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«¡Madre mía, llevaba tres años sin ver esto así!», exclama una chica a las puertas de la ladera del Castillo Sohail, recinto que ha recuperado ese encanto prepandemia que tanto añorábamos.
Sin ninguna duda, anoche no cabía un alfiler en Marenostrum y se presuponía ... mucho antes de que el paseo marítimo de Fuengirola se llenara de camisetas negras y la característica calavera de Fito, símbolo de la gira 'Cada vez cadáver'. Mucho antes del comienzo, las retenciones de tráfico paralizaban la entrada al municipio: el verano está a la vuelta de la esquina y con él la temporada de conciertos, y qué mejor manera de inaugurarlo que con un 'sold out' (17.000 personas) de uno de los artistas más queridos para cualquier generación. Fito y sus Fitipaldis movieron anoche a padres e hijos, que comenzaron a situarse por la falda del Castillo cuando aún no había caído la noche mientras el grupo Morgan calentaba un escenario impoluto.
Pasadas las 22.00 horas, los minutos de cortesía se convirtieron en una auténtica película de dibujos animados. Antes de que los músicos salieran a escena, sus personajes de esqueleto ocuparon la pantalla principal para presentar una gira que agota localidades en cada ciudad que pisa: la expectación rozaba su tope. El protagonista de la noche salía a la misma vez que su banda y los móviles se alzaban rápidamente para guardar el momento en el carrete.
Con su guitarra Stratocaster 'rojo fiesta' de 1962 la euforia estaba servida cuando empezó el show con un tema de su último trabajo, 'A quemarropa', aunque después vinieron los primeros 'hits' del concierto: 'Por la boca vive el pez' y 'Me equivocaría otra vez'. Mascando chicle y sin ninguna muestra de nerviosismo, pero sí de emoción, Fito se plantó frente al micro para dar la bienvenida y enternecer a los suyos: «Maravilloso volver a tocar y ver esto. Empezamos y cerramos esta gira diciendo gracias por habernos esperado», comentó llevándose una sonora ovación. El público ya era suyo antes del concierto, aunque ahora la entrega era mayor.
Con el bolo ya rodado, pista, palcos y grada iban a una, imagen impactante de apreciar tras dos veranos de shows con muchas restricciones. Parte de culpa la tuvo una banda de calidad abrumadora: Carlos Raya a la guitarra eléctrica como solista; el malagueño Coki Giménez a la batería; Boli Climent al bajo y Javier Alzola al saxo, el único músico que permanece de la formación original de los Fitipaldis. La sorpresa de la noche llegó cuando Fito invitó a los Morgan al escenario, una unión de bandas que dejó un momento para recordar, con la voz de Carolina de Juan como enlace a un 'Quiero gritar' casi apoteósico.
La noche continuó y aunque no se escucharon todos los temas de 'Cada vez cadáver', aquellos insignia del artista sonaron con melancolía entre el público, que los bailaba gustoso bajo el rocío de la última noche de abril. 'La casa por el tejado' y 'Antes de que cuente diez' sirvieron como despedida mientras Carlos Raya se paseaba de punta a punta del escenario haciendo un solo inmaculado. Aunque como ya saben, las despedidas en los conciertos nunca son definitivas, pues a los minutos Fito volvió a escena de nuevo acompañado de Carolina de Morgan al teclado y Carlos Raya con la guitarra 'slide'. Juntos tocaron Abrazado a la tristeza', un tema que publicaron Extrechinato y Tú en 2001.
El culmen llegó con 'Soldadito marinero' y su «dime por qué estás buscando una lágrima en la arena. Después de un invierno malo, una mala primavera», estrofa que el público coreó, incluso, cuando los músicos dejaron de tocar y agradecían la acogida al filo del escenario. Los ánimos estaban en ristre para despedir, ahora sí, un primer show de Marenostrum a la altura de lo esperado: el fin de las restricciones dejó un recinto de ensueño.
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