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Francisco Martínez González
Viernes, 11 de abril 2025, 11:51
El pasado jueves 10 de abril, la OFM ofreció en el Teatro Cervantes un programa enteramente francés, con un arco temporal que iba desde Saint- ... Saëns a Ravel, es decir, desde un romanticismo clasicista moldeado por el afán de plantar distancias frente a la música alemana hasta una modernidad que, sin renunciar a la impronta gala, abría puertas a la música del siglo XX, aunque sin abdicar de la tradición ni las evocaciones antiguas.
Efectivamente, la velada se abrió con una sugestiva mirada al pasado: la 'Pavana para una infanta difunta' de Ravel, a la que José María Moreno imprimió un tiempo contenido, con bien dosificadas fluctuaciones en los finales de frase y la atención al detalle que corresponde a una página de transparencia camerística. La contribución de algunos primeros atriles de la OFM fue, sin embargo, desigual, y el conjunto se resintió de ciertas asperezas de emisión.
A la 'Pavana' siguió la 'Introducción y rondó caprichoso' de Saint-Saëns, que tuvo como solista a la jovencísima Lana Zorjan, de diecisiete años. Esta violinista serbia exhibe un virtuosismo bien armado, maduro ya en su aquilatada lectura del texto, sobriamente labrado de claroscuros y preciosismos tímbricos. Su sonido, que fluye por un cauce cultivado, se adecuaba muy bien a las exigencias de la página de Saint-Saëns, pero no desmereció en absoluto de la más desatada 'Tzigane' de Ravel, donde el azaroso piélago del estilo zíngaro exige al violinista arder con otro fuego en las exasperadas cumbres de la cuarta cuerda. El sostén de la OFM fue casi siempre preciso (también en los continuos 'accelerando poco a poco' de 'el relojero suizo') y muy de alabar la intervención de la arpista Carmen Escobar.
La última obra de programa era el 'Requiem' de Fauré, esa suerte de oración laica en la que el deseo de un cálido Paraíso de luz orilla los rigores más escabrosos del Juicio Final, tal como lo imaginó el Medievo. En conjunto, el maestro José María Moreno brindó una lectura grata, tersa, esencial. La soprano mallorquina Margarita Rodríguez desplegó su 'Pie Jesu' con un vibrato gratamente ajustado, con una nítida dicción, sin concesiones operísticas que hubieran sido improcedentes en ese cándido entorno. Por su parte, el barítono madrileño César San Martín estuvo correcto, sin deslumbrar, aunque se le apreció mejor en el 'Libera me' que en el tenso 'Hostias et preces tibi' del Ofertorio.
La Coral Carmina Nova cumplió con su labor de manera meritoria. Tratándose de un coro amateur, el desempeño de las distintas secciones y el ajuste global hablan muy bien de la honesta entrega de sus componentes y del trabajo eficaz que despliega su actual director, Michele Paccagnella.
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