El Cervantes apuesta con éxito por 'Dialogues des Carmélites' en su tercera producción de la XXXV Temporada Lírica

A pesar de narrar unos hechos históricos tan concretos, el director de escena Francisco López no sólo se centra en la reposición histórica espacio-temporal, sino que consigue ir más allá liberándose del 'corsé' impuesto por el acontecimiento histórico relatado, firmando magistralmente una dramaturgia que subraya la universalidad y atemporalidad de esta ópera a través de temas intrínsecos al ser humano como son el miedo, la muerte, la creencia en el más allá, la intolerancia o el fanatismo. Para ello, López plantea a nivel escénico un espacio que recupera la teoría de Svoboda y que podríamos considerar «psicoplástico», utilizando especialmente la luz y las imágenes proyectadas, fundiendo el espacio y el tiempo intentando así desdibujar la «cuarta pared» teatral. Si bien el uso de las proyecciones casa perfectamente con este tipo de propuesta y ayuda a dar frescura y contemporaneidad a la ópera, en ocasiones estas resultan un pelín forzadas densificando demasiado la escena, que ya de por sí resulta un poco estática en algunas ocasiones, con imágenes muy cinematográficas que resultan bellas y acertadas pero a las que les falta algo de dinamismo. Tampoco terminan de convencer los textos con una tipografía muy poco cuidada y bastante obvia a cuanto al uso simbólico del color rojo, y referencias a los sentimientos que transitan los personajes y que gracias no sólo a la expresividad de sus voces, sino también a unas cuidadas interpretaciones, no son necesarias pues acaban resultando redundantes.

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El elenco vocal ha demostrado estar con creces a la altura musical del espectáculo, regalándonos escenas de un nivel expresivo e interpretativo muy sobrecogedoras. Sobresalen especialmente las voces femeninas como es el caso de la valenciana Maite Alberola, soprano lírica de sobrada capacidad vocal que supera con éxito las exigencias del controvertido dramatismo de su personaje, sin caer en histrionismos, o la mezzo Ana Ibarra como madre superiora del convento carmelita, resultando especialmente impactante la interpretación de su muerte, logrando un perfecto balance entre declamación y canto que se ve favorecida por la excelente dirección de voces del maestro Pedro Halffter, que consigue potenciar la conciencia y el mundo interior de cada uno de los personajes principales, evitando la uniformidad expresiva. El director potenció ese acento natural del habla, muy característico de esta pieza de Poulenc, poniendo énfasis en la dicción de los cantantes y el coro, haciendo que éste creara instantes de suma delicadeza, que significaron un inteligente contraste ante la monótona línea dialogante de su libreto, poco propicia a momentos de lucimiento vocal individual, al tratarse de un recitativo.