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No titubea ni un segundo ante la pregunta, la respuesta la tiene clara desde hace ya tiempo. ¿Qué quieres ser de mayor? «Solista, director de orquesta y compositor», suelta del tirón, sin pestañear. Antonio Peula solo tiene 13 años pero habla con la seguridad que ... le da más de media vida de estudios intensivos de música. Empezó con el chelo a lo cinco años, continuó con el piano a los siete y con lo que seguirá es un misterio, porque su único límite son las horas que tiene el día.
Con su talento y naturalidad, Antonio conquista a todos, a programas de televisión y a instituciones. Se entiende cuando se le ve rasgar con pasión las cuerdas de su chelo y sonreír con inocencia al terminar para este reportaje una compleja interpretación en el Museo Interactivo de la Música (MIMMA). Como si tocar 'At the fountain' de Karl Davidoff a su edad fuera lo más normal del mundo.
Antonio Peula ha sido becado con 10.000 euros por la Fundación Málaga para continuar con su formación de alto nivel entre Málaga y Madrid. Un alivio y una «alegría inmensa», reconocen sus padres Elisa Ortiz y Salvador Peula. Antes de que la pandemia lo trastocara todo, la familia Peula viajaba dos o tres veces al mes a la capital para que Antonio recibiera clases particulares del maestro chelista Michal Dmochoswski. Iban en su propio coche, saliendo de Málaga de madrugada para no hacer noche y volver en el mismo día. Incluso con ayuda, la economía no da para más. Al piano le prepara en Málaga la maestra Gordana Komericki.
Tienen claro que esto es «un trabajo en equipo» que implica a toda la familia. El reto ahora es encontrarle a Antonio un violín profesional de cuatro cuartos, el de adultos (empezó con el de un cuarto, y le iba grande), y en eso invierten su tiempo y su dinero. No le vale un instrumento fabricado en serie, su nivel exige uno antiguo o de luthier «para que pueda sacarle todo lo que puede dar de sí». «Es como un pintor que necesita un pincel, y no una brocha, para dibujar las líneas finas del cuadro. Él ya va dibujando esas líneas y, si no tiene el chelo que se lo permita, no podrá crecer como músico», explica su madre Elisa.
Ella y Salvador hablan como si fueran expertos en la materia, pero antes de que su hijo mostrara sus habilidades no sabían nada de este mundo. Elisa trabaja como administrativa de la Universidad de Málaga, donde él es informático. «Y es muy difícil para la gente que no tiene ninguna vinculación, porque la transmisión del conocimiento es muy artesanal, de profesor a profesor», detalla el padre. Hoy, a marchas forzadas, buscando información y preguntado aquí y allá, se han convertido en especialistas. «Y cuanto más nos adentramos, más nos gusta», reconocen. La jornada anterior a esta entrevista fueron a Sevilla a ver de cerca un chelo y en unos días se marchaban a Bruselas para ojear otro. El precio ronda los 15.000 euros.
«Buscamos por donde haya que buscar... La gente nos pregunta por qué lo hacemos, y es que Antonio es nuestro motor. Cuando le ves tocar, le ves disfrutar. Con esa carita sonriente ya vale todo. Es que no puedes hacer otra cosa, es tu responsabilidad. Si no lo hiciéramos, nos arrepentiríamos», argumenta Elisa.
Antonio escucha atento las palabras de sus padres junto a su hermana Leire, de diez años, que también toca el piano. Para él tampoco hay otra opción. Le apasiona la entomología. «Pero lo tendré como hobby, para pasar el tiempo libre. Sé que me voy a dedicar a la música, lo tengo claro», se reafirma. Le faltan horas al día para llevarlo todo adelante. Lo primero al llegar del instituto es tocar, después hacer los deberes. Con ocho años, cuando ya estudiaba chelo y piano, le dio por la batería. «Y nos dijo: '¡Tengo una idea! Me quitáis del comedor y me buscáis un sitio para aprender'», recuerdan sus padres. No lo hicieron, evidentemente, pero de aquella etapa le quedó un equipo de percusión que golpea cuando puede, con permiso de sus vecinos de Teatinos.
La pandemia le ha obligado, como a todos, a un cambio de planes. Las clases de Madrid se reemplazaron por sesiones online, al igual que el instituto. Y, al contrario que el sentir colectivo, su experiencia ha sido de lo más positiva. «Se ha podido adaptar mucho mejor, ha aprovechado más el tiempo y se ha organizado para buscar el hueco para estudiar música y el instituto. En los dos ha obtenido mejores resultados», valoran sus padres.
Porque a Antonio la rigidez del sistema educativo no le funciona. Después de pasar por varias academias e iniciarse en el chelo con el profesor Tilman Mahrenholz (solista de la OFM), entró en el grado medio del conservatorio, pero pronto lo abandonó. Su ritmo de aprendizaje exigía un currículo adaptado y personalizado y optó por clases particulares de grandes maestros. Además, es miembro de la Joven Orquesta de la Academia Internacional de Música Galamian de Málaga.
Ha subido al podio de varios concursos, acompañó a la cantautora malagueña Vanesa Martín en su último concierto en Málaga (frente a 12.000 personas en el Auditorio) y se llevó el aplauso de 'Tierra de Talento', el talent-show de Canal Sur con Jesús Reina, Carlos Álvarez y José Mercé, entre otros, en el jurado. Allí llegó a la final y sorprendió a todos con su virtuosismo a tan corta edad. Ha tenido la oportunidad de ir a otros programas de televisión, pero de momento no es el camino que quiere tomar. «Estoy avanzando, estudiando material y haciendo técnica. Todo llegará», dice. Esto no ha hecho más que empezar.
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