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Pongámonos en situación: le sumamos a la ecuación de Marenostrum Fuengirola una noche de verano, un 'Amor de San Juan' que está por venir y ... una organización de un renovado recinto de conciertos que ofrece vistas al mar y, por una noche, a la majestuosa María Rosa García.
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Por su nombre real igual no la situamos, pero la Niña Pastori es enclave internacional, voz prodigiosa y arte en estado puro que lleva conquistando a quien tiene ocasión de escuchar sus melodías desde que era pequeña, como lo hizo Camarón. En 1996 nacía su primer disco, 'Entre dos puertos', un primer cebo de oro para sus seguidores que irían creciendo con ella en estos 25 años de escenarios.
Anoche era la tercera artista que pisaba el nuevo escenario de un Marenostrum renovado: con sillas en la ladera, palcos y gradas que situaban a los espectadores como recordamos antes de la pandemia. Eso sí, el aforo cambiaba mucho a simple vista: 3.200 personas en la noche del viernes. Aunque eso importaba bien poco tras volver después de muchos largos y tediosos meses a reencontrarse con las miradas de ilusión y las manos en alto. A Niña Pastori la pandemia le pilló en un 'stand by' de composición, creando tras finalizar la gira de su décimo disco, por lo que no notó ese parón en seco del que muchos artistas hablaban.
En escena el rocío malagueño la recibió con un cálido abrazo y casi sin inmutarse ya tenía a su público en la mano, en los bolsillos y hasta dentro de los zapatos de tacón. La Niña Pastori rebosa fuerza en el escenario, presencia y portento que enmudece y arrebata aplausos compasados y emocionales. Con 'Válgame Dios' levantó a algunas de sus seguidoras con esa dosis de bailes, aunque poco les duró el ímpetu del arrebato; es comprensible, hay que seguir las normas, pero ese «quiero que me beses y a media voz decirte que te amo» de uno de sus discos más queridos, 'María' (2002), levanta de la silla a cualquiera. «¡Qué alegría, Dios mío! esta gira creo que va a ser muy especial por todo lo que hemos vivido este tiempo atrás y estoy muy contenta de volver con vosotros, que disfrutemos y lo pasemos bien. Gracias por existir», comentaba a viva voz la gaditana, llevándose una ovación más que merecida por todas esas generaciones que, como relataba, han crecido con ella.
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A su alrededor, una banda al completo sin escatimar en instrumentación: piano, batería, guitarra, percusión, coros... Y melodías llenas de recuerdos que envuelven poesía sincera, humilde y repleta de sentimiento. Una breve retirada de escenario para soltarse la melena (literalmente) trajo a modo de sorpresa un tono mucho más íntimo: 'Bajo tus alas' se enlazó con 'Cuando nadie me ve', un tema de Alejandro Sanz que ella misma interpretó en su disco de versiones 'Joyas prestadas'. Seguidamente, un 'medley' o popurrí de ese mismo álbum trajo al escenario con su voz como protagonista a Sabina o a su 'Cái' y 'la brisa marinera' que llegaba al público, pero de verdad.
La fiesta se iba animando y muchos de los asistentes comenzaron a crear grupos improvisados en el césped de la ladera de Marenostrum, cerca del escenario y guardando la distancia, pero bailando con los brazos en alto y bebida en mano. «Hay gente que está dado muchas vueltas, ¿no? ¿Quién se está paseando tanto?», comentó jocosamente la artista para ir despidiendo un show lleno de momentos del pasado.
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Al cierre de esta crónica en Marenostrum aún quedaba jolgorio: lejos quedaron aquellas noches de toque de queda y restricciones. La normalidad, la de verdad, está cada vez más cerca.
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