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Es un roquero de los auténticos, pero sin pose de tipo duro ni rastro de chulería. Fito Cabrales tiene una conversación amable en la que su risa suena a menudo al otro lado del teléfono y una actitud humilde en las antípodas de lo esperado ... en una estrella del rock. «Soy el peor de los Fitipaldis y eso es un lujo», reconoce el bilbaíno cuando alaba la calidad de quienes le guardan las espaldas en el directo y en el disco. Entre ellos, el malagueño Coki Giménez a la batería. Y no tiene ningún problema en admitir que se siente un bufón y que, además, le «mola». Con energías renovadas tras el largo parón de la pandemia, Fito reúne a sus Fitipaldis para salir a la carretera con 'Cada vez cadáver', un disco con el que este sábado inaugura la temporada de conciertos del Marenostrum Fuengirola (22.00 horas, 36 euros).
-Ha agotado ya en varias plazas. ¿Le sorprende que la gente le siga esperando con tantas ganas?
-Sí, y espero no acostumbrarme. No hay que darlo por sentado. Hay que estar agradecido y darse cuenta de que no es una cosa normal.
-Pero en su carrera esto no es una excepción desde hace ya años.
-Sí, es verdad. Pero siempre he tratado de tener un poco de distancia con el «éxito» porque uno puede normalizarlo, pensar que cada vez que haces un disco va a haber mucha gente que lo quiera escuchar, que cada vez que vas a una ciudad hay mucha gente que te quiere ver… Y no, lo normal en una banda de rock y durante tanto tiempo es que no sea así. Yo me resisto a pensar que es algo natural.
-¿Piensa, como le sucede con cada nuevo trabajo, que 'Cada vez cadáver' es su último disco?
-Absolutamente. Lo digo en cada trabajo, pero no es una pose.
-Ya no le vamos a creer…
-Pero es que siempre tengo esa sensación de que me ha salido por casualidad, que he tenido suerte y he podido juntar unas melodías y unas letras. Hay tantísimo trabajo detrás que ni siquiera intento pensar en afrontar otro disco, en tener un conjunto de canciones de las que esté enamorado. Ahí reside la dificultad.
-Le he escuchado decir que no es ni cantante ni guitarrista. Entonces, ¿qué es?
-(Ríe) ¡Claro! En comparación con la gente que me mido no soy un cantante con lo que significa serlo, como Carlos Tarque por ejemplo. Ni guitarrista, quizás porque siempre estoy rodeado de músicos tan increíbles. No es que yo me empequeñezca, simplemente veo el talento de los demás y yo creo que tengo menos. Si me dedico a esto es simplemente por hacer canciones, es mi trabajo, lo que pasa es que me gusta mucho tocar la guitarra y cantar.
-Al final resulta que Fito es el peor de los Fitipaldis.
-Sí, exactamente, pero eso es un lujo. Ese es el tesoro que tengo yo, los Fitipaldis y ser el peor de ellos. Que haya gente tan buena que quiere tocar mis canciones conmigo, ¡no jodas que no es un tesoro!
-Quien le marca el ritmo es un malagueño, Coki Giménez.
-¡Joe! ¡Qué fichaje! Lo conocí hace tiempo, porque quién no conoce en el mundo de los músicos a Coki Giménez. Pero la primera vez que grabé con él fue una versión de Platero y recuerdo que a los 35 segundos hubo un 'feeling' total. Ya entonces le dije que deberíamos hacer un proyecto juntos. Y mira cómo ha sido que hemos hecho el último disco y vamos a hacer la última gira. Es una de las razones extras para celebrar esta gira, que venga con nosotros Coki Giménez, te lo digo en serio. Es un virtuoso de la batería y también, como se dice en plan pijo, un ser de luz. Nos ha dado otra alegría, ha renovado el aire en el camerino, en la furgoneta…
-En un tema canta «Quién necesita un rey teniendo aquí a un bufón», ¿se refiere a usted?
-(Ríe) El bufón sí, pero el rey no es el Rey, no va por ahí. Siempre he considerado que los músicos somos descendientes de los bufones en el sentido de que podemos entretener. Podemos hacer que mientras dura el show, el disco o la canción el mundo sea un poco mejor. Con la música no se arregla nada, pero en tu cabeza sí. Cuando voy a un concierto que me transporta a otro sitio, lo agradezco. No lo digo en plan despectivo, me considero un bufón y me mola ser bufón.
-Siempre se habla de cómo concilian las madres. Yo quiero saber cómo concilia un 'aita' con todos los fines de semana pillados de marzo a julio.
-(Ríe) Eso también es cosa de la edad, antes no tenía que conciliar nada. Con los mayores es más fácil, porque ya son libres. Pero la pequeña, la 'Coyote', tiene 7 años, y lo que hago es que trato de que venga toda la familia a los conciertos. Cada vez que me planteo una gira, una de las cosas que tengo que solucionar es que voy con todo.
-¿Renuncia a trabajos por pasar más tiempo con la familia?
-Sí, es una renuncia porque no puedes hacer todo. Ahora mismo, por ejemplo, lo primero en la lista son los conciertos, pero cuando acabe la gira siempre dejo un buen trecho de tiempo hasta el siguiente proyecto. Si no, no tendría vida familiar.
-¿Se ha perdonado sus excesos?
-¡Claro! ¡Estaría bueno! No sé si los demás me lo perdonan (ríe), pero yo sí. Echo la vista atrás y no me arrepiento. Creo que el lugar donde estamos es la historia de donde venimos. No tengo ninguna carga ni ningún pecado que me abrase, que me impida conciliar el sueño.
-¿Le cansa que siempre le recordemos esa etapa de su vida y su relación con las drogas? Así es imposible pasar página…
-No, si soy yo el primero que empezó a decirlo y sigo hablando de toda mi historia con el 'speed' y de que tuve que ir a una clínica. Lo trato de normalizar. No sé por qué hay que hacer aspavientos. La gente a veces nos pasamos con ciertas sustancias, pero nunca le he echo la culpa ni a la droga ni nada. La culpa es mía. Siempre hablo de ello con naturalidad teniendo en cuenta que hay gente que tiene problemas ahora mismo, mientras yo hago declaraciones, y trato de decirles 'chico, no pasa nada, va a ser jodido, pero tienes que superarlo'. Estas cosas están en tu mano, eres tú el que decides sobre eso. No puedo hablar de otras cosas en las que son los gobiernos y otros entes…
-Y de esos mejor ni hablar. Ahí sí que hay bufones…
-¡Eso es el Circo del Sol! (ríe). Es lo mejor de lo mejor de los trapecistas, todo el rato intentando hacerlo más difícil.
-Otra frase de su disco: «Quiero ser feliz solo porque hoy es hoy»: ¿Qué es la felicidad para usted?
-Ahora tengo la idea de que la felicidad no está bien tenerla como meta porque es inalcanzable. Mi meta es estar contento día a día. Suena como más de bolsillo, es más fácil. Puedes estarlo por algo o por alguien, no porque el mundo sea maravilloso, que no lo es.
-Creo que su hijo mayor hace trap. ¿Eso es una traición al rock?
-(Ríe) Mi hijo mayor tiene 25 años y la verdad es que estoy súper contento con toda esta historia. Desde los 16 años está en bandas e imagino que está pasando por todo lo que hay que pasar, por acercarse a muchas culturas musicales. Está totalmente en medio de la catarsis de la música, formándose en el Conservatorio a la vez que estudia sonido y que tiene una banda relacionada con el trap. Yo creo que es un poco como el funk nuestro. Es quizás lo que más molesta, lo que no entiende la gente que somos más mayores. Pero es normal. Cuando hablan del trap como algo despectivo es exactamente igual a cuando mis padres escuchaban a La Polla Records o Eskorbuto.
-¿El rock hace tiempo que dejo de estar de moda?
-El rock como cualquier otro género siempre está necesitado de bandas, pero lo que tengo claro es que es eterno.
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