

Secciones
Servicios
Destacamos
CRISTINA PINTO
Viernes, 17 de febrero 2023, 00:19
«El flamenco ha muerto». Así lo anuncia Niño de Elche. Y por eso, en la noche ayer, Málaga quiso asistir a su funeral. Lo ... hizo casi a oscuras, en una sala que radiaba intimidad pero con unas 300 personas dispuestas a dejarse llevar por lo que ese momento les dictase. Hubo de todo, hasta espacios para la celebración. Y la inauguración: el Málaga de Festival (MaF) saludaba a la ciudad desde una de las salas del Cine Albéniz con este concierto de bienvenida. Aunque para Niño de Elche era una despedida. O no, «porque en todo silencio se da un comienzo, nunca un final», asegura el artista. En este espectáculo hubo mucho de eso, de silencios. Y de flamenco, porque aunque se anunciase su muerte. «Recuerda, esto que tienes entre tus manos no es un ir hacia atrás sino un empezar de nuevo», puntualiza Niño de Elche, que se define a sí mismo como «exflamenco». «No me considero referente en el flamenco y ojalá nunca lo sea», llegó a confesar en su última entrevista concedida a este periódico el pasado mes de diciembre.
Esa vuelta al inicio, ese empezar de nuevo iba a conmover al público malagueño que observó atento a un Niño de Elche que estaba sentado en el centro del escenario y casi sin pestañear. Como una estatua. Rodeado de humo que le dio el toque necesario para este funeral que el artista ha organizado con su último trabajo 'Flamenco. Mausoleo de celebración, amor y muerte'. Pero con el que iba a revivir a este arte en su expresión más profunda y en su versión más antigua: «En este disco he intentado recoger los restos de un flamenco muerto... Desde ese polvo tan bonito desarrollamos cantes que guardan el flamenco más clásico, esas formas que tanto me gustan», recordó a mitad de este espectáculo en Málaga.
Antes y después de estas palabras, Niño de Elche hizo los honores. A su izquierda y a su derecha estaban Raúl Cantizano y Mariano Campallo. Tres personas, una Santísima Trinidad. Un minuto de silencio en el funeral y empezó la celebración del amor y la muerte. Desde lo minimalista hasta lo rudimentario. Desde el susurro hasta el grito. Desde la oscuridad hasta la luz. Desde el todo a la nada. Desde la vida hasta la muerte. Desde lo tradicional hasta lo experimental. Desde Francisco Contreras hasta Niño de Elche.
Desde lo más profundo. Así lo hizo este artista en el espectáculo que rozó la hora y media. Todo lo que Niño de Elche lleva dentro y mucho más: mezclándose consigo mismo con el movimiento que le permitía hacer su cuerpo sentado en una silla de la que no se levantó excepto para abandonar al final del espectáculo. Sus manos marcaban de un lado a otro y su voz susurraba casi perdiéndose en el Albéniz cuando interpretaba 'Bamberas del Enamorado'. «Quiéreme, quiéreme como te quiero», suplicaba levemente el cantante, que contra todo pronóstico y contra cualquier tradición milenaria, vestía de blanco pureza al completo. Nada de negro, aunque con algún que otro rasguño en el traje. Todo preparado y premeditado con intenciones claras.
Como en una de sus visitas a Málaga –noviembre de 2020– en la que este «exflamenco» dejó ver las luces y sombras de un cante que tanto estudia e investiga constantemente. «No hago otra cosa en mi vida», afirmó hace unos meses a SUR. Quien estuvo en esa cita de 2020 con Niño de Elche en el Cervantes saboreó el flamenco desde otra perspectiva más propia del artista. Ahora, aunque no deja de llevarlo a su terreno, este espectáculo roza mucho más ese flamenco del pasado. A sus raíces.
El espectáculo de luces con el que juega Niño de Elche en este concierto es algo que va unido al hilo del que el artista se nutre para darle sentido a este cante. Tímido pero valiente. Como en esa 'Sevillana de los Tres' en la que acaba con la mano arriba y gesto flamenco o como en esa 'Seguiriya Madre' en la que la voz de Rosalía –que le acompaña en este tema– se asomó al Albéniz. Y con las guitarras, la maestría de marcar un sonido constante y repetitivo durante toda una canción o sorprender con la marcha del redoble de tambores en Semana Santa.
Con su voz, Niño de Elche hizo lo que quiso y como quiso. «La santa humildad», repetía una y otra vez en los últimos minutos del concierto. Lo dijo y lo cantó de todas las formas posibles hasta transformarlo en un terremoto de luces y sonidos que parecían evocar otro mundo. Quizás buscaba acercar a la muerte. O a la vida. Málaga terminó pronunciando 'Flamenco' repetidas veces con el público del Albéniz. Sin saberlo pero sabiéndolo, en la noche malagueña de ayer, el flamenco resucitó.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.