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No ha habido concierto en la temporada estival con más expectación entre los palpitantes corazones, sedientos del rock y su esencia. Ni por supuesto un oasis similar en la era post Covid. Robe Iniesta y su banda merecían acogida similar, de ... esas que comienzan con emocionantes violines, gritos y palmas de euforia.
Apurando las 20.00 horas, una marea negra en el paseo marítimo de Fuengirola formulaba un gran contraste con las últimas luces de la tarde, el mar y la arena, también protagonistas de una noche tan única como su oportunidad. ¿Cuántas veces más veremos esta temporada un show con la explanada en pie, sin distancia ni apuro por el contagio? Eso sí, el trabajo exhaustivo de los promotores del espectáculo y Marenostrum Fuengirola lo ha previsto todo: test de antígenos antes del concierto a aquellos que escogieran la entrada en la pista para poder disfrutar de un concierto como en el verano de 2019.
'Cosquín Rock' es el nombre de este festival tan atípico, que trajo como viento fresco al exvocalista de Extremoduro a su escenario. Aunque previamente, los hispanos argentinos Ciclonautas movilizaron el recinto para preparar las ganas, calentar los brazos de los asistentes y evitar tirones innecesarios cuando el rock comenzara en su punto álgido: es decir, en todo momento.
Una vez entrada la noche, puntual y desprovisto de todo nervio, el extremeño apareció casi sin inmutarse, con su vestuario habitual casi como uniforme: ropajes anchos, largos y de colores neutros, un 'look' que mantiene por comodidad más que por estética. «¡Qué alegría veros a todos de pie, no os imagináis el puntazo que nos dais!», matizó el protagonista con una leve sonrisa, estático con su guitarra ante el micro. La grada por un lado, pequeños palcos por otro, la pista a los pies del escenario y el césped con mesas altas repartidas estratégicamente para ofrecer otra forma de ver el show era lo que la banda veía desde escena: En total, 3.500 personas en sensación de júbilo.
A sus espaldas, una composición musical de categoría con la que emocionaría desde el primer tema, 'Hoy al mundo renuncio'; aunque para rehusar de la tierra tuvo los pies descalzos en ella en todo momento. Junto a él, para aderezar de magia cada instante, teclado, batería, bajos, flauta, violín y guitarras rezaban a una pista realmente entregada. Es difícil describir tal sensación al toparse de frente con una ligera situación utópica en la que la marabunta de seguidores recordaba que la vida, hace no tanto, era de otra forma: que bailar pegados no es tan raro, que abrazarse en mitad de una canción está permitido o que cantar en la explanada es casi obligatorio. «Una utopía es algo imposible, pero hay un matiz importante: es imposible en ese momento, en el de su planificación. ¿Alguien tiene un plan para salvar el mundo? Pues cuanto más difícil sea el plan más orgulloso estarás de él, porque en el fracaso estará también la gloria», poetizó Robe Iniesta para entonar 'El camino de las utopías', aunque la máxima euforia no llegó hasta la sorpresa de la noche, 'So Payaso' (1996), un tema de Extremoduro tan icónico como himno; por la reacción del público, la más esperada, porque supuso un momento para desatar las ganas contenidas de tantos shows en asientos de plástico. Luces, sombras, un paseo hasta la otra punta del escenario, la realidad del momento que trajo un parón necesario para airearse: «Haced lo que queráis, eso sí, que no os vean», comentó el vocalista antes de crear un momento de unión entre los asistentes con 'Dulce introducción al caos' y retirarse del escenario.
Casi media hora de parón calmó las energías para darle paso a 'Mayéutica', su último trabajo con el que aterrizaba en Fuengirola y al que le dedicaría unos 45 minutos de show ya rodado. Una obra maestra con cuatro movimientos en los que prima la vivencia del instante, por ello el artista tituló a esta gira 'Ahora es el momento'. «¿De qué?», le preguntaba SUR dos días antes de la cita, a lo que el artista contestaba con seguridad: «Ahora es el momento de vivir, como siempre, nunca es el momento de esperar a que pase algo para poder vivir».
Y cuando ya parecía que 'Mayéutica' estaba llegando a su fin, los cuatro movimientos derivaron en la cumbre de los temas de Extremoduro, momento que la grada, pista y césped vivió con una intensidad abrumadora. La sonrisa era inevitable al presenciar tal magnitud de euforia entre el público, que gracias a los test de antígenos pudo olvidarse durante tres horas de la dichosa pandemia. 'Stand by' o 'La vereda de la puerta de atrás' fueron dos de esos himnos entonados para decir adiós a un intenso recorrido. Con este regalo Robe Iniesta no defraudó a ningún fan de su carrera, y mira que las expectativas estaban altas.
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