han alabado a Málaga, Málaga bonita. Han recordado que comían 'pescaíto frito' con pan. Han denunciado las barbaries de la guerra. Han mostrado la parte chunga de nosotros mismos. Han confesado sentirse como un gran vampiro. Han gritado por la libertad. Han bebido ginebra. Han bailado. Han vivido. Han hecho Apocalipsis Nao versión 2020. Han tocado para el próximo futuro. Con Perico como el Hendrix andaluz.
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