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Eddie Mizake se llama en realidad Eduardo Pérez y es la rutina sin rutina. El amor al arte elevado al cuadrado. O al cubo. Desde hace bastantes años su vida está enfocada a la música en directo. Se define como gestor cultural, aunque siente que ... su trabajo va más allá de eso. Su tarea principal está en la Paris15, la sala de conciertos de referencia de la capital, donde ejerce de responsable de comunicación y producción, aunque su condición de 'freelance' le hace ampliar su horizonte. Este verano, asegura, salta de festival en festival. «Soy un mercenario de la música en directo», dice riendo.
–¿Cómo es la rutina de un 'freelance' que se dedica a la música en directo?
–Esa palabra no existe. Voy entresemana a la oficina, aquí en la Paris15, y hay una serie de tareas con las que cumplir, pero cada día es diferente y hay que sortear las cosas que vayan llegando en cada evento o festival. La gente no entiende y no piensa en el trabajo que hay detrás para que, por una entrada, puedan disfrutar de un concierto.
–¿Qué es lo más difícil en la preparación de un concierto?
–La preproducción, que es todo lo previo al evento, cuando perfilamos los horarios, la parte técnica... Siempre son dos partes: el recinto y el artista. Y el día del evento, que es cuando surgen los problemas reales. Desde que se rompa un altavoz o que una persona necesita asistencia.
–¿Qué música escucha Eddie Mizake?
–Soy como la caja de bombones de Forrest Gump, cabe todo. Hay sorpresa. Es lo que me transmite la música. De chico viví el pop comercial: ABBA, Julio Iglesias... Aquella época. Luego descubrí la música con la radio. Mi mejor amigo del instituto era 'heavy' y descubrí a AC/DC y Metallica. Y a la vez conocí a otras personas que me influenciaron con The Cure, por ejemplo. Viví una época muy guay de la música, los 80 y 90. La clave fue cuando vi en 'Rockopop', uno de los mejores programas del mundo, que hablaron de una banda que se llamaba Nirvana. Mi vida cambió a partir de esa mañana. Me explotó la cabeza cuando vi a Kurt Cobain. Me convertí en un incondicional. El día que se murió fue como si se muriera un familiar cercano.
–¿Qué canción recomendaría en este instante?
–Cualquiera de The Cure.
–¿Lleva bien que su pasión sea también su trabajo?
–Lo llevo mejor que nadie. Es una suerte trabajar en lo que amas. Soy una persona muy afortunada.
–¿A qué artista o grupo le gustaría conocer?
–A Kiko Veneno. Lo veo como el gran señor de la música de este país. Es un genio y en España se valoran más a otros artistas. Se merece más reconocimiento.
–¿Cómo ve el panorama musical emergente de Málaga?
–Después de la pandemia me retiré un poco de ese mundo. Lo de 'Mizake' fue el nombre de una promotora que creé para organizar conciertos de grupos que jamás hubieran venido a Málaga si no los hubiera traído yo. Son grupos desconocidos y raros. En lo que ahora es La Térmica monté, con 17 años, un festival con cinco bandas. Metimos un montón de gente allí porque era gratuito. Por la cara. Málaga era un hervidero de artistas.
–El verano será bastante diferente al resto del año en este oficio, imagino.
–Al final voy sacando trabajo, pero tengo más tiempo libre. Si me sale un trabajo lo cojo. Nunca es cien por cien trabajo o cien por cien descanso. Lo mío es impensable para alguien que le guste la seguridad, este trabajo es impensable. Es una montaña rusa constante.
–¿Le ha costado abrirse camino?
–Requiere tiempo. El tema contactos es lo principal. Si no conoces a alguien por algo es muy complicado que te llamen. No funciona el rollo currículum. Es duro por esa parte. Yo he hecho muchísimo trabajo sin cobrar. En este mundo hay mucho personaje. Es empezar algo sin garantía de nada. Conozco gente que intentó empezar con esto, su vida dio un giro radical y optó por la tranquilidad.
–¿Usted lo ha pensado alguna vez?
–Muchas veces. Por ejemplo, los críos me encantan. Algo relacionado con la docencia o el cuidado. Ayudar. Son la base del futuro y los más débiles.
–¿Y qué le hace seguir aquí?
–Ya no hay marcha atrás. Yo con este trabajo voy a la tumba.
–Parece que es adictivo también.
–Es droga. Yo he perdido muchísimo dinero. Me debería de haber comprado una casa con el dinero que invertí en apostar por grupos y en organizar eventos en los que no se han vendido entradas.
–¿Cuál es su mejor anécdota?
–Una con Maka. Lo amo, es una maravilla de persona. Vino por primera vez a Málaga aquí a la Paris15. Ahora llena estadios, pero aquí vendió, con Dellafuente, mil entradas. Imagínate. Había una maraña de público fuera que quería entrar. Se quedó una puerta abierta y un matrimonio con un bebé entra a la zona de backstage. Les dije que no se podía pasar, que el público entraba por otro lado. Algo que cualquier persona en su sano juicio aceptaría. El hombre sacó un cuchillo y justo apareció Maka con el grito al cielo. Maka me salvó la vida.
–Le pregunto por un artista que le haya sorprendido para bien.
–Amaia.
–¿Y alguno que le haya decepcionado?
–Rigoberta Bandini.
–¿Un restaurante que le guste?
–El Beato, en calle Beatas, y el Parrilla, donde está en insituto Gaona. Mi primer campero me lo comí allí. Son dos sitios emblemáticos de Málaga que no han perdido la esencia.
–¿Y un bar de copas?
–El bar de copas de mi vida es Velvet. Juan Diego, el dueño, es familia. Es la mejor persona que ha habido nunca gestionando ese tipo de negocios.
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