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Selu, conocido como El Barrio, en uno de los momentos del concierto. francis silva

El orgullo barriero se deja sentir en Málaga con la fuerza de un terremoto

Alrededor de 2.000 personas acudieron anoche al Auditorio Municipal para ver a El Barrio, que presentaba su último trabajo 'El danzar de las mariposas'

Domingo, 29 de agosto 2021, 00:56

Si para los conciertos de indie es casi obligatorio llevar camisa hawaiana, para los de El Barrio adivinen: el accesorio que acompaña a José Luis Figuereo, o Selu, desde sus inicios en 1996 es inconfundible, inolvidable y una prueba de fuego para los ... verdaderos seguidores de este cantautor gaditano. Quien no traiga sombrero al concierto no entra; bueno, igual no hay que ser tan estrictos, pero es seña de identidad y poder, muestra del amor por un sentimiento, el de ser 'barriero', y con orgullo. Entre el público del Auditorio Municipal, unas 2.000 personas anoche, se vieron unos cuantos sombreros negros como complemento; incluso, uno de los chicos entre la explanada trajo de sobra, llamando a otro amigo entre la grada para dárselo desde la barrera que separan los dos espacios.

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Antes de las 22.30, hora puntual para empezar un concierto con el terral luchando por quedarse también al espectáculo, este espacio municipal ya estaba lleno, hasta los topes, pero con distancia, para recibir con agrado un momento de desconexión y recuerdo. Los músicos de Selu fueron los primeros en ocupar sus puestos, con un preludio lleno de ritmo con batería, bajo o solos de guitarra eléctrica. Salieron de los laterales los dos coristas del artista, sirviendo el espectáculo mucho antes de que la voz principal tomara todas las miradas mientras mariposas azules brotaban a sus espaldas.

Lo hizo de una forma muy peculiar, apareciendo a paso ligero con una sonrisa destellante, como quien camina por su casa, sin aparentes nervios para cantar a coro con el público 'Mi amante luna', de su último trabajo 'El danzar de las mariposas'. Fue inevitable, levantó a todo el auditorio de sus asientos en un estallido de euforia absoluta, un reencuentro de categoría tras haber esperado demasiado para tocar en Málaga. Y lo demostró con sabiduría y arte, entonando en 'Agua fresca', otra canción de su último álbum, «viva Málaga la bella y Cádiz la luz del día, y al que no le gusten no le gusta Andalucía», llevándose el 'ole' sonoro de todo su público, al que ya tenía enamorado para toda la velada.

Con el show ya rodado, Selu saludó a sus fervorosos barrieros, y se confesó humildemente: «Uno cumple 'palante' y no 'patrás', y el tiempo va haciendo mella. El tiempo de hoy se llama terral, ¿no? Quiero llevar lo más dignamente mi espectáculo y que la gente se vaya a su casa completa de alegría», reconoció con el sombrero negro cubriendo sutilmente sus ojos.

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Barrieros por bulerías

Poco después llegó una bulería, idónea para el formato de banda con el que aterrizó en Málaga para endulzar: teclado, percusión, bajo, guitarra española y coros, aunque en otros temas se impulsaba con la guitarra eléctrica y la batería. Momento íntimo, por cierto, con el 'Mar de leva', estableciendo ya ese vínculo inquebrantable hasta el final del show: «¡Cuántas veces recorriendo Málaga. San Fernando, El Tívoli, El Carpena... ¿Cuántas veces hemos hecho El Carpena? El Barrio con Málaga siempre ha sido un amor constante», confesaba el gaditano con mucho cariño hacia los presentes.

Con la mitad del show engrasado, otros hits de años mejores sonaron con melancolía, como 'Torpe Canción' o 'No volveré'; títulos que si no le sugieren mucho por su nombre, la melodía seguro que les suena con alegría. Mientras el artista principal hacía una breve retirada del escenario, sus coristas caldearon aún más el ambiente, aunque no era necesario, con una versión al compás de las palmas de los asistentes de 'Quiéreme', encantador dulce para dejar paso a 'Ángel Malherido'.

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Con todo dispuesto para el disfrute de una noche especial, el flamenco se atrevió a quedarse solo en amplio el escenario para cantar desde el corazón, con mucha más pasión que momentos previos, asomado al borde con guitarra y sentimiento. Desprovisto de otros instrumentos entonó 'Las playas de invierno', una versión de 'Todo tiene su fin' de Medina Azahara o 'La fuente del deseo', chute de cariño mientras sus músicos volvían a escena con el público medio en pie. No faltó 'Pa Madrid', por supuesto, levantando la reacción esperada: euforia y mucha emoción de regalo.

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