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Un clásico puede volar con el piloto automático para toda la eternidad, y vuelta. Andrés Calamaro, el sonámbulo transatlántico con voz de vida suya y nuestra, aterrizó anoche en una Málaga que es bastante más argentina que hace 25 años, para celebrar 'Agenda 1999'. Es ... el título que Calamaro ha elegido para una gira enorme que le lleva a España y a Latinoamérica con motivo del cuarto de siglo del lanzamiento de 'Honestidad brutal', el que, para muchos, ha roto el espacio y el tiempo hasta el punto de alzarse como uno de los mejores discos jamás compuestos en el rock en español, y sin duda, para mí, el mejor escrito. El Cervantes despliega su Terral lleno hasta la bandera y hasta las camisetas de la selección argentina en su rima blanquiazul con las del Málaga. Todo envuelto en medidas especiales de seguridad, tanto dentro como fuera del coso, por unas declaraciones del cantante en apoyo a Israel. Decir lo que uno piensa se ha convertido en un peligro.
La media hora de retraso por «motivos logísticos» fue disculpada por el público nada más salir Calamaro al escenario y sonar los primeros compases de 'El día de la mujer mundial', nada menos. Durante hora y media larga, desplegó una veintena de canciones extraídas de este mismo disco. El pasado a veces se vive, otras veces se inventa e incluso se hereda en forma de canción, atravesando el viento y las décadas. Ahí están canciones como 'Te quiero igual', 'Tuyo siempre' o 'Socio de la soledad', himnos que son un horizonte de sentimientos para la audiencia, con una abismal conexión intergeneracional, desde niños hasta gente que parecía haber quedado congelada en 1999. La atmósfera fantasmal que en su día envolvió al disco y a las densas condiciones de su composición y posterior lanzamiento se ven ahora matizadas por una frescura de los nuevos músicos y la nitidez en su propia voz.
Después de algunos bises clamorosos, y de cantar la canción más bonita escrita sobre un amigo fallecido ('Con abuelo', sobre el líder de Los abuelos de la nada), el concierto concluyó con el genio Calamaro dando muletazos con su chaqueta y una baqueta de la batería, jaleado con olés del público y un pasodoble de fondo. Pura alegría, se esté de acuerdo, o no, con las reivindicaciones implícitas en los gestos de este mito del rock hispano.
«Se hace corta la 'Agenda 1999', ojalá no nos digan eso en la cama», dijo antes de entonar 'Flaca' (de 1997, 'Alta suciedad') o, de ese mismo disco, 'Crímenes perfectos', otro himno que anuncia que «todo lo que termina, termina mal» y otra letra que se ha quedado pegada a quienes nos hemos visto identificados con cualquiera de sus versos. Seguramente, cuando Calamaro escribió 'Paloma' no esperaba que 25 años después más de mil personas la cantaran a coro en un teatro de Málaga, y que, luego, ese mismo millar aplaudiría durante minutos. O puede que sí, y quizá esa sea la infinita grandeza que siguen proporcionando Calamaro y su honesta brutalidad.
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