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Antonio Orozco es, para un periodista, el entrevistado perfecto. Explaya en cada pregunta un discurso único y que parece irrepetible, con argumentos sólidos que ha madurado durante mucho tiempo en su cabeza; quizás como hace con esas melodías que han marcado generaciones. Cuando descuelga el ... teléfono, lo primero que pregunta es: «¿Cómo estás y cómo se está por Málaga?», señal inequívoca de que el artista ansía reencontrarse con su público del Auditorio este sábado 11 de junio, además, en un inicio de gira que se presenta suculento y sorpresivo. 'Aviónica', el disco con el que visitará este verano ciudades 'elegidas', ha sido para Orozco todo un reto: de las 40 canciones que presentó en el estudio, finalmente se grabaron tan sólo 11. Después de esa selección muy meditada ha nacido un espectáculo que confiesa haber preparado con mucho mimo y que «te vuela la cabeza desde el primer momento».
–Y usted, ¿cómo está?
–Muy bien, con los últimos preparativos porque empezamos el 'girote' de la vida ya, y encima empezamos en Málaga. ¡Qué más se puede pedir! Mi experiencia en Málaga siempre ha sido mágica, ha coincidido muchas veces con principios o finales de gira y he vivido esas fechas de una forma increíble. Es una ciudad importantísima para mi carrera.
–¿Cuándo sabe que tiene algo grande entre manos? Como esta gira.
–No lo sé, es el público quien me lo explica. La reacción a los conciertos y lo que ocurre en cada uno de ellos. El año pasado tocamos en 56 ocasiones y todas esas veces estuvieron llenos los conciertos. Tenemos la sensación de que el público siempre nos está esperando. Este álbum, de alguna forma, ha calado un poco, ha llegado más adentro porque mucha gente lo ha hecho suyo. Además, hemos trabajado mucho en el diseño del espectáculo, que es más que un concierto: es una experiencia bonita. Me emociona volver a Málaga y volver así.
–¿Cuál es el viaje que intenta transmitir con su último disco y esta gira?
–Que nunca es tarde para empezar de cero, es el 'late motiv' del disco. Es muy terapéutico, nace de experiencias que todos hemos vivido y parece que te cuenta la historia de tu vida por fascículos. Hoy en día parece que la gente quiere escuchar historias normales, y en mi opinión hay una comunión súper bestia con el público y eso es lo que nos mantiene vivos. El denominador común es la verdad, yo no me invento las cosas que canto, cuando las vivo y las cuento nace esa comunión. A veces la gente se dirige a mí en la calle y me da la sensación de que a lo mejor les conozco. Y realmente ellos me conocen, han escuchado mis canciones y han compartido mi mensaje. Además, estoy en el momento vital más alto de todos estos años, por eso me atrevo a hacer los conciertos más grandes que he hecho nunca.
–En cuanto al 'late motiv' del disco, ¿usted ha tenido que empezar muchas veces desde cero?
–Yo empiezo de cero casi todos los días. Me acuesto pensando que he compuesto la canción más brutal y me levanto escuchando temas que son seriamente para plantearme dejar la música (risas), porque son muy malos. Le digo a mi hijo que para hacer algo en la vida te tienes que comprometer, no puedes hacerlo de cualquier manera. La pasión es la que me lleva a ser el guitarrista que no para, el pesado que pone música en casa y el que molesta al vecino. En ese método de busca, alguna vez, encuentro algo. A veces pienso cómo he sido capaz de contar algo que viví en un momento y de contarlo así. No es que yo sea bueno o especial, es que soy muy pesado, y busco y busco. Soy el clásico hombre, que además lo veo mucho últimamente, que busca por las playas con un detector de metales (risas). Esto es lo mismo, busco tanto esa forma apasionada de decir algo que al final la encuentro. Todos somos personas especiales, sólo hay que dedicarle tiempo y hacerlo de forma apasionada. Mi hijo me pregunta: ¿Cómo se consigue que una canción la acabe cantando tanta gente? Pues no tengo ni la menor idea (risas).
–Muy buena la metáfora del detector de metales.
–Al final estos señores lo que terminan encontrándose es a sí mismos porque dedican su tiempo a desconectar y a estar solos. Es que a veces hay que romper con todo para poder empezar de nuevo, y este es mi 'late motiv', sobre todo de este espectáculo, que te juro por mi hija que no deja a nadie indiferente. Te vuela la cabeza desde el primer momento (risas).
–¿Le ha cambiado la vida volver a ser padre?
–Mucho, porque cuando mi hijo nació yo estaba en plena escalada y aunque pasaba por casa era todo muy fugaz, sobre todo en los primeros meses. Luego aprendí a ser un papá 2.0., intentando estar cerca de mi hijo aunque no estuviera presencialmente. Pero cuando me pusieron a mi hija por primera vez en el pecho rejuvenecí 20 años, y pensaba: ¿Cómo voy a ser capaz de hacerlo? Me quito el sombrero ante la majestuosidad y el poderío de una madre. Yo quiero ser un padre comprometido, ser parte de todo, pero esa fuerza de una madre es sobrenatural. Sobre todo la unión que se crea entre el bebé y su madre, que yo como padre sólo puedo aspirar a verlo, es otro nivel de conexión.
–Le cambio de tema. Uno de sus últimos singles, 'Entre sobras y sobras me faltas', casi tiene 30 millones de reproducciones en Spotify, ¿qué cree que le sobra y le falta a la sociedad?
–Sobra la inmediatez, todo lo que va tan rápido es contradictorio. Entiendo que a la edad de mi hijo, que tiene 15 años, los adolescentes tienen mucha capacidad para discriminar lo que no les interesa, pero es una pena porque hay cosas que no pueden ir tan rápido. Un artista no puede estar sacando una canción a la semana, uno aguanta esa presión dos veces, pero 10 años no. No se puede convertir la música en una industria así. Además, hoy en día todo lo hacemos rápido. Comemos con prisa, y creo que vivir en Málaga y almorzar con prisas es incompatible. Y creo que falta la empatía, porque la inmediatez nos hace poco empáticos.
Lo estamos viendo ahora, porque nunca he visto nada tan triste como la guerra de Ucrania. Los españoles nos hemos acostumbrado a ver que hay familias que se mueren de hambre en el metro. Y no tengo afán de cambiar el mundo, con 49 años ya sé que el mundo es como es y que son cuatro los que deciden y que la que paga es la clase trabajadora. No soy idiota, lo entiendo, pero nunca había vivido una situación en la que la gente se acostumbra a ver cómo matan a las personas en bicicleta por la calle. Antes la guerra era la primera noticia, y ahora la cuarta, la última o ni se habla de ello. La verdad es que el ser humano da vergüenza, y no hablo de ningún partido político porque al final del día la responsabilidad política recae sobre todos los que se dedican a eso, estén en el gobierno o no, para eso son políticos. Hay que gobernar con un poco de empatía.
–Usted es muy solidario, sobre todo con los más pequeños. ¿Cree que esa humildad le hace seguir en la brecha tantos años después?
–Siento la necesidad y la obligación de devolver tantas cosas que me da la vida. Casi siempre todo lo que hago está relacionado con los niños, sobre todo con un hospital que para mí es como la madre de todos, San Juan de Dios, y he podido ver con mis ojos, en plena emisión de La Voz, cómo puedes cambiar el día de alguien o la semana de una familia. La mayoría de nosotros quiere ayudar, pero no sabemos cómo hacerlo.
–¿Qué espera entonces de esta gira?
–Pasármelo bien, que cada uno de los conciertos sea una historia bonita que contar, una historia chula. Me gustaría mucho aprovechar el tiempo que tengo entre una función y otra, vivirlo todo más pausado. Este año tengo la certeza de que lo voy a disfrutar mucho, porque han sido conciertos elegidos y son los que son. Es la gira soñada, hemos elegido los itinerarios, los espacios, la cantidad de público... Y lo hemos hecho para que cuando termine el año digamos: Este ha sido el mejor.
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